Julio Cortázar, entonces escritor inédito, envió a Olga una carta,
con motivo de la lectura de "El niño y su expresión". Aquel viejo
testimonio del autor de Rayuela adquiere, con el tiempo, un valor y una calidez que retratan la personalidad
generosa y la sensibilidad de quien, después, se convertiría en un nombre imprescindible
de la literatura, argentina. Cortázar, profesor entonces en la Escuela Normal de
Chivilcoy decía a su colega de Rosario: "He leído El niño y su expresión y sentí de inmediato
la necesidad de escribirle, para que supiera Ud. de mi admirado reconocimien
to ante la obra que se lleva a cabo en la escuela de su dirección. Obra que —y
es triste tener que afirmarlo en esta tierra joven donde todo parece viejo— se
alza como una excepción, como un ejemplo solitario que ignoro si será escuchado.
Su libro, señorita Cossettini, donde junto a sus palabras llanas y claras se
nos muestra la pura poesía de esos poemas y esos cuadros, duerme acaso ya en
anaqueles olvidados. Yo no puedo olvidar a sus chicos y a Ud. Leí y vi esos
milagrosos frutos de la espontaneidad bien encaminada, y creí comprender la
viva lección que de todo ello surge.
"No sé si esta carta, alejada de cánones retóricos, le expresará
a Ud. mi aprecio y mi admiración. Pero pienso que sí, porque Ud. vive
plenamente y busca que sus alumnos logren esa total expresión del ser virgen de
postulados y pre-conceptos. Por eso, que total expresión del ser virgen de
postulados y preconceptos. Por eso, que queden-claro testimonio de amistad i comprensión.
Fuente: Extraído de la
Revista “ Rosario Historias de aquí a la vuelta. Fascículo Nº
19. Autora. Amanda Paccotti de marzo 1992