Y otra vez la mitología, esa «narración maravillosa (...) protagonizada por personajes de carácter divino o heroico» que «con
frecuencia interpreta (...) grandes acontecimientos de la humanidad». ¿Qué
otra cosa podría ser la mudanza de una cancha en apenas 48 horas, sino una
narración maravillosa protagonizada por personajes de carácter heroico..?
Porque, como aclara
Brisaboa, «la convivencia entre los dirigentes del club y las autoridades de
la empresa no era de la mejor. Y éstos
siempre priorizaban los negocios al espíritu deportivo». Y agrega, como preámbulo a lo que luego vendría, «... las relaciones de
los ingleses con la comunidad rosarina y con Central continuaban mal. Ya era
presidente Federico Flynn —había asumido en 1918—, y notaba las diferencias.
Periódicamente el Ferrocarril insistía en recuperar los predios que cedía, en
parte por cuestiones comerciales y en parte —según decían los centralistas—
porque sus autoridades no habían asimilado nunca que el club se acriollara y permitiera que ingresaran socios que no
fueran empleados de la Empresa»
(12).
En la rigurosa Historia de Rosario Central de Andrés Bossio, bajo el
título «A TRABAJAR SE HA DICHO...» se da cuenta de esta nueva epopeya:
«En 1917, propietarios de una franja de terreno que ocupaba el ferrocarril reclamaron la misma de
inmediato. Era, justamente, parte también de la cancha que usaba Central para
sus partidos oficiales. La
Liga Rosarina, ante esta situación, intimó a Central para
poner en condiciones su campo de juego —que había quedado 'mutilado' al
entregarse el sector de terreno reclamado a sus propietarios—. Dos días después
debían jugar contra Argentino (hoy Gimnasia) y si no arreglaban su campo debían
jugar el bravo encuentro en el Parque. Cuando todos estaban desconsolados,
pensando qué hacer, alguien resuelto exclamó: '¡Vamos, a trabajar se ha dicho,
que solo faltan 48 horas para el partido! Allí comenzó una febril tarea.
Jugadores, dirigentes y simpatizantes se unieron. Unos traían tierra, otros
alisaban el terreno, mientras algunos se ocupaban de correr los arcos.
Agotados y exhaustos, al momento de comenzar el partido con Gimnasia —que
terminó uno a uno— la nueva cancha estaba en condiciones y sus 'hacedores'
satisfechos...» (13). El gol de Central en aquel partido fue convertido por
Zenón Díaz, de penal.
La nueva cancha estaba en la Parada Castellanos,
también cerca del Central Argentino, «... al comienzo de la calle Iriondo,
contra la calle Facundo Zuviría, hoy Central Argentino, lindando con los
viejos terrenos de esa empresa que, frente al comienzo de la calle Humberto 1o,
siguen teniendo acceso por el Portón n° 1» (14). Hoy Central Argentino es la Avenida Intendente
Luis Lamas y esos terrenos forman parte del parque Scalabrini Ortiz.
En 1923 Federico J. Flynn convence a Mister M. F. Ryan, alto
funcionario del Ferrocarril, de que éste done toda la madera que la empresa no
utilizaba y «con la contratación de algunos peones especializados y cientos de
socios y simpatizantes centralistas que prestaron su desinteresada
colaboración, se construyó una tribuna con cien metros de gradas de unos diez
escalones, de cada lado de la cancha, con lo que se dio comodidad a unos quince
mil espectadores» (15). El costo de la obra fue de $ 15.000 de aquel entonces.
Bibliografía
12- BRISABOA,
JORGE: De Rosario y de Central, op. Cit.
Fuente: Bibliografía
del Libro “ El Gigante de Arroyito – La Verdadera historia Autor Fabián Bazán Editorial
Cultura Canaya – Año 2009.