Por
Jorge Brisaboa
Benjamín Santos. Oportunista. Atento para definir. Y con un potente remate. Sin la absoluta rebeldía del "Torito" Aguirre a quien reemplazó en su debut del invierno del 44 ante el Independiente de Erico y Sastre, pero con toda la sagacidad para estar ubicado donde correspondía y convertirse en verdugo de los arqueros.
Venía desde Cafferata, casi en el límite de Santa Fe con Córdoba, y fue el socio ideal de Rubén Bravo primero, de Villariño y "Tato" Mur después; goleador en el accidentado campeonato del 48 —huelga de por medio y con una lesión en su pierna que lo mantuvo inactivo dos meses—, a un promedio superior al gol por partido: 21 en 20, y aventajando a Labruna, Simes, el propio Bravo que ya conducía el ataque de Racing, Di Stéfano y "Tucho" Méndez.
Pasó a ser uno de los jugadores argentinos más pretendidos en el exterior. En Europa se hablaba de los goles de Santos y en 1949 se conoció el ofrecimiento del Tormo de Italia: 275.000 pesos.
Nuevamente afloró entre hinchas y dirigentes la disyuntiva: venderlo o retenerlo. Era mucha plata. Y, como ya había ocurrido con el "Chueco" García, los dirigentes decidieron que serían los socios quienes aprobaran o no la venta.
Y el socio, el hincha, fiel al ídolo que se había puesto 107 veces la camiseta azul y amarilla, señalando 65 goles, votó democráticamente: el artillero Benjamín Santos se fue al Tormo de Italia.
Fuente:
Artículo Publicado en el libro “ De Rosario y de Central , Autor:
Jorge Brisaboa Impreso en Noviembre 1996 por la Editorial Homo
Sapiens.