QUINTA DE HUME, AVDA. DEL ROSARIO 5900 Alejandro
Cirilo Caballero Soy hermano de Mercedes y sobrino nieto Del Dr Ricardo
Caballero dueño de la mansión de esas fotos . Vicente Medina la construyo en el
año 1900 mas o menos y mi Tío se la compra a Medina en el año 1928 cuando mi
Tío era Jefe Político de Rosario y Medina andaba con algunos problemas
judiciales que mi Tío se los resolvió de allí su amistad con el .A la casa la
conozco hasta el ultimo rincón ya que viví allí varios años con mi Tío . Si le
interesa saber algo sobre las fotos me pregunta y con todo gusto se lo explico
ya que cada cosa tiene su explicación. La casa fue saqueada y demolida por
delincuentes en menos de un mes pues se nos murieron los caseros. Actualmente
queda el predio que es todo monte y lo tenemos en venta serán 10 hectáreas mas o
menos .Saludos. Vicente Medina Tomás, (Archena, Murcia, España 1866 - Rosario, Santa Fe, Argentina 1937). Poeta y
dramaturgo español y uno de los símbolos de la identidad regional murciana. Su
principal obra, Aires murcianos (1898), se convirtió en un trabajo de
referencia del costumbrismo sentimental y de denuncia social, alabado por
literatos como Azorín. Hoy día es considerado el mejor autor en lenguaje
tradicional murciano. Infancia y juventud. Hijo de un trabajador autónomo y una
modista, Vicente Medina nació el 27 de octubre de 1866 en la localidad de
Archena, en plena Vega del río Segura. En su pueblo estableció contacto con las
letras a temprana edad ya que su padre don Juan de Dios Medina, se hizo cargo
del quiosco del balneario de Archena, donde Medina pudo leer a autores como
Gustavo Adolfo Bécquer, José de Espronceda, Víctor Hugo o Emile Zola. Su padre
era conocido como Juan de Dios, "el de los romances", ya que era un
gran conocedor de estos autores, e incluso los recitaba por los pueblos; además
de que era un talentoso empresario, comerciante, macero, trovador, bardo,
aficionado a los viajes de aventura, a la literatura, la actuación, el canto ,
la música, la danza y al teatro. De esta forma, se puede suponer que Vicente
Medina tuvo una infancia repleta de historias y de relatos, reflejados en el
ejemplo paterno. Con sólo trece años se marchó de su localidad natal para
trabajar como relator en la mansión de un Procurador de los Tribunales, aunque
pronto volvió a Archena para continuar con la venta de libros y preparar unas
oposiciones de telégrados o aduanas que nunca llegó a realizar. Con 18 años
ingresó en el ejército, donde llegó a cabo de Infantería de Marina con destino
primero en San Fernando (Cádiz), y posteriormente a su tierra, concretamente la Capitanía General
de Cartagena. Sus primeros versos como poeta se publicaron durante su estancia
en Filipinas, donde fue como voluntario, comenzando allí su oficio literario.
En 1890 abandonó el ejército para volver a la Región de Murcia. Acabará en Cartagena, tras
fracasar con un negocio de tejidos en Archena. Sus inicios literarios en
Cartagena En la ciudad portuaria encontró trabajo en el Arsenal y en una
oficina comercial del dueño de dos periódicos, La Gaceta Minera y el
Diario de Cartagena. En 1891 contrajo matrimonio en Archena con Josefa Sánchez
Vera, la que sería personaje indiscutible en su poesía. Ambos se trasladaron a
Cartagena, donde Vicente trabajaba. Allí participará de la vida literaria y
artística de la ciudad, notándose su presencia en las tertulias del Abanico,
con Inocencio Medina Vera (su primo), Bartolomé Pérez Casas y sobre todo, José
García Vaso, su mentor y amigo. En este momento publicó colaboraciones
literarias en El Diario de Cartagena, El Republicano, o El Mediterráneo. En
1895 apareció su primera publicación, el poema titulado El Náufrago, que fue
bien recibido entre la crítica y el público, aunque después Medina renegaría de
él. El autor lo elaboró con un propósito benéfico, socorrer con el producto de
la venta a las víctimas del Reina Regente. El éxito de sus Aires murcianos] En
la ciudad de Cartagena publicó su primera obra dramática, El Rento (1898), con
la cual Vicente Medina quiso recuperar y dignificar el lenguaje huertano, el
cual era usado cómicamente en las fiestas de carnaval llenándolo de barbarismos
y extravagancias, algo que para el autor resultaba indignante. Fue entonces
cuando, en total desacuerdo con esta interpretación del panocho, escribió el
drama huertano de El Rento usando el dialecto murciano. El cual, fue muy bien
acogido por la crítica nacional, principalmente por José Martínez Ruiz Azorín,
que dijo de este trabajo: El Rento es una hermosa obra, un cuadro o canto
sentido, conmovedor, de costumbres campesinas (...) Un drama pasional, una pintura
fácil de un medio (...) es el drama del labriego, de la ruda gente del campo,
embrutecida por el trabajo feroz de todo el día, explotada por el amo . Las
excelentes críticas recibidas, animaron a Vicente a juntar los poemas que
elaboró como ensayo para confeccionar El Rento, surgiendo así la primera
edición de la que sería su obra maestra y más conocida, Aires murcianos (1898).
Este libro de poemas se convirtió en su obra cumbre, todo un canto al
sufrimiento de las gentes de la huerta del Segura. Su éxito fue inmediato,
llegándose a publicar incluso una edición en checo. Azorín dijo del mismo:
Aunque no escriba usted más, este diminuto volumen, que es de oro, bastará para
colocarle a usted entre los grandes líricos de nuestro parnaso. Su poesía es de
las pocas que conmueven hondamente. Puede tener usted la íntima convicción de
que ha hecho una obra de gran artista . De hecho, el mismo autor alicantino
llegó a prologar la primera edición de la obra. A partir de este momento la
vida literaria de Medina se tornó intensa, con estrenos teatrales de cierto
éxito, dramas y obras musicales, publicación de numerosos trabajos, tanto en
verso castellano normal como en prosa. Dentro de estas obras destacan Alma del
Pueblo (1900), La canción de la
Vida (1902) y La
Canción de la Muerte. También publicó una nueva serie de Aires
murcianos titulada La Canción
de la Huerta
(1905), que vio la luz en Cartagena, además de una compilación de su obra
poética en Poesía (Obras escogidas) (1908). Dentro del género teatral, tras El
Rento publicó ¡Lorenzo! (1899), La sombra del hijo (1900) y El Alma del Molino
(1902). Emigración a Argentina En 1906, diecisiete familiares suyos marcharon a
América, por lo que los deseos de Vicente de cruzar el Atlántico aumentaron
considerablemente. Finalmente emigró a Argentina en los comienzos de 1908
convirtiendo a éste país en su segunda patria. Su salida de España fue recogida
por la prensa murciana, la catalana y aún la suramericana, incluso Unamuno se
hizo eco de la misma en La
Nación. Primero permaneció en Buenos Aires, para luego pasar
a Rosario de Santa Fe, donde a través de diversos empleos mejoró su condición
económica, de hecho, llegó a convertirse en propietario agrícola mientras que
prosiguió su labor como literato a partir de 1915, que es cuando publicó La Canción de la Guerra (1915), una denuncia
antibelicista en plena Primera Guerra Mundial. También editó una revista
literaria denominada Letras y entre 1916 y 1919 regentó una escuela en la que
ofrecía veladas literarias y conferencias. En Buenos Aires apareció una nueva
serie de Aires murcianos titulada Abonico (1917), además de una sucesión de
reediciones y colecciones de obras completas. Tras la muerte de su esposa
publicó el libro Compañera (1921), compuesto por una serie de poemas de gran
tristeza ante el fallecimiento de la que fue su mujer durante 30 años. En 1924
abandonó su empleo por enfermedad, dedicándose a su obra literaria, editar
libros y recorrer Suramérica dando recitales de poesía. En 1928 se publicó en
Murcia una nueva serie de Aires murcianos, llamada esta vez ¡Allá lejicos!
(1928), en la que demostraba su añoranza por la Región de Murcia. Sus
últimos años. Regreso a Murcia y exilio final[editar · editar código]
Aprovechando una invitación para dar una conferencia en París, decidió volver a
su tierra, lo que vio hecho realidad en el mes de marzo de 1931, cuando en olor
de multitud fue recibido en Archena, disfrutando días después de unos juegos
florales en su honor celebrados en el Teatro Romea de la ciudad de Murcia. También
en Cartagena recibió un homenaje en el Ateneo de la ciudad. Los años siguientes
los pasó el poeta en su Archena natal, publicando en 1932 el que será su último
libro, Belén de pastores y villancicos (1932), obra extremadamente curiosa que
da una idea de cómo Vicente anduvo metido en asuntos políticos. De hecho,
Medina participó activamente en la política republicana del momento,
interviniendo en las elecciones de 1936 a favor del Frente Popular, haciendo
defensa de la cultura para todos, del acercamiento de los pobres a los bienes
de la enseñanza y la educación. En abril de 1936, aconsejado por sus
familiares, abandonó la
Región Murciana para volver a Argentina, llegando ya enfermo.
El 17 de agosto de 1937 murió finalmente en Rosario de Santa Fe, donde está
enterrado. Vicente Medina escribió alrededor de veinte libros de poesía y
cuatro dramas teatrales además de una gran cantidad de obra inédita. Sus
artículos en periódicos son muy numerosos y se encuentran esparcidos a través
España y América. Su poesía comenzó con un romanticismo sentimental y después
pasó a incorporar un fuerte rasgo de observación naturalista, que le hizo
avanzar hacia la denuncia social, mezclada con una mirada impregnada de un muy
noble sentimiento popular: la piedad por el prójimo. En sus poemas comprime ese
sentimiento de lo intrínsecamente murciano, desde la visión sentimental de la
gente de la huerta del Segura, con gran fidelidad, sin tener que llegar a la
sensiblería, superando lo tópico y lo abstracto del suceso. El poema "Cansera",
perteneciente a la primera entrega de Aires murcianos, ha sido estudiado
profundamente por el historiador José Mª Jover Zamora, quien en él ve una
fotografía del espíritu español justamente tras los desastres de Cuba y
Filipinas de forma previa a la
Generación del 98. Aunque también hay que reseñar en este
poema unos geniales valores líricos. CANSERA ¿Pa qué quiés que vaya? Pa ver
cuatro espigas arroyás y pegás á la tierra; pa ver los sarmientos rüines y
mustios y esnüas las cepas, sin un grano d’uva, ni tampoco siquiá sombra de
ella... Pa ver el barranco, Pa ver la laera, Sin una matuja... ¡pa ver que se
embisten, de pelás, las peñas!... Anda tú, si quieres, que á mí no me quea ni
un soplo d’aliento, ni una onza de juerza, ni ganas de verme, ni de que me
mienten siquiá la cosecha..... Anda tú, si quieres, que yo pué que nunca pise
más la senda, ni pué que la pase, si no es que entre cuatro, ya muerto, me
llevan..... Anda tú, si quieres..... No he d’ir, por mi gusto, si en crus me lo
ruegas, por esa sendica por ande se jueron, pa no golver nunca, tantas cosas
güenas... esperanzas, quereres, suores... ¡tó se jue por ella! Por esa sendica
se marchó aquel hijo que murió en la guerra..... Por esa sendica se jué la
alegría... ¡por esa sendica vinieron las penas!... No te canses, que no me
remuevo; anda tú, si quieres, y éjame que duerma, ¡a ver si es pa siempre!...
¡Si no me espertara!... ¡Tengo una
cansera!...
Anónimo