Por Rafael Ielpi
Es también en el período entre 1950 y 1960 cuando se perfilan las personalidades musicales y creativas de dos rosarinos de innegable afinidad artística, similar refinamiento musical y estético y decidida vocación renovadora respecto de las formas tradicionales e incluso de los criterios literarios de la canción popular: Rodolfo "Chacho" Muller y Edgar "Tucho" Spinassi.
Este último, con una sólida formación musical, iba a transitar, como creador, dos de las formas musicales más entrañables para los argentinos, el tango, y el folklore, otorgándoles incluso una dimensión sinfónica, además de haber dejado una huella imborrable como ejecutante y como maestro y pedagogo. Fue, también, amigo de la bohemia nocturna, capar de escribir poemas que atesoran sus amigos tanto como de polemizar con vehemencia sobre la cultura nacional.
Nacido en Rosario en 1926 y formado musicalmente con Juan Gaggero y Julián Bautista (con quienes consolidaría vastos conocimientos de armonía, contrapunto, fuga y orquestación), iniciaría tempranamente su producción autotal con la Rapsodia en tiempo de tango (compuesta entre 1952 y 1953) y estrenada en 1962 por él mismo como pianista, primero con la Orquesta Sinfónica Provincial de Santa Fe, dirigida por Washington Castro, y luego con su similar de Rosario, conducida por Simón Blech. También profunda raigambre tanguera tendría más tarde su Concierto de Buenos Aires, para guitarra y orquesta y los tangos que compusiera, de delicado tratamiento, de los que sigue siendo un. notable ejemplo su Tango cromático.
El poema sinfónico Chacoguaiainba, sobre ritmos folklóricos de Litoral sería parte de su aporte a la jerarquización de los mismos, también reflejado en composiciones (zambas, vidalas, chacareras, tonadas cuyanas) de las que sería intérprete tan personal como inconfundible. Es lamentable que lo exiguo de su discografia comercial haya impedido que su capacidad de ejecutante llegara a auditorios más vastos y se confinara a preciosos testimonios grabados en poder de amigos o coleccionistas.
Tucho Spinassi —como entraría a la historia de la música santafesina- fue además, hasta su muerte en febrero de 1983, un investigador lúcido del acervo musical argentino. A ello uniría una vocación docente ejemplar, ejercida en Rosario desde la cátedra de Audioperceptiva del Instituto Superior de Música de Rosario y a través de los ciclos realizados en todo el país con el auspicio del Fondo Nacional de las Artes.
Estricto contemporáneo de Spinassi, Chacho Muller —nacido el 2 de enero de 1929-, representa un caso especial en el panorama de la música popular de raíz folklórica, a cuya renovación y jerarquización contribuiría con una obra de musicalidad particular, de complejidades provenientes tal vez de su frecuentación de otras formas de música popular como el jazz o la música clásica , y con una poética que intenta la superación de los clisés que muchas veces desmerecen la música del Litoral. Buena parte de su io demasiado extensa pero sí muy valiosa obra autora¡ está vinculada de modo estrecho a la temática de la región y, en especial, a elementos arquetípicos de la misma: el río, las islas, los oficios vinculados a ambos, el paisaje distintivo del Litoral. A esas vivencias y escenografía, Muller ha dedicado algunos de los temas más personales del repertorio litoraleño, desde La isla o Mujer de la isla a Creciente de nueve lunas, Corazón de curupí y otros, aunque no son menos innovadores algunos de sus temas de raíz pampeana.
Del período 1930-1960 son asimismo algunos otros artistas vinculados con el folklore, como Alfredo Santos Bustamante, esforzado continuador de una tradición de hondas raíces populares. En radios, en peñas, en el cierre de muchas presentaciones de las compañías de radioteatro, el Payador Bustamante sostendría hasta muy avanzada la década del 60 el ingenio y la rima de viejos maestros de ese arte.
Similar fidelidad a las tradiciones vernáculas tendrían los Hermanos Forcat, de larga trayectoria, Víctor Villamayor y Lily Ortiz, dedicados a la difusión de la música paraguaya y Leonidas Montero, uno de los pioneros en la formación de orquestas folklóricas.
Igualmente recordables, a mediados de los años 50, serían grupos como Los Huayra Rupa, también formado por estudiantes universitarios de Arquitectura e In-
geniería en 1956, —habitantes de pensiones legendarias como "El Fortín", en Alem 2160 o "El Infierno" en Alem 1731-, entre cuyos intengrantes pueden mencionarse a Rubén Pinazo, Rubén Hernández, Angel Moukarzel, José Oveja Montoya, este último un relevante autor y compositor de música santiagueña, Román Sturn y el Moto Hoffman y el Pata Suarez, cuyos apodos borrarían casi del todo a sus nombres, aunque no el recuerdo de su autenticidad. También estudiantes secundarios serían Los Cuimbaé, (Codaglio, Berbel, Kanner, Dorín), primer grupo vocal dedicado a la música del Litoral, con un repertorio que la jerarquizaba, y cuyos escasos discos, casi inhallables, son testimonios de la calidad de aquel grupo, como su versión de Viejo Caá Caatí.
Fuente: Extraído de la colección de Vida Cotidiana de 1930-1960. Editado por el diario “La Capital