Serían
dos hechos disímiles, sin embargo, los que convocarían .el interés de los
rosarinos, sin distinción de clases sociales, en aquel 1921 de las grandes
huelgas. El primero de
ellos, si bien anecdótico, no lo sería tanto para algunos representantes de la
burguesía rosa-1 ni.1, que verían en el
episodio la tenebrosa sombra del "bolcheviquismo", que por entonces
comenzaba a extender su influencia a todo el mundo.
Mientras la ciudad se
entretenía, sobre todo por las noches, con los vaivenes jocosos y entretenidos
del Carnaval, cuyo festejo correspondía ese año a la primera semana de febrero, un grupo de estudiantes, a los que se
agregaría alguno que otro trabajador, decidió que el momento era propicio para
un operativo de resonancia. Así, en la mañana del lunes 7 de ese mes, se presentaron en el Palacio Municipal y lo
tomaron sin mayor alboroto, luego de persuadir al guardián del edificio para
que no se resistiera. Los hechos, a partir de ese momento, Se precipitaron en
una sucesión de instancias que rozaban el surrealismo, aunque estuvieran
teñidas de cierto viso ideológico exterior que no excluía la posibilidad cierta
de que se tratase de una broma de (Carnaval o de una
estudiantina.
Una
decisión de los "asaltantes" contribuyó a sembrar la semilla de la
confusión y a generar escalofríos en más de uno: la de izar en el mástil del
frente de la
Municipalidad una improvisada bandera roja en reemplazo de la
argentina. El izamiento del denominado peyorativamente "trapo rojo"
(vituperado todavía hoy con esa misma calificación por alguno que otro
exponente de un pensamiento reaccionario) cedió paso a otra serie de acciones
no menos inquietantes como la de decretar la cesantía en sus funciones del
intendente.
Juan
Alvarez resume aquella aventura en
pocas líneas: Acto seguido los
diecinueve invasores decretan la destitución del intendente: lo reemplazará un
"compañero" hasta tanto la Federación Obrera
Comunista local designe otro. Ordenes sucesivas del intruso "lord
mayor" suspenden la vigencia de los impuestos como primera medida del
mejoramiento de las condiciones de los pobres... Este gobierno de opereta
alcanzó a durar hora y media. Apercibido el jefe del Regimiento 11 de línea, bastaron
pocos soldados para apabullar a los bromistas, que no otra cosa eran, arrióse
la revolucionaria insignia y un piquete de bomberos condújoles en tropel a la Alcaidía.
Sin
embargo, Álvarez deja traslucir la
opinión invariable de la conservadora clase alta de la ciudad, de la que él era
también un exponente destacado: Advirtamos que dar a sus
excesos cierto tinte de jarana y burla constituía una de las tácticas de los
agitadores, sirviéndoles para presentarse bajo cariz más inofensivo, del mismo
modo que usaban al gremio estudiantil como embotante almohada contra
represiones policiales... El
episodio, de todos modos, no dejaría otra huella que la de su inclusión en
alguna cronología histórica de la ciudad.
Mayor
perdurabilidad (como la que le otorga la inclusión de su protagonista en la
nomenclatura urbana de Rosario, con una calle que perpetúa su nombre, en la
zona norte de la ciudad) tendría el segundo episodio, relacionado con un
modesto trabajador ferroviario, el maquinista Carlos Gallini, que el miércoles
Io de marzo de"1921 pierde la vida al impedir el
descarrilamiento del tren rápido que unía Rosario con Buenos Aires, a la altura
de la localidad de Coronel Aguirre. Uno de los tantos actos heroicos de
modestos servidores públicos que por lo general quedan en el anonimato.
El
accidente, que pudo constituirse en una real tragedia, conmovió igualmente a
la ciudad ya que las primeras informaciones llegadas a la estación Rosario
Norte, en la noche de ese día, eran en verdad impactantes puesto que se carecía
de mayores certezas sobre la realidad del episodio. El tren rápido proveniente
de Retiro y con destino final en Córdoba había tenido ya una señal preocupante en la
estación Benavides, al originarse un
incendio en uno de los furgones del convoy, sofocado
por el personal.
El retraso de poco más de más de media
hora fue la primera señal de alarma en Rosario, la que se hizo mayor al
producirse el choque de la locomotora con un caballo que cruzaba las vías en
una zona no alambrada. El impacto levantó las ruedas de la máquina que comenzó a desplazarse fuera de los rieles, sobre los durmientes, por un trecho
de casi 300 metros, hasta salir del tendido ferroviario y descarrilar al encontrar un
zanjón. Quedó allí, informaba La Capital el jueves 3, como ti lucra una gran masa informe de hierro y
en el desastre la acompañaron otros coches que no volcaron pero que recorrieron también descarrilados los mismos 300
metros, hasta quedar en posición inclinada al parar,
unos destrozados y otros con desperfectos. Sólo tres coches no sintieron los efectos: fueron
los dos
dormitorios que iban para Córdoba y el pullman.
dormitorios que iban para Córdoba y el pullman.
El maquinista Gallini,
un uruguayo de 38
años
que trabajaba hacía Ocho años en la empresa Central Argentino y era considerado
uno de los mejores en esa tarea ferroviaria, tomó la decisión de no aplicar
vio-1. 1 ii.miente los frenos al
producirse el impacto con el animal y fue Ii.k leudólo
en forma paulatina para evitar de ese modo el descarrilamiento de todo el tren
y la consiguiente tragedia. Dicha decisión lo llevaría a la muerte, siendo la
única víctima fatal del episodio.
Gallini no abandonó el freno. Habíase
como clavado en él, sabiendo el peligro que corrían todos y trataba de detener
cuanto antes la locomotora y por grados. Este fue un gesto heroico. No contó
con el obstáculo de la zanja donde la máquina debía encontrar el vacío para
afirmarse luego e inclinarse después. Pensó que debía detener la marcha del
convoy descarrilado cuanto antes porque si no la catástrofe sería horrible. Y
así lo sorprendió la muerte. Una palanca contribuyó más a ello, clavándose en
el pecho del bravo maquinista. El foguista Víctor Molió no perdió su serenidad
en los momentos del peligro. Al notar que la máquina estaba descarrilada
aferróse a una manija exterior de la locomotora, esperando el resultado. Su
buena estrella hízole situarse en una buena posición, de manera que al volcar
la locomotora y matar a Gallini, el foguista se trepaba al lado opuesto
quedando en alto, desde donde se arrojó a tierra. Molió fue detenido en los
primeros momentos por la policía pero enseguida se le puso en libertad por
cuanto no había motivos para privarlo de ella.
{La Capital,
jueves 3 de marzo de 1921)
El
velatorio y entierro de Gallini fue una demostración popular de reconocimiento
a su gesto. Un dato lateral: en el mismo tren viajaba a Rosario la compañía
teatral de Lola Membrives, la famosa actriz que inauguraría años después el
Teatro Odeón rosarino, y que en esa ocasión llegaba para un ciclo de funciones
en el Teatro Olimpo. La primera de ellas, por decisión de la Membrives, fue a total
beneficio de la familia del infortunado trabajador, su viuda y cuatro hijos,
que habitaban una modesta vivienda en Brown 2856.
Fuente: extraído de libro rosario del 900 a la “década infame” tomo II
editado 2005 por la
Editorial homo Sapiens Ediciones