Ya vimos cómo las autoridades del Ferrocarril Central Argentino había
demandado el desalojo del terreno que ocupaba Rosario Central. No fue eso
producto de la casualidad. Ocurría que el estatuto vigente desde 1917 era
asiduamente violado al permitirse el ingreso de socios que no pertenecían al ferrocarril. Esta franquicia
no eja bien vista por los adustos y rigurosos funcionarios de la empresa que
pensaron una jugada poco digna para recuperar el control de una entidad a la
que habían dado impulso inicial y que ya habían perdido totalmente: desalojando
el terreno que ocupaban, no tendrían adonde ir y aceptarían las condiciones propuestas. Don Federico J. Flynn fue encomendado a entrevistarse
con funcionarios de la empresa. Informó, bastante desconsolado, en la
asamblea del 1 de agosto de 1925, que las autoridades del ferrocarril
suprimirían toda ayuda al club, con lo que éste sería prácticamente disuelto, proponiendo los ingleses
formar otra institución siempre bajo el control de la empresa. Como única
concesión, prometieron estudiar la posibilidad de que siguiera llamándose Rosario Central. El informe enardeció los ánimos. Ignacio Rota,
otrora gran jugador, fue ovacionado cuando dijo que antes de eso prefería que
Rosario Central desapareciese, como había acontecido con el
glorioso Alumni. Flynn pidió prudencia y
tiempo. La empresa ferroviaria amenazó con llevar la sede de la nueva entidad a
la vecina Pérez, donde se hallaban sus talleres. El 7 de setiembre de 1925, Flynn informó a
otra asamblea haber recibido una nota de la empresa, en papel con membrete de un nuevo club
denominado "Deportivo Central Argentino". Invitaban a Rosario
Central a ingresar con su patrimonio
y sus asociados a la nueva entidad, a la que también permitiría incorporar a
aquellas personas que no pertenecían al ferrocarril, pero sin derecho a voz ni voto en las
asambleas. Los ánimos estaban enardecidos, aunque la cortesía y la buena educación
no se perdieron. Decidieron contestar —en el mejor estilo— rechazando el ofrecimiento.
Y un socio, el señor Scarpa, dio el golpe decisivo para cortar los lazos que
amarraban al club a su tronco de nacimiento: propuso un aplauso para Rosario
Central "que —señaló— desde este mismo instante
queda libre para siempre de extrañas tutelas". ¡Los asambleístas se pusieron de pie, como
deslumbrados por la trascendencia
del paso comisión a que se ha
hecho referencia, a través de cuya gestión el Honorable Concejo Deliberante aprobaba la cesión de los
terrenos de "B. Avellaneda, Calle 31, Avda. Central y el Río
Paraná".
Central ya tenía casa propia, aunque la
cesión fuera precaria. Dos años después, el 25 de noviembre de 1927, el
entonces intendente de Rosario, don Isaías R.
Coronado, firmó el decreto municipal número 277, mediante el cual se prorrogó
la concesión de los terrenos por veinte años más. Con esa disposición, ya el
club se abocó de lleno a una etapa de ejecución de obras que. celos vaivenes lógicos de cade momento, no
ha cesado hasta el día de hoy.
Esa incansable actividad de aquellos días culminaría el 1de marzo de
1926. La liberación de la tutela ferroviaria permitió encarar la propia autonomía,
tal cerno lo había reclamado el asociado Sparpa en la asamblea comentada. Y
esa tan ansiada autonomía llegó en la
fecha indicada, al otorgar el gobernador de la provincia, doctor Aldao, la
personería jurídica peticionada por la institución. Allí "nació"
otra vez Rosario Central y su impulso no conocería jamás de pausas ni
detenciones. Flynn, Monserrat, Boerio, Vesco, entre otros y en distintas
etapas, fueron recogiendo la posta que les dejaron los pioneros para conformar
este modelo de institución que es Rosario Central, cuya grandeza —eso aspiramos
en este trabajo— pueda quizás ser calibrada y valorada en su exacta dimensión
a través del conocimiento que intentamos
llevar mediante estas publicaciones,
especialmente a sus jóvenes seguidores.