Los avatares de la
historia del tranvía se entrelazaron por fin con los últimos años del siglo,
aguardando el inicio del esperado siglo XX como una posibilidad de grandes
acontecimientos e indetenible progreso ciudadano. Juan Álvarez, cronista
puntual y ameno, también se acuerda del tranvía al describir a la Rosario finisecular:
"Mientras llega ese porvenir dichoso —escribe—, siguen metiendo ruido por
las calles los tranvías a sangre, jardineras abiertas con estribos laterales y flotantes
cortinas de tela listada, si para verano, cucarachas cerradas con dos largas
bancas por asientos, si para invierno o tiempo de lluvia. El tráfico de vacas y caballos empuerca como los
pavimentos, mas porque dentro de cierto radio de la ciudad hay servicio
permanente de recolección estiércol y además noche a noche pasaran levando las
estrepitosas barredoras… Rosario no es pueblo silencioso. Junto a los cascos
que golpean el piso y las ruedas que rebotan, innúmeros vendedores a pie vocean
sus mercancías”
Fuente: extraído de la revista “Rosario,
su Historia de aquí a la vuelta Fascículo
N• 14 de Julio de 1991 Autor Juan Carlos
Muñiz