Por Andres Bossio
Tres años en el fútbol mayor de la AFA son poca cosa para hacer historia. Los campeonatos superiores de 1939, 1940 y 1941 dejaron un saldo absolutamente negativo para el fútbol de Rosario Central. Pero Rosario Central no era entonces (mucho menos lo es ahora por cierto) sólo un equipo de fútbol más o menos dotado, capaz o no de entreverarse con los grandes. Rosario Central ya era historia, ya era un sentimiento popular arraigado en la ciudad; ya era —como decíamos en nuestra primera entrega de este intento cronológico— "una enfermedad". Por eso una inmensa legión de rosarinos no podía entender cómo, con aquellos jugadores, con aquel equipo que reunía a jugadorazos como Fogel, De Zorzi, Waldino Aguirre, Casalini, Rubén Bravo y Vilariño, entre otros, debía afrontar ese año de 1942 la cruda realidad de competir en el torneo del ascenso, teniendo como rivales a Excursionistas en lugar de River; a Sportivo Alsina y no a Boca; a Acassuso en reemplazo de Newell's Old Boys.
Central era mucho más que un conjunto que había cumplido una mala campaña; era un pedazo enorme del fútbol nacional. Era una pasión popular. Pero la realidad marcaba ese tremendo contraste que a muchos aplasta hasta sepultarlos y a otros, como a la entidad de Arroyito, les da fuerza para erigirse de entre sus propias ruinas. Para Central el torneo de la "B" fue un desafío. Así lo entendieron sus jugadores y también sus dirigentes, que sin producir casi, modificaciones decidieron encarar el retorno al fútbol grande con los mismos hombres que habían fracasado el año anterior. Y así lo entendieron también sus simpatizantes, que no dejaron en ningún momento de prestar ese apoyo fundamental que todo hombre necesita para llevar a buen término los planes que se ha propuesto.
Cuando el grueso de la hinchada centralista despedía, con pañuelos en alto y gritos de esperanzado retorno, a su equipo el año anterior —partido ante Platense jugado en Arroyito, último en primera división antes de su tercera incursión en la "B"— estaba repitiendo un viejo rito que se inauguró en aquella primera aciaga experiencia de 1941. Estaba mostrando esa hinchada fenomenal, única e inigualada, una condición, una cualidad que es propia de hombres que se han propuesto una meta y saben cómo llegar a ella. Estaban diciendo, en síntesis, que más allá de los partidos que se ganan o se pierden, por encima de los jugadores o dirigentes o técnicos que hoy cumplen y mañana no, por sobre todo eso sobresalen los nítidos perfiles de algo etéreo, indefinible, imposible de describir con palabras; ese algo que se llama Rosario Central, Que convoca, que excita, que conmueve, que provoca el llanto o el delirio, la alegría o la tristeza.
El descenso del '41 trajo tristeza. Pero marcó a fuego al simpatizante auriazul que supo sobreponerse con virilidad a una contingencia adversa para convertir a ese año de 1942 en un rosario de alegrías como consecuencia de una marcha triunfal y casi ininterrumpida hacia el ascenso tan querido. Por eso al finalizar ya la temporada y asegurado el retorno al círculo máximo del fútbol nacional, la Comisión Directiva —que encabezó en recordada gestión don Agustín Rodríguez Ara-ya— pudo afirmar con enorme satisfacción que "esta victoria de singulares proporciones ha sido lograda por propios merecimientos, sin claudicaciones, con un tesón a toda prueba y una fe inquebrantable en el éxito de cada competición. En la acción mancomunada de jugadores, director técnico, colaboradores, personal administrativo, socios simpatizantes y dirigentes radica el legítimo triunfo centralista". Así fue, evidentemente. Esa fuerza moral, nacida de la conjunción de voluntades de toda la familia centralista se reiteró en 1951 tanto como en este actual 1985. No es casualidad que en las tres oportunidades que el destino llevó a Central a la "B" su tránsito fuera tan fugaz en esa división, tanto que ni siquiera necesitó llegar a la finalización del torneo para gritar su triunfo, anticipando en varias semanas su lógico retorno al lugar de privilegio que le corresponde entre los más grandes del fútbol nacional.
Fuente. De la colección de Rosario Central Autor Andres Bossio