Escudo de la ciudad

Escudo de la ciudad
El escudo de Rosario fue diseñado por Eudosro Carrasco, autor junto a su hijo Gabriel, de los Anales" de la ciudad. La ordenanza municipal lleva fecha de 4 de mayo de 1862

MONUMENTO A BELGRANO

MONUMENTO A BELGRANO
Inagurado el 27 de Febrero de 2020 - en la Zona del Monumento

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martes, 16 de diciembre de 2014

EL DENOSTADO "TRAPO ROJO

Por Rafael Ielpi



Serían dos hechos disímiles, sin embargo, los que convocarían .el interés de los rosarinos, sin distinción de clases sociales, en aquel 1921 de las grandes huelgas. El primero de ellos, si bien anecdótico, no lo sería tanto para algunos representantes de la burguesía rosa-1 ni.1, que verían en el episodio la tenebrosa sombra del "bolchevi­quismo", que por entonces comenzaba a extender su influencia a todo el mundo.

Mientras la ciudad se entretenía, sobre todo por las noches, con los vaivenes jocosos y entretenidos del Carnaval, cuyo festejo corres­pondía ese año a la primera semana de febrero, un grupo de estudiantes, a los que se agregaría alguno que otro trabajador, decidió que el momento era propicio para un operativo de resonancia. Así, en la mañana del lunes 7 de ese mes, se  presentaron en el Palacio Municipal y lo tomaron sin mayor alboroto, luego de persuadir al guardián del edificio para que no se resistiera. Los hechos, a partir de ese momento, Se precipitaron en una sucesión de instancias que rozaban el surrea­lismo, aunque estuvieran teñidas de cierto viso ideológico exterior que no excluía la posibilidad cierta de que se tratase de una broma de (Carnaval o de una estudiantina.

Una decisión de los "asaltantes" contribuyó a sembrar la semilla de la confusión y a generar escalofríos en más de uno: la de izar en el mástil del frente de la Municipalidad una improvisada bandera roja en reemplazo de la argentina. El izamiento del denominado peyorativa­mente "trapo rojo" (vituperado todavía hoy con esa misma califica­ción por alguno que otro exponente de un pensamiento reacciona­rio) cedió paso a otra serie de acciones no menos inquietantes como la de decretar la cesantía en sus funciones del intendente.

Juan Alvarez resume aquella aventura en pocas líneas: Acto seguido los diecinueve invasores decretan la destitución del intendente: lo reemplazará un "compañero" hasta tanto la Federación Obrera Comunista local designe otro. Ordenes sucesivas del intruso "lord mayor" suspenden la vigencia de los impuestos como primera medida del mejoramiento de las condiciones de los pobres... Este gobierno de opereta alcanzó a durar hora y media. Apercibido el jefe del Regimiento 11 de línea, bastaron pocos soldados para apabullar a los bromistas, que no otra cosa eran, arrióse la revolucionaria insignia y un piquete de bomberos condújoles en tropel a la Alcaidía.

Sin embargo, Álvarez deja traslucir la opinión invariable de la conservadora clase alta de la ciudad, de la que él era también un expo­nente destacado: Advirtamos que dar a sus excesos cierto tinte de jarana y burla constituía una de las tácticas de los agitadores, sirviéndoles para presen­tarse bajo cariz más inofensivo, del mismo modo que usaban al gremio estu­diantil como embotante almohada contra represiones policiales... El episo­dio, de todos modos, no dejaría otra huella que la de su inclusión en alguna cronología histórica de la ciudad.

Mayor perdurabilidad (como la que le otorga la inclusión de su protagonista en la nomenclatura urbana de Rosario, con una calle que perpetúa su nombre, en la zona norte de la ciudad) tendría el segundo episodio, relacionado con un modesto trabajador ferroviario, el maqui­nista Carlos Gallini, que el miércoles Io de marzo de"1921 pierde la vida al impedir el descarrilamiento del tren rápido que unía Rosario con Buenos Aires, a la altura de la localidad de Coronel Aguirre. Uno de los tantos actos heroicos de modestos servidores públicos que por lo general quedan en el anonimato.

El accidente, que pudo constituirse en una real tragedia, conmo­vió igualmente a la ciudad ya que las primeras informaciones llegadas a la estación Rosario Norte, en la noche de ese día, eran en verdad impactantes puesto que se carecía de mayores certezas sobre la reali­dad del episodio. El tren rápido proveniente de Retiro y con destino final en Córdoba había tenido ya una señal preocupante en la estación Benavides, al originarse un incendio en uno de los furgones del convoy, sofocado por el personal.

El retraso de poco más de más de media hora fue la primera señal de alarma en Rosario, la que se hizo mayor al producirse el choque de la locomotora con un caballo que cruzaba las vías en una zona no alambrada. El impacto levantó las ruedas de la máquina que comenzó a desplazarse fuera de los rieles, sobre los durmientes, por un trecho de casi 300 metros, hasta salir del tendido ferroviario y descarrilar al encontrar un zanjón. Quedó allí, informaba La Capital el jueves 3, como ti lucra una gran masa informe de hierro y en el desastre la acompañaron otros coches que no volcaron pero que recorrieron también descarrilados los mismos 300 metros, hasta quedar en posición inclinada al parar, unos destrozados y otros con desperfectos. Sólo tres coches no sintieron los efectos: fueron los dos
dormitorios que iban para Córdoba y el pullman.

El maquinista Gallini, un uruguayo de 38 años que trabajaba hacía Ocho años en la empresa Central Argentino y era considerado uno de los mejores en esa tarea ferroviaria, tomó la decisión de no aplicar vio-1. 1 ii.miente los frenos al producirse el impacto con el animal y fue Ii.k leudólo en forma paulatina para evitar de ese modo el descarrila­miento de todo el tren y la consiguiente tragedia. Dicha decisión lo llevaría a la muerte, siendo la única víctima fatal del episodio.


Gallini no abandonó el freno. Habíase como clavado en él, sabiendo el peligro que corrían todos y trataba de detener cuanto antes la locomotora y por grados. Este fue un gesto heroico. No contó con el obstáculo de la zanja donde la máquina debía encontrar el vacío para afirmarse luego e inclinarse después. Pensó que debía detener la marcha del convoy desca­rrilado cuanto antes porque si no la catástrofe sería horrible. Y así lo sor­prendió la muerte. Una palanca contribuyó más a ello, clavándose en el pecho del bravo maquinista. El foguista Víctor Molió no perdió su sereni­dad en los momentos del peligro. Al notar que la máquina estaba desca­rrilada aferróse a una manija exterior de la locomotora, esperando el resul­tado. Su buena estrella hízole situarse en una buena posición, de manera que al volcar la locomotora y matar a Gallini, el foguista se trepaba al lado opuesto quedando en alto, desde donde se arrojó a tierra. Molió fue dete­nido en los primeros momentos por la policía pero enseguida se le puso en libertad por cuanto no había motivos para privarlo de ella.

                                                                                          {La Capital, jueves 3 de marzo de 1921)
El velatorio y entierro de Gallini fue una demostración popular de reconocimiento a su gesto. Un dato lateral: en el mismo tren via­jaba a Rosario la compañía teatral de Lola Membrives, la famosa actriz que inauguraría años después el Teatro Odeón rosarino, y que en esa ocasión llegaba para un ciclo de funciones en el Teatro Olimpo. La primera de ellas, por decisión de la Membrives, fue a total beneficio de la familia del infortunado trabajador, su viuda y cuatro hijos, que habitaban una modesta vivienda en Brown 2856.






Fuente: extraído de libro rosario del 900 a la “década infame”  tomo II  editado 2005 por la Editorial homo Sapiens Ediciones