Escudo de la ciudad

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El escudo de Rosario fue diseñado por Eudosro Carrasco, autor junto a su hijo Gabriel, de los Anales" de la ciudad. La ordenanza municipal lleva fecha de 4 de mayo de 1862

MONUMENTO A BELGRANO

MONUMENTO A BELGRANO
Inagurado el 27 de Febrero de 2020 - en la Zona del Monumento

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viernes, 27 de enero de 2023

UNA HONROSA DERROTA — LA “MANITO” DE. COEREZZA





Por Andrés Bossio


El sorteo para la final se dio contra. El encuentro Boca- Central debía jugarse en Ca- pital Federal. Y en cancha de River. Fue el 23 de diciembre de 1970. Y aquí apelaremos a los apuntes sólo para refrescar la nómina de los protagonis- tas. Boca contó esa noche con Roma; Suñé, Meléndez, Nicolau y Marzolini; Palacios, Madurga y Rojas; Coch, Curioni (después Savoy) y Pianetti luego Cabrera), Central presentó a Quiroga; González, Fanesi, Mesiano y Carrascosa; Bustos, Landucci y Gómez; Bóveda (luego Colman), Poy y Gramajo (después Balbuena).

Desde el interior mismo del campo fuimos testigos privile. giados de ese encuentro. Y así oÍmos —por sobre el rugir permanente de la multitud —las imprecaciones de Nicolau, las “amenazas” de Suñé y los ex abruptos de Rojitas. Palacios y Curioni tratando de intimidar a los auriazules. Con todo eso —que también oía lógicamente Coerezza aunque lo disimuló muy bien— no lograron achicar a Central que comenzó jugando de ¡igual a giual para ir volcando lentamente el trámite del partido a su favor. Sobre el final del primer tiempo el Flaco Landucci —un fenómeno como nunca esa noche— peleó una pelota perdida, la recuperó, se fue contra media defensa rival y metió un zapatazo que derrotó a Roma.

Los miles de hinchas canallas, que habían invadido Buenos Aires —la calurosa noche evocada— deliraban de emoción, Y en el segundo tiempo.

Boca salió con todo. Pero su tradicional! empuje no era suficiente para perforar una defensa heroica, bien plantada y con la serenidad suficiente para provocar zozobra en el área rival, La presión en el campo de juego se estaba haciendo insoportable cuando comenzaron a aparecer los primeros hinchas boquenses sobre el césped mismo del Monumental. Hubo varios llamados del juez de raya y hasta un intento de desalojo por parte del árbitro Coerezza. Hasta que Rojitas clavó el empate cuando sólo restaban diez minutos de partido, Allí se vino el aluvión de hinchas boquenses, que se colaron al campo des. de los cuatro costados del estadio. Los diarios hablaron de cinco mil simpatizantes cerca de la línea de cal. Sea como fuera, eran muchísimos, Coerezza —aterrado por semejante y tan cercana compañía— no se atrevió a tomar la única decisión compatible con el reglamento y aun con la seguri- cad física de los jugadores. No se animó a suspender el partido (como lo hiciera Abel Pérez, el 2 de noviembre de 1985 cuando Central le ganaba a Villa Dálmine 2 a 1 y sus hinchas invadieron el terreno) y así se fueron al alargue. En ese infierno de pasiones desbordadas, amenazas y flagrantes irregularidades era imposible jugar. Hasta peligroso, sumamente peligroso. Los futbolistas de Central aguantaron estoicamente el clima y un afortunado remate de Cochim- pidió que aquello fuera una tragedia. El triunfo de Boca, la celebración del campeonato desvió el “entusiasmo” hacia otras exteriorizaciones de violencia como, por ejemplo, in- cendiar los asientos de las plateas y arrojarlos a la cancha, en grosera manifestación de su antipatía al dueño de casa, River Plate. Aquella noche de la derrota centralista en cancha de River nadie dudó que de los dos equipos que estuvieron en el césped millonario, el mejor fue Rosario Central. Sus miles de hinchas así lo testimoniaron Y Se prepararon ¡para la gran fiesta: la Copa Libertadores de América. Pocas veces un equipo de club cejaría tan buena imagen en el exterior como Rosario Central en esa competición.

Antes de entrar en la Copa una ligera mención a otro hecho trascendente. Carlos Timoteo Griguol había termina. do en 1969 su ciclo como futbolista, Vesco lo convenció para que se quedara en el club y Guiguol —que ya había echado raíces en Central — se quedó con las divisiones inferiores. Ese año los auriazules clasificaron Campeones a la primera local y a la cuarta especial en dos torneos, obteniendo también sus respectivos títulos máximos la Cuarta “B” ( también en dos campeonatos) y la sexta, en tanto la Quinta logró dos subcampeonato.

Fuente: Extraído de la colección Andrés Bossio