Por Jorge Brisaboa
"El mejor premio a que puedo aspirar es haber contribuido al retorno a primera de mi querido club", dijo -con su acostumbrada modestia- Alfredo Fogel.
Había intentado salvar la camiseta azul y amarilla, pero finalmente pasó a ser trofeo de dos hinchas que se la disputaban.
Recién terminaba de dar la vuelta olímpica. El partido de la Reconquista lo ubicaba, nuevamente, como el símbolo del Central de una época.
"... Yha vuelto Central a la división mayor. Como en 1942, que fue su anterior año de retorno. En cuanto a éste de 1951, diremos que no ha sido un año de prueba, sino que de reafirmación en esa popularidad indiscutible del club auriazul, reavivada por el entusiasmo juvenil de los integrantes de su equipo de fútbol, que tienen como bandera y ejemplo al veterano Alfredo Fogel, que en su larga y provechosa carrera deportiva ha vivido dos veces la amargura del descenso y otras tantas la enorme satisfacción de la victoria...".
Así fue. Peleó los dos descensos y logró los dos ascensos. Half izquierdo. Capitán. El gran capitán, con respetuosa ascendencia sobre sus compañeros. Disciplinado. Nunca supo de una sanción del Tribunal de Penas de la AFA. Integró la selección nacional. Por siempre, estuvo ligado a Central, hasta se calzó el buzo de director técnico.
En los sedantes atardeceres del barrio Alberdi, con su porte que explicaba aquello de gran capitán, se pararía treinta años después en la esquina de Herrera y Zelaya a responder la inacabable pregunta de uno sobre cuáles son las diferencias entre el fútbol de antes y el de ahora. Humildemente, Fogel decía:
-Mire, la técnica no ha cambiado tanto, pero ha evolucionado la parte física. Para jugar se puede ser más o menos técnico, estar más o menos dotado físicamente. Pero lo que nunca podrá cambiar es el corazón. Para jugar hay que tener corazón.
Alfredo Fogel. Un símbolo de Central. Con corazón.
Fuente: Artículo Publicado en el libro “ De Rosario y
de Central , Autor: Jorge Brisaboa Impreso en Noviembre 1996 por la Editorial
Homo Sapiens.