El 1º de agosto de 1914 estalla la Primera Guerra
Mundial. En Europa varios países se lanzan a la mayor carnicería humana
conocida hasta entonces. La repercusión es inmediata para la economía argentina
pues se paraliza el comercio exterior de carnes y granos, y se suspende la
importación de productos manufacturados.
Precisamente, el censo nacional de ese año demuéstrala dependencia
hacia estos sectores productivos controlados por los ingleses: en el país
habitan casi 8 millones de personas, y hay 26 millones de cabezas vacunas y 43
millones de cabezas ovinas. Es decir, más de 3 vacas y 5 ovejas por argentino.
En Rosario y en la región ya se advierten las consecuencias del modelo
que enriquece a pocos y empobrece a muchos. Para confrontar con esta realidad
se habían creado en 1912 la Federación Agraria Argentina y la Federación Obrera
Ferrocarrilera que reunía a personal de tráfico y talleres, o sea, el núcleo
donde había nacido y crecido Rosario Central. La guerra de Europa profundizaba
la grave crisis argentina a la que en Rosario las luchas gremiales intentaban
hacerle frente. Mientras, el fútbol seguía. Nuevamente unido, al menos en las
formas.
Con su retorno a la
Liga Rosarina, Central eslabonó una cadena de conquistas que
lo ubicaron en un nivel de superioridad en la ciudad pero que además lo llevaron
a obtener el título de campeón argentino en una final con Racing en Buenos
Aires.
La década del 10 constituyó una época de oro para Central. Tras ser
campeón e invicto en el 14, repitió ambas consagraciones en el 15 y 16. Fue
campeón aunque no invicto en el 17 y reiteró la doble fórmula en el 19. En esos
años también ganó varias Copas -Honor y Competencia- y se posicionó en el
fútbol nacional, hizo conocer el virtuosismo del fútbol rosarino en Buenos
Aires.
La guerra en Europa había provocado un éxodo de inmigrantes,
esencialmente británicos, que regresaron a sus tierras para combatir o estar
cerca de sus familias en la difícil hora que vivían.
Esto acentuó la tendencia que en algunos clubes se venía observando:
eran mayoría los apellidos criollos, italianos y españoles, sobre los
británicos. Y Central se construía en un
ejemplo de este proceso que tema las bases en su origen popular.
En Buenos Aires sucedía algo similar con el
Racing Club. De cuna inglesa pero con una rápida transformación terminó ganando
siete campeonatos seguidos desde 1913, récord nunca igualado. En ese lapso los
futbolistas ingleses apenas eran dos, o a veces tres. Osvaldo Bayer, en
"Fútbol Argentino", dice que Racing será "la primera
máquina" de nuestro fútbol y que "su maquinista se llama Carlos
Olazar, el primer caudillo del pasto porteño".
Estas vidas paralelas de Central y Racing se
tradujeron en dos históricas finales por la Copa Ibarguren,
trofeo instituido por el ministro de Justicia e Instrucción Pública de la Nación doctor Carlos
Ibarguren para ser disputada anualmente entre los campeones de Buenos Aires y
Rosario.
En la primera jugada el
6 de diciembre del 14 en Palermo, en la cancha de la Sociedad Hípica
Argentina, y con una persistente garúa que cayó durante los noventa minutos,
venció Racing 1 a
0.
El juego tuvo mucha movilidad, fue equilibrado
aunque avanzó más Racing que logró el único gol luego que Marcovecchio
recibiera un pase de Perinetti y derrotara a Serapio Acosta.
La final del año siguiente, de 1915, debió efectuarse
en los primeros días del 16. Palermo volvió a ser el escenario. Nuevamente se
enfrentaban los campeones de Buenos Aires y Rosario, y mis allá de que el
trofeo llevara el nombre de su donante -el ministro de Justicia-, para la
afición futbolística representaba ya el partido del que surgía el mejor equipo
del país, el campeón argentino.
Rosario Central venía de realizar una campaña
excepcional. Había ganado el torneo rosarino por la Copa Vila con 104 goles
a favor y sólo 4 en contra en 20 encuentros, demostrativo de su potencial
ofensivo y el equilibrio defensivo. A Newell's lo había dejado en el camino en
los dos partidos con el mismo resultado: 6 a 0.
Y
en la final empezó
ganando Central con un gol de Laiolo, reemplazante de Harry Hayes. Enseguida
llegó el empate a través de Vivaldo. El partido terminó 1 a 1 y hubo que ir a un
alargue de 15 minutos cada uno. En el segundo de los complementarios Laiolo y
el wing izquierdo Woodward le dieron la victoria a Central por 3 a 1.
La hazaña fue en Buenos Aires. Los diarios capitalinos hablaron al día
siguiente de la belleza del fútbol auriazul, de la forma en que los rosarinos
tenían la pelota en sus pies y superaban al poderoso Racing Club de Olazar,
Hospital y Perinetti.
Pocos apellidos de origen inglés se notaban en
los dos equipos, prueba de que la transformación social del fútbol continuaba
tanto en Buenos Aires como en el interior. El equipo campeón de Central alineó
a Moyano; Zenón Díaz e Ignacio Rota; Rigotti, Eduardo Blanco y Perazzo;
Barbieri, Antonio Blanco, Laiolo, Ennis Hayes y Alfredo Woodward. La
inmigración española e italiana le había ganado espacios futboleros a la
inglesa.
Nuevamente hubo fiesta en barrio Talleres. Y en otros. Es que los
seguidores de Central ya no sólo provenían de los "suburbios del
norte" sino de otras zonas populares de la ciudad que se encolumnaban
detrás de ese transgresor exponente del fútbol.
Los títulos de campeón siguieron siendo la
recompensa para esa gente humilde que compartía las alegrías futboleras con las
penas de su realidad social y económica, en el marco de una lucha obrera con
huelgas y represiones. Al igual que lo eran en los barrios obreros de
Avellaneda o Barracas para los seguidores del Racing Club, que formaban parte
de los sectores del trabajo que pedían reivindicaciones y participaban, por
ejemplo, de las 80 huelgas que debió afrontar en su primer año de gobierno
-1917- el presidente radical Hipólito Yrigoyen, y de la Semana Trágica de
1919.
Paradójicamente, en una década de profundos conflictos sociales estos
postergados sectores encontraban un bálsamo en las satisfacciones domingueras
que les brindaban sus equipos de fútbol. Porque para Racing y Central fue una
década triunfal.
Fue así que por la seguidilla de siete campeonatos, a Racing se lo
bautizó como la "Academia". Fue en Buenos Aires.
Y
en esa historia de
vidas paralelas no pasó mucho tiempo para que también Central, en Rosario, se
fuese conviniendo en la "Academia".
Fuente: Artículo Publicado en el libro “ De Rosario y
de Central , Autor: Jorge Brisaboa Impreso
en Noviembre 1996 por la
Editorial Homo Sapiens.