Por Miguel F. Oses
El autor de este
artículo, Miguel F. Oses, falleció en Buenos
Aires el 8 de octubre de 1928. Además de colaborar en diarios y revistas
escribió buen número de saínetes, entre los que se mencionan* "Dársena
Sud", con música de Juan Canavesi9 estrenada en> 1911;
"Calle Cortada", en colaboración con Augusto Garrido y música de
Antonio De Bassi, estrenada en 1917; "El astillero", con música de
Francisco Paya, estrenada en 1922;
"A la gran muñeca", con música de Jesús Ventura, obra que incluye en
monólogo "Lengua de trapo", uno de los grandes éxitos de Enrique
Muiño; *La canción del odio", zarzuela, con música de Ernesto L. Oses.
Debemos estos datos al escritor Jacobo A. de Diego, a quien agradecemos su gentileza.
Motiva la inclusión del
trabajo de Oses en esta Revista, la exactitud de sus referencias acerca de
personas y hechos, las que mediante llamadas nos permitimos ampliar y vn algún caso aclarar para mayor
ilustración de los lectores (N. de la D.).
Era por 1921. La Federación de Gentes de
Teatro, nacida a raíz del conflicto provocado por un grupo de autores que se
disgregaron de la vieja Sociedad de Autores, tenía suma necesidad de obtener
un teatro en Rosario para la actuación de la compañía que se desempeñaba en el
Avenida, de Buenos Aires, cuando se produjo el movimiento de mayo. Yo formaba
parte del Consejo Federal, en representación de los autores, con Belisario
Roldan, Claudio Martínez Paiva y Defilippis Novoa, y una madrugada, a las 3 más
o menos, se decidió librar una batalla a los empresarios arrebatándoles el
teatro de La Comedia,
cuyo arrendatario era José Palmada (1), el viejo amigo y aplaudido actor.
Sin darme tiempo a preparar una muda de ropa, se me designó general en jefe y hube de partir a
Rosario en el tren que salía a las 7 de Retiro.
No es mi intención de
recordar la lucha que entablé y en la que vencí a Méndez, delegado de la
Sociedad de Empresarios, embarcado en el mismo tren. Palmada,
como toda la población de Rosario, simpatizaba con la Federación, y Méndez hubo de regresar mohíno,
mientras yo volvía vincitore con mi contrato en el bolsillo.
Era la primera vez que
visitaba Rosario y, lo confieso, regresaba con honda pena, pues me había entrado por los ojos, como suele decirse.
Por fortuna, el Consejo
Federal me designó delegado en la compañía y tres días después me instalaba en
la ciudad que, por tres meses, iba a ser punto de mi residencia.
Rosario, en esa época, sólo tenía un punto de reunión para los
noctámbulos: el Café de La
Comedia (2), que permanecía abierto toda la noche y donde me
hice de una cantidad de amigos, periodistas, literatos, artistas, etc. Al
único que conocía fuera de José Palmada, era el gordito Alejandro Berruti (3)quien me piloteó por los
andurriales bohemios y en el café me hice grandes amigotes les debo a todos muchas gentilezas—. Bravo, el simpático Negro que bruloteaba en Crónica (4), Robertaccio (5) que a su vez lo hacía en La Acciión (6), De la Torre, Gianii Baraldi y otros, solíamos juntarnos en derredor de una mesa, patada la hora de los espectáculos, sorbiendo un chocolate chirle —creo que fue un brebaje
invención de Robertaccio— consistente en una barrita del producto disuelto a cucharazos en un vaso de leche (7)..
Reuníanse en el café tipos de los más
pintorescos. Satorra, un cómico venido a menos, que a la sazón desempeñaba el
puesto de boletero en el Cine San Martín, un tal Bochita, impenitente recogedor de quiniela (8) cuyo mayor cliente era José
Palmada – durante mi estada Palmada acertó tres veces las tres cifras- y otros
cuyo recuerdo se ha esfumado a través del tiempo.
Este juego de las quinielas era entonces una
epidemia en la segunda ciudad de la República. Lo
asediaban a uno el canillita, el mozo de café, el expendedor de cigarrillos.. . ¡hasta el vigilante!
¡Las tres primeras y
últimas veces que arriesgué 0,50 al malhadado jueguito, fue en Rosario, y la
culpa la tuvo el simpático negro Bravo, a cuya invitación era inútil resistir.
Recuerdo una anécdota
muy curiosa. Fue el primer día de mi estada en Rosario y como andaba muy
agitada la cuestión obrera, no me llamó la atención al salir del Hotel Italia y
cruzar la calle San Luis, ver la acera del mercado (9) bullendo con garrada
muchedumbre.
Al llegar al teatro La Comedia, le pregunté a
Giménez:
—¿Se ha declarado ya la huelga general solidaria con la de Buenos
Aires? e
—No creo— me respondió
el secretario de Palmada. Los diarios nada dicen. ^" Es que acabo de ver
reunidos a los obreros, —¿Dónde?
—En la calle San Martín, junto al mercado.
Giménez lanzó una de aquellas carcajadas hispanas, tan características en él, que llenaban el vestíbulo del teatro.
—¿Huelga general? Pero
amigo, ¡Lo que usted ha visto son gentes que esperan el número de la grande!
Solía concurrir también al café un distinguido
facultativo, el doctor Saibene (10), espíritu mordaz y gran camarada, a quien
le causaba gracia mi asombro, comentando el asunto con aquella ironía que
manejaba tan bien como el escalpelo.
Pasé noches deliciosas en aquel café, mundillo en que se agitaban seres de toda catadura; un poco de hampa, otro poco de
bohemia, un mucho de intelectualismo sin patente oficial, quizá el más legítimo
porque se debe al propio esfuerzo.
Allí aprendí a conocer la gentileza rosarina tan franca y abierta como
una mano y un corazón y un tiempo más tarde, hube de expresarlo en unos versos
que Bravo dio en Crónica a manera de adelanto
sobre mi pieza teatral a estrenarse y la cual constituyó uno de los mayores
éxitos de Rosario.
Me has brindado, Rosario, finezas tantas
que en tí sentí
calores de patrio albergo,
por eso reverente
llego a tus plantas
y humilde me
despojo de mi chambergo.
¡Si pudiera hablar la cortada Ricardone! Habría de contar cosas que es
bueno callar. Es que, pese a que Rosario era entonces una ciudad tranquila de
noche (11), nosotros llevábamos en el alma esa turbulencia
que no se apaga ni con la nieve plateando los cabellos.
Con todo, preferible es
ser así. El Café de La Comedia
podía albergar entre el humo de los cigarros y la batahola de su clientela más de un episodio algo áspero, pero albergaba también ese romanticismo incurable de todos los
soñadores
Notas
(1) Actor teatral, nacido en Barcelona, España, en 1868. Comenzó su carrera
artística en 1885 en la ciudad natal. Llegó al país en 1898 y poco después de
desempeñarse como actor en Buenos Aires, se constituyó como empresario
especializado en género chico español. Fue también intérprete de los primeros sainetes
criollos. Su deceso ocurrió en Buenos ¡Aires el 18 de julio de 1950.
(2) Aún: en actividad, sobre la calle Mitre, al lado del Teatro La Comedia. No era el
único local público de reunión de trasnoche en el centro de la ciudad; entonces
y desde 1857, año de la inauguración- del Mercado de Abasto, luego llamado
Mercado del Sud, y del Mercado Central, que lo reemplazó, sobre locales
exteriores de esos edificios funcionaron cafés atendidos por españoles,
permanentemente abiertos las 24 horas y denominados "La Cantábrica'', "La Castellana",
"La Andaluza",
"La Navarra",
etc., frecuentados por noctámbulos de toda laya, desde peones portuarios a
intelectuales de nota. También frente a la estación Rosario Norte, en el barrio
Súnchales, otros cafés y bares concentraban sin interrupción alguna entre una y
otra jornada, parroquianos de heterogéneas actividades, lícitas e ilícitas, lo
mismo que viajeros esperando la salida de los trenes de la madrugada.
(3) Periodista y autor teatral, nació en Córdoba en 1888. Vivió en Rosario
desde niño y cursó estudios secundarios en la Escuela Nacional
de Comercio. Fue redactor de diarios y dirigió1 el vespertino humorístico
"La Nota"
que apareció desde 1913 a
1915 y reapareció, aunque por breve término, en 1919. Escribió más de setenta
obras teatrales, la pernera, "Cosas de la vida", estrenada en 1912 en
el teatro Politeama, de Rosario. La revista satírica "Rosario Film N?
2", otra de sus piezas más festejadas, se representó treinta veces consecutivas en
el teatro Olimpo. Fue secretario de la liga Rosarina de Foot-Ball y presidió el
Círculo de la Prensa. Ya
consagrado como autor se radicó en Buenos Aires donde continuó esas
actividades; fue director escénico de varias compañías, administrador del
Teatro Nacional de Comedias, delegado de los autores argentinos en la Comisión Nacional de
Cultura y vicepresidente de la Asociación Argentina de Foot-ball. Entre sus producciones más
conocidas se encuentran "Madre tierra", "La mejor
doctrina", "La suprema ley" y "¡Quien tuviera veinte
años!".
<4 1914="" a="" aparecer="" comenz="" de="" diario="" en="" la="" ndose.="" public="" sigue="" span="" tarde.="" y="">4>
<5 1898="" 1961.="" antonio="" ciudad="" empresario="" en="" fue="" la="" misma="" muri="" naci="" periodista="" redactor="" ro="" robertaocio="" sario="" span="" teatral="" y="">5>de periódicos, entre otros de los diarios "La Nota*', "Crónica",
"Reflejos", "La
Tierra" y "Tribuna"; a este último lo dirigió
varios años y ya con el nuevo título de "La Tribuna", compartió
su propiedad y dirección con Virgilio Albanese. Fue empresario del teatro La Comedia, presidente del
Círculo de la Prensa,
diputado provincial y autor de comedias.
<6 1918="" 1923="" 1957.="" a="" ana="" apareci="" comenz="" como="" convirti="" de="" desde="" diario="" durante="" edici="" en="" la="" ma="" n="" ndose="" neamente="" partid="" publicado="" semanario="" simult="" span="" tiempo="" un="" una="" vespertina.="">6>
(7) El invento de Robertaccio se
popularizó con el nombre de rema. Para prepararlo, el parroquiano debe remar afanosamente con la cucharita en
el vaso de leche caliente, hasta desintegrar la barrita de chocolate.
8) Juego clandestino en que se premian
apuestas a las cifras finales de los primeros premios correspondientes a alguna
de las distintas loterias oficiales que se sortean semanalmente. Se apuesta a
una, dos y tres cifras y, según eso, va aumentando el monto del premio que se abona
si se acierta. También se juega con redoblona, esto es, apostando * un
número y lo obtenido en premio queda apostado a otro número. Tuvo origen en
Rosario a fines del siglo anterior y se atribuye s • creación al
agente de loterías D. Irigoyen, establecido en la calle San Martín 892 (dato que me comunicó en 1922 el periodista Domingo Castro). Desde
entonces ha seguido una trayectoria turbulenta $ su prohibición policial y
municipal, jugándose clandestinamente en domicilios, lugares de trabajo y hasta
en bancos de las plazas. Hubo varios intentos: de
oficializarla y hasta ordenanzas en ese sentido que no perduraron. El nombre de
quiniela, supongo fue tomado
juego así denominado que, en las últimas décadas del siglo pasado se disputaba en los partidos de pelota a la
vasca cumplidos en los frontones de Rosario, donde los apostadores a favor de los vencedores obtenían dividendos en caso de acertar, tal como en las carreras de
caballos. Robustece la suposición la circunstancia de que D. Irigoyen era vascongado.
(9) Se refiere al desaparecido Mercado Central, demolido entre 196G v 1961, situado
en la manzana limitada por las calles San Luis, San Martín y San Juan y la entonces cortada
Riva, actual Barón de Mau^
(10) Pompeyo Saibene, conocido médico de la época.
(11)
No toda la ciudad era tranquila de noche; en el famoso barrio de Pichincha, donde se concentraban los lupanares, mantenían
actividades hasta las 4 de la mañana, sus numerosos bares, cafés con orquestas y cantantes, casas de comida, etc. En éstos y aquéllos no siempre transcurrían pacíficamente las noches..
Fuente: Extráido de la " Revista de Historia de Rosario" Año X- N• 23-24. Publicación de la sociedad de Historia de Rosario Enero/Junio- Julio/Diciembre de 1972.-