Por Andrés Bossio
Conviene aquí hacer un alto en la historia futbolística propiamente dicha para adentrarnos en los inicios de una gestión que —contemporáneamente— culminaría con lo que es hoy motivo de orgullo para todos los centralistas: el "Gigante" de Arroyito.
Ya explicamos en la edición anterior las tratativas que, i4niciadas por Adrián Gianniru, llevarían al presidente Roberto Monserrat, a escriturar a nombre de la entidad los terrenos de Avenida Pellegrini y Vera Mujica. Eso había acontecido en 1946. Pero las finanzas de Central no se compenetraban con el sueño del estadio propio. Estaba la base y era mucho, pero no suficiente. Había que construir allí las tribunas, levantar el estadio que los simpatizantes auriazules merecían. Sin embargo, ya eran muchos años de “aquerenciamiento" en el barrio Arroyito y no eran pocos los que no veían con buenos ojos la posibilidad de trasladar el estadio a pocas cuadras del Parque. Eso no se produciría, como veremos más adelante. Vendría en 1951 —otra vez y per muchos años, afortunadamente para Rosario Central—don Federico J. Flynn y Central se quedaría en su casa, que estaba en Arroyito.
Pero volvamos a 1946. Se adquirió el terreno, sobre el que pesaba una hipoteca al igual que sobre la sede de calle Mitre 857. Había que levantar las hipotecas y, encima, se quería construir. Por entonces, el Gobierno de la Nación comenzó a dar prioridad a las cbras destinadas a difundi a práctica del deporte. Racing estaba construyendo en Avellaneda un monumental estadio (que inauguraría 1950) y ctras instituciones menores recibían créditos a largo plazo para construir o mejorar sus instalaciones. Los directivos de Central enteraron al senador nacional Alejandro B. Giavarini de las ambiciones que envolvía a aquella gestión, que bien pronto dic sus frutos; no bien acreditadas la solvencia y trayectoria d la institución así como los fines para los que sería destina' el préstamo solicitado, el Gobierno Nacional dictó el decreto N9 1634 el 23 de enero de 1947, que en su parte resolutiva dice. textualmente:
"Artículo
1: Acuérdase a! Club Atlético Rosario Central, de Rosario, un
préstamo de
hasta
un millón quinientos mil pesos ($ 1.500.000 m.n.) moneda nacional,
que podrá hacerse efectivo una vez reunidos los antecedentes e
informes y llenados los requisitos exigidos por las disposiciones
para la realización de tales beneficios, con destino a la
financiación de obras en su campo de deportes sito en Rosario para
la exhibición y práctica de la cultura física, Fdo.: Juan Domingo
Perón (Presidente); Ramón A. Cereijo (Ministro de Hacienda)."
Los antecedentes, informes y requisitos mencionados por dicho decreto llevaron un largo año de gestiones y trámites hasta que el 6 de abril de 1948 —cubiertos todos los recaudos legales exigidos por el Gobierno se dictó un minucioso. extenso y esclarecedor decreto en el que se estipulan todas y cada una de las exigencias oficiales, el destino de loe fondos adelantados, la forma de proceder a su devolución, las garantías y todos los demás extremos normales en estos tipos de créditos que, no obstante la frecuencia con que eran otorgados, no constituían foncos facilitados alegremente. Todo un proceso engorroso de largos trámites y barreras burocráticas debían ser superadas hasta poder disponer de los mismos. Junto a todos los términos de la relación que regía aquella vinculación entre el club y el Gobierno de la Nación vale la pena transcribir el artículo 119 de aquel Decreto N° 9797, del 6 de abril de 1948 que, junto a Perón y a Cereijo, suscribía el ministro de Obras Públicas, Juan Pistarini: "El Club Rosa-ríe Central se obligará a acordar las franquicias que oportunamente requiera el Gobiernc. de la Nación y el de la Provincia de Santa Fe para los alumnos de la enseñanza primaria y media para la práctica de los /deportes y concurrencia a los espectáculos deportivos por él organizados".
Lo cierto es que aquel préstamo, finalmente, no se destinó a los terrenos propios de Avenida Pellegrini y Vera Mujica. Ocurrió, ' como veremos más adelante, que los mismos tueron permutados por el predio municipal de Avenida Génova y Cordiviola, en el que se volcaron los fondos recibidos mediante aquel préstamo que —se puede afirmar sin temor a equivocaciones— fue la base de sustento para que poco a poco, paso a paso, se fuera forjando esa monumental realidad que es hoy el estadio mundialista, bien bautizado por Vesco como "el Gigante de Arroyito".
Fuente: Colección de Rosario Central. Autor Andrés Bossio