Más allá de las polémicas y de las opiniones encontradas que generó la avasallante personalidad de Boerio y su implacable metodología, nadie puede ya dudar sobre la extraordinaria trascendencia de su gestión en poco menos de un lustro como presidente de Central.
Justamente esa personalidad de don Adolfo y su fervorosa condición de hincha antes que dirigente, le llevó a descuidar más de una vez su actividad comercial y a comprometer su salud. Por esos atendibles motivos, Boerio presentó su renuncia el 12 de abril de 1969, Sus compañeros de comisión directiva no querían aceptársela aunque sabían de las dificultades por las que atravesaba Boerio. Finalmente, el escribano Víctor Vesco, por entonces vocal de la CD, halló la solución: se le concedería una licencia extraordinaria hasta que estuviera en condiciones de reintegrarse. Boerio encontró en ese gesto un reconocimiento de sus pares que en otros sectores empezaban a retacearle, sobre todo durante ese año en que el equipo no andaba bien.
Las cosas no mejoraron con el tiempo y fueron otorgándose sucesivas prórrogas a la licencia hasta que don Adolfo, dan- do una muestra más de la grandeza que animaba su espiritu de buen centralista, reiteró la misma el 9 de octubre de esa año de 1969. No hubo forma de convencerlo y el interinato de don Roberto Rizzo —vicepresidente 1º— se convirtió en definitivo.
Boerio luchó y con la ayuda de su esposa y de sus hijos pudo recuperar su negocio. No pudo, en cambio, luchar con su desgastada salud. Murió casi doce años después de su renuncia, el 24 de setiembre de 1971.
Fuente: Extraído de la colección de Rosario Central de Andrés Bossio.