Por Andres Bossio
Esta época que venimos evocando parece haber estado signada por esa constante: un equipo integrado por mayoría de buenos jugadores (algunos realmente muy buenos) daban como resultado campañas por momentos discretas, con algunos relumbrones de esperan-zas, para terminar finalmente en la total mediocridad cuando no en la angustia siempre latente de soportar nuevamente el mal trago experimentado en 1941.
Al iniciarse la temporada de 1945 se fue Rodolfo De Zorzi a Boca Juniors, donde habría de integrar una pareja de zagueros recordada siempre por los simpatizantes (y por los, delanteros contrarios, aunque ce distinta manera) conJosé Marante; dos gigantes parados delante de un arquero excelente como fue Claudio Vacca. También fue transferido el puntero Bernardo Vilariño a Estudiantes de La Plata incorporándose a un cordobés casi desconocido que le daría algunas satisfacciones a Central, aunque posteriormente al-canzara su mayor renombre para Boca primero y Platense después: Federico Geronis. Rubén Sabotig sería el reemplazante de De Zorzi y Angel De Cicco se iba afianzar en la plaza de puntero derecho. Ese año varios jugadores de las inferiores centralistas tendrían ocasión de incursionar en la primera división anotándose entre los más destacados los estrenos en el fútbol grande del arquero José Poy que años después prolongaría una brillante carrera en Brasil), los zagueros Santiago Armándola y Enrique Maffei y los delanteros Antonio Vilariño y Osvaldo Pérez. También sería el último año con la casaca auriazul de Rubén Bravo.
Otro hecho remarcable de estos elencos centralistas era la irregularidad; a partidos favorables le sucedían impresionantes períodos de derrotas y pálidos empates. 1945 no fue la excepción: comenzó brillantemente, ganándole en Buenos Aires a Platense, que por entonces integraba un equipo de grandes jugadores como Cozzi, Fonda, Belén, Cante]¡ y Dorado. Central inició el torneo con Ricardo; Yebra y Sanbotig; Casalini, Melo y Fogel; De Cicco, Santos, Bravo, Aguirre y Marracino. Das goles del "Torito" y uno del "Maestro" le dieron el triunfo a Central por 3 a 1; y una semana más tarde la gran alegría: el clásico rosarino en Arroylto, enfrentando a un Newell's que había debutado ganándole en el Parque nada menos que a la "Máquina" riverplatense (ya no estaba Moreno, reemplazado por Gallo). El partido es, por lejos, el de mayor recaudación de la fecha, los rojinegros (con Musimessi, Sobrero, Carlucci, Arnaldo, Micci, Mario Fernández y Ferreyra, entre los más destacados) sufren una derrota mucho mucho más amplia que lo que marcó el tanteador: dos a cero, con goles logrados por el "Torito" Aguirre en el primer tiempo y Benjamín Santos en el segundo. Después de esta gran alegría comenzaron a llover las tristezas, a acuciar las angustias. Tras esas dos victorias iniciales suceden derrotas matizadas con alguno que otro empate y dos victorias (ante Rácing y Lanús) para terminar la primera rueda con apenas 10 puntos, superando por sólo 2 al último, que era Chacarita.
La segunda rueda mejora su producción, iniciando con una nueva victoria ante Platense pero perdiendo de inmediato la revancha ante Newell's por uno a cero. Algo mejor fueron las cosas, pero recién en las últimas fechas los simpatizantes auriazules pudieron respirar tranquilos cuando zafaron del descenso. El equipo de Arroyito terminó con 24 puntos, precediendo en la tabla a Lanús y Ferro, que sumaron 23, a Chacarita que reunió 22, y a Gimnasia, que descendió con 20. Justamente en la última fecha Central, ya separado del último po 4 puntos, visitó al angustiado Chacarita (tenía 20 puntos) en tanto Gimnasia (también con 20) enfrentaba a Estudiantes. Chacarita ganó 4 a 2 (dirigió el legendario Bartolomé Macías, quien otorgó un penal a los locales), en tanto los pincharratas se regocijaban al ganar 3 a 1 al "Lobo" platense, mandándolo al descenso. Lo de Central llamó en ese momento Ja atención: una semana antes le habían cortado las aspiraciones a Boca Júniors, ganándole 2 a 0 y posibilitando así que River fuera el campeón. Era el Boca de Vacca; Marante y De Zorzi; Sosa, Lazatti y Pescia (ese día lo reemplazó Vilanoba); Boyé, Corcuera, Sarlanga, Varela y Sánchez. Como se podrá advertir fácilmente, la irregularidad fue tremenda, dando pábulo muchas veces a interpretaciones tendenciosas, a sospechas y a versiones que no hacían otra cosa más que enrarecer el clima que se vivía alrededor del fútbol profesional. Los incidentes por esa época —en todas las canchas— fueron bastante ºfrecuentes, los arbitrajes dejaban serias dudas en cuanto a su imparcialidad y varios dirigentes comenzaron a acariciar el proyecto de "importar" jueces ingleses.
La temporada siguiente se inició con novedades de importancia. Tres figuras importantes se fueron a Racing. Héctor Ricardo y Rubén Bravo, tasados ambos en 220 mil pesos moneda nacional, recibiendo también la entidad de Arroyito el concurso de Cámer, puntero derecho, y Quatrccchi, arquero. El otro elemento transferido a la institución do Avellaneda fue Alejandro Yebra, en tanto se incorporaron Lídoro Soria, zaguero izquierdo, y César Castagno, que venía de Unión de Santa Fe. En el transcurso del campeonato —corría la tercera fecha— se produciría también el debut de un elemento proveniente de Central Córdoba, que se iría afirmando poco a poco en el elenco auriazul, y que alcanzaría con los años renombre internacional como titular de la selección uruguaya de fútbol (especialmente en un épico partido ante Hungría, en el mundial de Suiza de 1954); Juan Eduardo Hohberg.
Corno era norma en esos tiempos, también en 1946 el equipo superior de Rosario Central mostró notables altibajos. Seguía inalterable en el mismo el rendimiento parejo de ese infatigable y correctisimo jugador que fue Alfredo Fo. gel, la calidad de Waldino Aguirre, la eficacia de Casalini y la efectividad de Benjamm .Santos; pero no se alcanzaba a lograr la continuidad necesaria en triunfos para obtener el respaldo de la hinchada y la confianza que los jugadores estaban necesitando. Las luces y sombras de campañas permanentemente mediocres —que casi siempre eran más sombras que luces—parecían condenar irremediablemente a Central a ser considerado siempre en el lote de los equipos que sólo aspiraban a zafar del descenso de categoría.
Más que un elenco que aspiraba a logros ascendentes Central se había convertido por entonces en una gran vidriera de futbolistas notables que, tras reiteradas exhibiciones de calidad y eficiencia, eran requeridos de otras instituciones. Es probable —así lo admiten muchos centralistas de la época, aunque el tema generó encendidas polémicas— que aun inconscientemente esos jugadores, de relevantes condiciones para el fútbol, sólo se propusieran "mostrarse" para merecer aquellos requerimientos antes que preocuparse por la suerte del equipo. No lo podemos certificar desde que no fuimos testigos oculares de la época. Pero repasando esta etapa de la rica historia centralista confesamos que nos cuesta encontrar coherencia, fundamentos, motivos, para explicarnos cómo pudo descender un equipo en el que jugaban Aguirre, Bravo, Bernardo Vilariño, Pedro Perucca, De Zorzi, Harry Hayes (h), Juan Carlos Heredia (el padre de "Milonguita" Heredia, también y contemporáneamente jugador de Central), Casalini, etcétera.
Obsérvese que ese equipo que logra brillantemente el ascenso en 1942, es casi el mismo que pelea durante una rueda la punta del campeonato con River; y también se queda. Y en ese equipo ya están, junto a algunos de los nombrados anteriormente: Ricardo, Yebra, Funes, De Cicco, Enrique Maffei, Osvaldo Pérez, Benjamín Santos. Están para el análisis de esta etapa los nombres que venimos recordando en esta entrega, que auguraban campañas destacadas. Y, aún a despecho del buen fútbol que muchas veces lograron brindar, queda como saldo negativo las posiciones que sucesivamente fueron ocupando esos elencos centralistas en la tabla comparativa de cada año, que invariablemente lo encontraban entre los que peleaban los últimos puestos.
Esa temporada de 1946 no fue distinta para Central. Connotada fuertemente por algunos sucesos de trascendencia en el fútbol nacional (la aparición de Imbelloni, Farro, Pontoni, Martino y Silva en San Lorenzo de Almagro, la vuelta del "Charro" Moreno a River y los escándalos que se sucedieron a lo largo de todo el campeonato —en Rosario— se recuerda todavía hoy que casi linchan al juez Cossio), Central no alcanzó a convertirse en protagonista principal del torneo sino muy esporádicamente. Un comienzo flojo, mediocre, acorde con la irregularidad de esos tiempos, se convierte de pronto en un festejo extraordinario de la hinchada centralista, que durante quince días enciende una vez más la llama de una ilusión prontamente diluida. Después de un comienzo en el que alternan triunfos y derrotas, Central llega a la 79 fecha del torneo recibiendo a uno de los grandes animadores del mismo, Independiente, en el que quemaba sus últimos cartuchos un goleador de antología: el paraguayo Arsenio Erico. Contra todos los pronósticos, los aun-azules ganan; y cómo. Nada menos que 6 a 0, con tres goles de Federico Geronis, dos de Waldino Aguirre y uno de Benjamín Santos. Aquel día, los héroes de la azul y amarilla de Arroyito fueron Quatrocchi; Armándola y- Soria; Casa-¡¡ni, Castagno y Fogel; De Cicco, Santos, Geronis, Aguirre y Marracino. Los que se "comieron" la histórica goleada fueron —nada menos— Camaratta; Cruci y Arrigó; Sastre, Leguizamón y Bustos;. Cervino, Elena, Erico, Pedaci y Schiariti.
La euforia centralista no se había apagado siete días después, cuando el programa le marcaba un nuevo partido como local, en el que debía recibir "apenas" al puntero del certamen, Boca Juniors, que venía como otros años disputando el sitio de privilegio con su eterno rival; y también como en. otros años, Central jugó para River, al derrotar a los boquenses por tres a cero. Los mismos once jugadores auriazules que habían goleado a Independiente le ganaron al Boca de Vacca; Marante y De Zorzi; Sosa, Lazzatti y Pescia; Boyé, Corcuera, Sarlanga, Vázquez y Pim. Santos, Marracino y el "Torito" Aguirre fueron los autores de los goles que abrieron ancho cauce a la esperanza centralista de alternar —como correspondía a un equipo integrado por futbol istas de gran jerarquía— con los mejores elencos de ese año. La ilusión, como veremos enseguida, duró muy poco.
La siguiente excursión centralista a Buenos Aires para enfrentar al flamante y único líder, River Plate, fue desfavorable; ganó River por 3 a 1, debutando ese día en la primera millonaria un jugador excepcional, Antonio Báez, oriundo de Rufino, luego cedido a Platense, quien vio opacada su carrera por el retorno de quien para muchos observadores imparciales de la época dorada del fútbol argentino, fue el más grande: José Manuel Moreno. Tras la derrota con River, Central empata trabajosamente en su estadio con el modesto Lanús, pierde por goleada con Huracán (5 a 2), le gana con muchas dificultades a Atlanta, pierde sucesivamente con Chacarita y Rácing y llega a la fecha 159 para enfrentarse con Newell's en el Parque Independencia. Ganan los rojinegros por 3 a 2, finalizando la primera rueda con 13 puntos, a 9 del puntero River, y a 6 de¡ último 'ómodo", que era Ferro, precediendo sólo a Platense y Atlanta (12 puntos), y Vélez y Tigre (10).
En la segunda rueda mejora Central ostensiblemente. Una histórica goleada sufrida ante el Ciclón (entonces sí que soplaba fuerte) por 7 a 0, en la 189 fecha (San Lorenzo formaba entonces con Blazina; Vanzini y Basso; Zubieta, Grec co y Colombo; Francisco De la Mata, Farro, Pontoni, Martina y Silva) fue ampliamente compensada cuando algunas fechas después los auriazules recibían a River, a quien esta vez sacaron del campeonato ganándole 3 a 1, con goles de Geronis, Santos y Osvaldo Pérez. Allí aparecen otra vez la esperanza y la casi inmediata decepción; es que después de "bailar" a Grisetti, Vaghi, Rodríguez, Yácono, Rossi, Ramos, Muñoz, Gallo, Pedernera, La-bruna y Loustau, los futbolistas auriazules producen una pobrísima labor y son goleados por Lanús —serio candidato al descenso— ante quien caen por 6 a 3; pero de inmediato, otra sorpresa: goleada de Central en Arroyito (5 a 0) ante el Huracán del arquero Barrionuevo, el zaguero Mannelli y los delanteros Simes, Di Stéfano y Unzué. Sin embargo, la sorpresa de este partido no fue la goleada en sí, sino el hecho —muy poco frecuente por entonces— de que central fuera "favorecido" con los penales y nada menos que or el árbitro Bartolomé Ma-cías. Una semana después e mismo equipo que brilló ante Huracán cayó inexplicablemen te en su partido con Atlanta que luchaba desesperadamente para evitar el descenso. De allí en más, las tres fechas que restaban para finalizar el torneo, fueron motivo de creciente alegría en la masa auriazul una victoria ante Chacarita por 3 a 2 y un histórico y memo rabie triunfo ante Rácing e Avellaneda (6 a 4 con dos goles de Aguirre, dos de Hohberg, y uno de, Gaetán y Santos) abrieron la gran expectativa por el partido de la última fecha, que se jugó en Arroyito y ante Newell's Oid Boys Fue un partido de grande emociones centralistas; al mi nuto de juego Moyano, el extraordinario puntero izquierdo ñulista, había perforado po primera vez el arco de Quatrocchi. El cordobés Geronis logró el empate casi sobre el final y cuando ya terminaba el primer tiempo, nuevamente Moyano sacó ventaja, empatando de inmediato otra vez Geronis. En la segunda etapa, Benjamín Santos marcó el tanto que significó el definitivo 3 a 2, que cerró con un poco más optimismo una campaña que, finalmente, llevó al equipo a la séptima posición con 29 puntos reunidos como consecuencia de 13 victorias y tres empates contra 14 derrotas. Debe observarse el desequilibrio entre la defensa y el ataque centralistas: mientras los delanteros lograron 69 goles en 30 partidos (a razón de 2.3 por encuentro) la defensa auriazul debió soportar 72 contrastes. Tres delanteros centralistas acapararon la casi totalidad de los goles: el ccrdobés Federico Geronis logró 22 tantos (fue superado únicamente por Camilo Cervino, puntero de Independiente, que anotó 23, y Mario Boyé, también puntero de Boca, que encabezó la tabla de goleadores, con 24). A Geronis le siguieron Benjamín Santos con 19 y Waldino Aguirre, con 12. Justamente serían los últimos goles del "Torito" para Rosario Central en esa primera etapa de su paso por la entidad del barrio Lisandro de la Torre. Dos años después —ya en los postreros destellos de una carrera fulgurante— volvería a establecerse esa comunión inescindible entre el jugador y la casaca azul y amarillo, que duró toda una década.
Fuente: Extraído de la Colección de Rosario Central. Autor. Andrés Bossio