SANDRA R. FERNÁNDEZ
MARISA ARMIDA *
"Sólo en una película podrían desplegarse todas las trampas topográficas en las que cae el novicio en todo su apasionante recorrido: la gran ciudad se le resiste, se enmascara, huye, teje enredos, seduce, hasta el agotamiento de vagar perdido por sus círculos ... Pero finamente triunfan los pianos y los mapas: a la noche, en la cama, la fantasía hace malabarismos con edificios, parques y calles
WALTER BENJAMIN, Cuadros de un pensamiento.
*Autora del apartado "La política Rosarina.”
Durante los años treinta la ciudad cambió su figura y su imagen. Conservó de los años anteriores su impronta de ciudad fenicia, su postura de urbe construida sobre la base de su propio esfuerzo, sin tradición pero con futuro. Matizó su población aluvión si con más rostros, prolongó la percepción de su estado constante de mudanza, de cambio, de paso. En ese cambio incorporó a su paisaje las chimeneas de la industria, las gentes de otras provincias argentinas, se extendió en el espacio, rediseñó su plano, estiró sus calles, se miró hacia adentro para mostrarse hacia afuera, consciente de su modernidad transformista cosmopolita y trabajadora.
La ciudad cambió en el tiempo, en el tiempo particular de los años que van de 1930 a 1943, período habitualmente considerado como la caída de un modelo económico acompañado por un quiebre político que habilitaba el retorno de la presencia conservadora en el poder y el gobierno. Pero el tiempo social de Rosario en esos trece años, tuvo su particular cadencia, orquestada en las incas de continuidad de la vida cotidiana, y en las pequeñas y grandes inflexiones en las historias de vida de sus habitantes. En la comprensión de esos cambios, en la red de las persistencias y vivencias, la historia rosarina se reconoce y se encuentra.
La década del treinta marcó a la ciudad desde distintos ángulos. Por un lado la crisis iniciada en el veintinueve significó una ruptura del modelo económico implementado en el orden general del cual Rosario, dada su condición de eje regional y puerto era un paradigma, Por otro la llegada al poder de un gobierno de facto en septiembre de 1930. representó una serie de intervenciones a la política provincial y municipal de hombres directamente relacionados con el régimen conservador que dejaron una impronta muy fuerte en la cultura política ciudadana.
Si la primera situación condicionó fuertemente la vida económica de la ciudad financiera, con altos indices de desocupación: la segunda instrumento una política del orden evidenciada en la represión de los grupos políticos, disidentes y de los activos núcleos, sindicales organizados para la resistencia. Pero además, los hombres del treinta rosarino, no pudieron prescindir de una realidad que los envolvía y los condicionaba: la crisis irrecuperable de la relación entre estado y sociedad tal como había sido planteada por el liberalismo. En este contexto, las temática político-ideologicas que circulaban en el orden nacional e internacional eran percibidas y readaptadas por la clase política rosarina que intentaba explicar y resolver cuestiones locales a la luz de aquellas.
La realidad política local era sumamente compleja no sólo debido a la impronta de los gobiernos nacionales, sino por la presencia de partidos provinciales de mucha importancia como la Democracia Progresista, y las diletancias de las distintas facciones del radicalismo, divididos entre los grupos que iban a apoyar la candidatura de Agustín P. Justo, y los radicales alvearistas que optaron por diferenciarse no participando en los comicios ni tampoco en la actividad política provincial.
La ciudad y su área de influencia contaba desde fines del siglo XIX con un número importante de fábricas y talleres, pero fue durante las primeras décadas del veinte cuando se instalaron industrias demás envergadura. Tales firmas que iban desde industrias frigoríficas, hasta cerámicas, textiles o químicas representaron, más allá de las serias dificultades que generó el impacto del crack del 29, para la economía argentina, un valor agregado al estímulo dado a la industrialización por el Estado nacional desde mediados de la década del treinta.
En este sentido la postura industrialista permitió que dentro de la órbita de la ciudad se profundizaran, durante esta década, estrategias de radicación alimentada desde el Estado nacional. A pesar de que el fenómeno recién adquirirá contundencia durante los años cuarenta, tanto los establecimientos instalados en décadas anteriores corno los iniciales emprendimientos de los años posteriores a 1934 y 1935, se constituyeron en una fuente de demanda de - mano de obra tanto calificada como no calificada dinamizando el mercado de trabajo rosarino. De este modo no sólo los servicios, la actividad portuaria o ferroviaria aparecían como concentradores de mano de obra, sino que viejas y nueva industrias y talleres mejoraban sus condiciones de producción incorporando más personal y ampliado la oferta de productos tanto hacia el publico consumidor como abriendo nuevas ramas de trabajo.
Pero en la nueva vitalidad de la actividad económica y considerando que la tasa desocupación había descendido considerablemente los salarios no recuperaron sus niveles históricos. Sumado a: esto ultimo, el deterioro de las condiciones de trabajo desató protestas y huelgas de distinto envergadura.
El clima de lucha y acción sindical se intensificó a partir de 1935, y la actuación de los militantes obreros fue ahogada por políticas gubernamentales llamadas a bailar las voces disidentes y de denuncia, a partir no. sólo de actos directos de represión, sino apelando también a la esfera normativa con la promulgación de las leyes nacionales y provinciales y provinciales tendientes a reducir y detener las prácticas y manifestaciones partidarias y gremiales.
La oferta por parte de las empresas de nuevos puestos de trabajo estimuló otro proceso:la migración interna hacia la ciudad Este fenómeno que existía desde hacia mas de cien años en la ciudad con distinto grados de intensidad, se reeditó durante la década del treinta. En este período (1930-43) Rosario era, mas que un punto de destino un área regular de paso. Pero el tránsito de población distaba de ser esporádico o menor, y llegaba a constituir toda una demostración de traslado de personas desde provincias como Santiago del Estero, Corrientes, Entre Ríos, Córdoba y. Chaco, con radicación espacial de tiempo corto. Pero si algunas tornaron simplemente como punto de tránsito hacia Buenos Aires, otros definitivamente,hicieron de Rosario su hogar.
Al calor de estas transformaciones sociales y económica, la ciudad también cambió su fisonomía, especialmente la de sus barrios. Los loteas en áreas de quintas y fines de semana había empezado a comienzos del siglo XX, estimulados por el. - crédito barato y por la implementación de medios. de transporte que aseguraban el traslado de la población hacia sus lugares de trabajo. El proceso tenía su origen la reinvención, por parte de la burguesía rosarina, en bienes inmuebles corno forma de acumulación segura y entable a mediano y largo plazo.
Esta dinámica se mantuvo en el tiempo incorporado, durante las décadas del veinte y del treinta, subloteos de las zonas va incorporadas y además nuevas áreas expandiendo la planta urbana. Este tipo de urbanizaciones no se bailaban contenidas en un diseño urbano integral. por- lo que en muchos casos las arbitrariedades que trajo aparejado este proceso generá problemas de di-tinta índole y de diverso grado de complejidad en torno a la organización de la infraestructura de provisión de servicios. Por otro lado este desarrollo demandó un tipo de construcción edilicia (vivienda obrera y de sectores. medios) que permitió la emergencia de “ nuevos operadores” ( arquitectos, ingenieros, técnicos constructores) que intervinieron directamente en el perfil de urbanístico de estos nuevos barrios.
Otros de los elementos más característicos del período, fueron los mecanismos puestos de manifiesto para la construcción de identidades barriales, que parecían corno el producto de las distintas transformaciones sociales, económicas y políticas puestas en tensión durante la década del treinta.
Definitivamente las respuestas al autoritarismo de estos años para una sociedad como la rosarina —realidad compartida por otras ciudades argentinas-, fue la búsqueda por parte de esta misma sociedad de soluciones alternativas para la acción comunitaria y participación. Si bien es cierto que en las dos décadas anteriores se habían instalado centros y bibliotecas en barrios y áreas-urbanas va reconocidas como barrios obreros, la difusión de estas prácticas comunitarias es un rasgo distintivo de la década del treinta, Los clubes, las bibliotecas populares,las vecinales se iban a levantar progresiva y sistemáticamente en distintos barrios de la dudad; con objetivos disímiles que iban de lo deportivo a lo político pasando por lo educativo y la simple sociabilidad, pero con la particularidad da la autogestión y participación social.
Es esta sociabilidad barrial que se inicia en los años treinta, la que se va a incorporar más adelante como una forma romántica dentro del imaginario populista del peronismo. Tanto desde su veta deportiva, que fue sistemáticamente aprovechada por el gobierno como cambien por la-sencilla - identificación del trabajador y su familia con el barrio, y de manera lineal y directa con “ el pueblo” peronista
Fuente: Historia de Rosario Juan Alvarez