Por CARLOS E. SALTZMANN
La obra de Olga Cossettini no se habría llevado a
cabo tal como fue si a su lado, en la escuela y en la casa -en ésta para compartir,
discutir y alentar; en aquella para colaborar y para impulsar
la obra colectiva- no hubiese estado, con su luz propia y complementaria, su
hermana Leticia.
Estas dos personas
asombrosas, por raro que parezca, no fueron excepción dentro de una familia
creativa y cautivante, de cada uno de cuyos miembros emanaba una poderosa seducción:
milagro sencillo del padre y la madre, cuyo secreto hemos perdido. Y sin
embargo, Olga y Leticia carecen de iguales, y aun de semejantes: ambas tenían -
tiene, Leticia- un atractivo singularísimo, una asombrosa capacidad de
creación, y ese don infrecuente que señala a los artífices de hombres y
mujeres, a los Jardineros de seres humanos.
Olga cumplió, sin duda, y con brillante eficacia,
el papel organizador y directivo, con un conocimiento permanentemente
incrementado por su curiosidad abierta y dinámica, con certera I Intuición, con habilidad para promover lo mejor de cada uno.
Pero Leticia ocupó, en el
terreno que acotaron con el esfuerzo compartido, un lugar que sólo ella podía
llenar. Leticia es una artista, si las hay: una artista polifacética, porque la
creación le es esencial. Cuanto toca, cuanto hace, cuanto dice,
se troca en belleza. Rara vez se encuentra plasmada en una persona, como en
ella, ese grado de armonía que alcanza la creación cuando está sustentada por
una forma racional que no estorba pero sí contiene e integra la intuición
estética.
Tal vez los perfiles
propios de Leticia, la hermana menor junto a la mayor, la maestra de grado
junto a la directora, no se hayan destacado durante algunos años con toda su
brillante nitidez, a causa de la envergadura que se le reconoció a Olga.
El tiempo, no obstante,
hizo posible que el despliegue progresivo y natural de la inagotable riqueza
creativa de Leticia revelara en diferentes terrenos su personalidad admirable:
-En la escuela, en función catalizadora, muchas
veces por virtud de la sola presencia -por emanación, diría- y tantas otras por
discreta sugerencia, hizo posible todo un repertorio creativo:
-Las acuarelas y las
temperas, que siendo ilustración cotidiana en el cuaderno provocaban el
asombro de los visitantes, y el placer de sus autores;
-los apuntes del natural que por dinámica
potenciación recíproca -el estímulo de la naturaleza y la respuesta de la
sensibilidad del niño- daban por resultado un descubrimiento cada vez más
rico del mundo circundante: ¿para qué copiaba Leonardo?
-las teatralizaciones de poemas, cuentos y
episodios, que produjeron en la escuela -y donde se los llevó- la magia fina y
bella de un teatro infantil enteramente
diferente de todo otro: un teatro plástico, mímico, danzado, y sobre todo
divertido, original y estimulante; -el teatro de títeres,
que con cabezas y vestidos que eran cada uno una minuciosa y perceptiva
recreación del personaje, con telones y sonidos bellamente estructurados y un
repertorio que se nutría de García Lorca, Juan Ramón Jiménez y Javier Villafañe
supo deleitar confino humor y gracia pura a chicos y grandes:
-el coro de pájaros, esa creación única que tantas referencias
admirativas ha originado;
-las esculturas de
arcilla, de chala, de corcho, de semillas y frutos, que abrieron un mundo de
libertad creadora a centenares de chicos.
Fuera de la escuela
(desde la escuela, con ella, más allá de ella) Leticia, desde el fondo de su
alma artística, no cesó de producir y de crear: ha pintado bellas naturalezas vivas, con acuarelas y tempera,
modelado sus notables lechuzas incrustadas y sus figulinas de chala, de
corteza y de semillas, ha compuesto su maravilloso Jardín y ha publicado sus
ideas y experiencias sobre el teatro infantil: Teatro de niños y Del juego al arte infantil.
¿Qué nuevas sorpresas de creación y goce nos
reserva este hada de la belleza? Desde hace un tiempo estudia guitarra, y en
algún gabinete de perfumada madera ha de guardar cuentos y poemas. ¿Nos dejará oiría cantar? ¿Podremos leer
esas páginas diferentes? No será fácil, porque me temo que debamos esperar
hasta que Leticia Juzgue que la música es por lo menos tan pura como la del
pájaro y las palabras tales como para complacer a Federico o a Juan Ramón.
Fuente: Extraído de la
Revista “ Rosario Historias de aquí a la vuelta. Fascículo Nº
19. Autora. Amanda Paccotti de marzo 1992.