Por Andrés Bossio
Apagados los ecos de la euforia desatada en la ciudad por la obtención del título, los asociados auriazules fueron convocados a elegir nuevas autoridades. Rodríguez Araya y algunos de quienes le acompañaron en su exitosa gestión de 1942 —cumpliendo la palabra empeñada— volvieron a sus respectivas ocupaciones dejando la conducción del club a quienes eligieran sus asocia, dos. El comido realizado el 31 de enero de 1943 elevó a la presidencia del club a otro ro-sarino notorio, el doctor José E. Celoria, a quien acompañó el ex secretario de la comisión anterior, don Erland N. Ross, quien se erigiría a través de los años en uno tíe los dirigentes más activos y lúcidos con los que contó Rosario Central.
Al concluir su mandato un par de años después esta comisión presidida por el doctor Celoria y trazar un esbozo de la institución que encontraron al recibirse en sus cargos, no faltó la mención —como correspondía a su condición terriblemente deficitaria aquella incursión centralista en la "B" de 1941, tanto como lo es ésta de 1985. Porque Central —que es un grande— beneficia con el aporte mayoritario de su público a entidades que están más abajo, mucho más abajo, en arraigo popular. Por eso aquel retorno a la primera división en 1943 no trajo aparejado grandes cambios en el plantel, por eso no hubo obras espectaculares y por eso debieron postergarse muchas aspiraciones.
Pero Central siguió creciendo. Creció en medio de tantas carencias y necesidades. Porque creció en la medida del afecto de su gente a su divisa, aunque ese rubro —el más importante de todos— no pueda figurar en los balances ni se contabilice en las frías estadísticas. Central volvió a codearse con los grandes. Y los campeones del torneo de la "B" —como veremos en nuestra próxima entrega— siguieron hasta más de la mitad del campeonato con el envión ganador del año anterior.
Fuente: Extraído de la Colección de Rosario Central. Autor: Andrés Bossio