Por Pedro Aquillaci
Tiene tan sólo 94 años. Una mirada
profunda sale de sus ojos azules y chiquitos. Su pórtelo envidiarían muchas
adolescentes.
Transmite sabiduría, calidez y
capacidad de asombro. Cuando se levantó de la cama el día de su cumpleaños
dijo: "A mí me ocurre algo maravilloso, la cabeza no me pesa, el cuerpo
tampoco, para mí que lo me cuando me anotaron se equivocaron, yo nací
después". Y festeja su humorada. Junto con su hermana Olga Cossettini y su
sobrina Leyla protagonizó entre 1935 y
1950 un emprendimiento educativo experimental escuela Dr. Gabriel Carrasco, de
barrio Alberdi, que "trataba de unir la cabeza y los sentimientos de los
alumnos". Dice que siempre tuvo "tendencia a la belleza" y una
de las cosas más trascendentes de su
vida “fue descubrir la belleza escondida que había en cada uno de chicos".
Desde pequeña, cuando aún no sabía
leer, ya sentía amor por los libros. Quizás fue porque se manejaba libremente
con ellos y jamás nadie le dijo "ése no se toca". "No entendía
con mi cerebro, entendía con mi corazón", dice al recordar sus años en San
Jorge, la ciudad donde nació, y en Rafaela, donde se crió.
Leticia tiene necesidad de contar de dónde vino para
que puedan entenderse con mejor claridad su trayectoria y su presente. Por eso
a su padre, un maestro italiano de Véneto que llegó con la misión de colaborar
"con esa gente modesta que quería que sus hijos se ilustren, y que fueran
mejor que ellos".
"Ese hombre me enseñó sin enseñarme, porque
alguien dijo sabiamente que el aprender
es válido cuando uno se olvida el aprendizaje y queda la esencia, el núcleo
sensible", dice con palabras elegidas que suelen ser ayudadas con tenues
movimientos de sus manos
Y ese hombre, del cual ni desliza su nombre, lo siente
como una marca luminosa, como el ejemplo de vida que ella llevó -junto con su
hermana Olga- a lo largo de su excluyente carrera docente.
Cuando
recuerda los tiempos en que su padre fue director del Centro Filodramático de
Rafaela, cita momentos que tienen que ver con esa magia de "enseñar sin
enseñar", aplicable a cualquier disciplina de vida.
"El
provocaba en mí situaciones que me incitaba a moverme -dice entusiasmada-,
nunca me dijo 'tienes que hacerlo así'. Y cuando en mis primeros pasos me
expresé de alguna manera, ¿sabe lo que me hizo?: tomó mi frente, me dio un beso
y me dijo 'repítelo'. El que repite así, ya saca algo de sí mismo, no tiene
miedo ni inhibición. Hay una puerta prodigiosa que es la de la independencia,
de la libre manera de decidir, que hace que uno en ese momento sea otra
persona".
Esta formación
le dio a Leticia Cossettini un talento pedagógico, que ella aplicó después en
sus alumnos de turno mañana y los de teatro de la escuela Carrasco, y que la
llevaron inevitablemente a una "tendencia a la belleza".
"Yo no
sabia qué era la belleza -admite. La belleza se descubre por caminos
diferentes. Y cuando fui maestra, además de esa tarea preciosa de ayudar al
despertar de un niño, yo tenía el pensamiento de descubrir esa belleza
escondida que cada uno tenía con un mensaje diferente. Creo que, en mi vida modesta,
fue una de las cosas más trascendentes que enriquecieron mi existencia y mi
trabajo".
La grandeza de lo simple
La mirada intelectual, poética y hasta filosófica de
Leticia Cossettini no quiere decir que les sean ajenas otras cosas de la vida,
que la hacen igualmente feliz. Una buena comida, su jardín y el diálogo con
vecinos, o personas apenas conocidas, le producen un placer inocultable.
"Yo amo
el jardín", afirma. "Me crea una zona de serenidad, de equilibrio, y
me pone en contacto con la tierra, los perfumes y los colores. Aquí todas las
ventanas miran al jardín, desde donde se ven el cielo, la Vía Láctea y se escucha
de vez en cuando la sirena de algún barco que pasa. Todos esos elementos se dan
en mi jardín, que no es espectacular, porque yo creo que el encanto no es
espectacular, sino secreto", detalla.
Su nombre en italiano, Letizia,
significa alegría, que, según sus palabras, "es aquella alegría del goce
íntimo, delicado, no ruidoso". Es misma sensación que transmite a la gente
con la cual dialoga en la diariamente. "La gente sencilla, la que no sale
de las academias, veces tiene reflexiones que son notables", asegura, para
agregar que : encuentros más valiosos son aquellos en los que en algún momento
se dice algo inteligente, que están tocando una necesidad de claridad nuestro
espíritu".
Con tanta sabiduría a flor de piel, al
cronista se le ocurre hacer una
pregunta que tendrá una respuesta marca Cossettini.
"-Usted repite la palabra inteligencia ¿En qué ayuda la inteligencia
para
Sobrellevar distintas situaciones
de la vida?
*¿Usted quiere un consejo? (risas). No, yo le expongo
mis circunstancias, no puedo ponerme a predicar.
Una escuela sin filas ni timbres
"Los quince años que duró el ensayo que Olga
dirigió en la escuela Carrasco fueron de una enorme vitalidad, de una gran
belleza espiritual, de una exigencia de la inteligencia y de la solidaridad,
que es la única que puede lograr la plenitud de una Obra. Hoy pareciera que se
han olvidado de la solidaridad y la ética, y nada puede emprenderse de una manera
fecunda si no resta la ética" sostiene de manera crítica Leticia
Cossettini.
Esto confirma un principio que, junto con su hermana, llevaron
adelante sobre la base de las palabras del pensador Montaigne: "El que se
educa es un hombre. Es preciso no hacer de él dos”. Esto es, no separar razón de corazón
Esa
filosofía defendieron desde 1935 hasta 1950 en una escuela considerada una de
las pioneras de la corriente pedagógica en la Argentina. La
Carrasco, La Serena
o La Escuela Nueva
fue ese lugar donde los chicos podían debatir ideas, siempre desde el programa
oficial, pero con una mirada más amplia y creativa sobre las cosas simples de
la vida.
"Observábamos la naturaleza, escuchábamos el
canto de los pájaros. Era una escuela sin timbres ni campanas. Nosotros
sabíamos que la música marcaba la hora de entrar o salir" recordó
Mariana, ama de casa, de 53 años, ex alumna de Leticia Cossettini, en
testimonios recogidos para el filme de Mario Piazza
"La escuela de la señorita Olga'.'
Después de que personalidades como Margarita Xirgu,
Hilarión Hernández Larguía, Romero Brest y Beppo Levi, entre otros, visitaron
y elogiaron el proyecto, todo concluyó un 30 de agosto de 1950. Ese día, un
decreto -con firma ¡legible— prohibió el ensayo educativo y destituyó a Olga,
que se retiró del proyecto junto a su hermana. "Fue por motivos políticos.
Pero pasa siempre así, cuando la escuela tiende a abrir los ojos, siempre hay
alguien que se siente molesto y lo impide',' sostuvo Leticia. Y lo impidieron
porque no todos entienden que "razón y corazón deben ir juntos" y que
"la vida de un ser humano es una sucesión de germinaciones y el maestro
sólo debe sugerir lo que considere para que aquello que está potencialmente escondido
en el niño se manifieste'.
Fuente: Del Libro Perfiles de Rosario. Fundación La Capital. Rosario
2008. 25 de mayo de 1988. Fotos de Enrique Rodríguez.