Hasta fines de la década de 1930, el puerto fue la razón de ser de Rosario. Como escribió Ángel Guido en su novela La ciudad del puerto petrificado (1954), el puerto marcaba el pulso de la ciudad. Un pulso sensible a los problemas causados por la naturaleza, las catástrofes sanitarias, las fluctuaciones del mercado, la escasez o la abundancia de mano de obra, las huelgas obreras, el lock-out empresario, las tarifas aduaneras, la competencia de los otros puertos y los avatares de la política nacional e internacional.
El muelle de Hopkins, primera instalación portuaria de Rosario, que había comenzado a prestar servicios en 1857, fue derribado al poco tiempo por una creciente del río. Las fuertes tormentas o la erosión de la corriente caudalosa sellaron la suerte de varios de los muelles que precedieron al Puerto Moderno. Una mala campaña agrícola dejaba un tendal de desocupados entre los miles de jornaleros que se trasladaban al campo para levantar la cosecha y volvían a la ciudad para hombrear bolsas en el puerto. Un aumento brusco del caudal inmigratorio generaba un “ejército de reserva” laboral, depreciando la paga de los trabajadores. Un lock-out patronal o una huelga de estibadores, carreros o ferroviarios detenían el motor principal de la economía. Los cordones sanitarios que se establecieron para evitar la propagación de epidemias a través del río paralizaron el puerto en varias ocasiones y las atribuciones del Estado nacional en cuestiones como la sanidad portuaria o las tarifas aduaneras fueron causa de conflictos recurrentes.
Los desafíos fueron muchos, pero la arrolladora expansión de la actividad portuaria y su rol dentro de la economía regional hicieron que en la búsqueda de soluciones se pusieran de manifiesto la creatividad y la voluntad política que faltaron a la hora de enfrentar otras cuestiones.
La temprana reglamentación de la actividad prostibularia, los proyectos legislativos y las estrategias de arbitraje diseñadas para conjurar los conflictos portuarios; las ambiciosas obras de infraestructura y acción sanitaria dispuestas tras cada una de las epidemias que cerraron el puerto en 1868, 1887, 1894 y 1900, o la notable campaña en pro de la construcción del Puerto Moderno fueron ejemplos de ello.
El Puerto de Rosario tuvo su edad dorada en los años que van de la inauguración de los muelles modernos a la Segunda Guerra Mundial,
aunque con altibajos como se aprecia en el movimiento por quinquenio. El inicio de ésta, en 1939, provocó una retracción en el movimiento portuario que después no pudo revertirse. En 1942 el puerto fue nacionalizado.
Fuente:
Ciudad
de Rosario Museo
de la Ciudad
Editorial
Municipal de Rosario
Ciudad
de Rosario / Agustina Prieto ... [et.al.]. - 1a ed. - Rosario :
Municipal de Rosario, 2010.
228
p. ; 23x18 cm.
Municipalidad
de Rosario Secretaría de Cultura y Educación
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