Por Eduardo Sánchez
En 1950, y a solo 3 meses de haber sido inaugurado, las noches de los miércoles del Estadio Norte, comenzaron a dedicarse al cachascán, que de acuerdo a las noticias llegadas desde los Estados Unidos era el deporte que más público había atraído durante la temporada 1949 en aquel país.
Comienza el cachascán
El primer torneo, se lanzó el 15 de marzo del 50, y en ese campeonato y posteriores, participaron reconocidas figuras que venían de las luchas del Luna Park como Martín Karadagián, Hombre Montaña, Renato "El Hermoso", El Gitano, Pedro Goitia, Takanaka, Musa Mamet, Lozurdo (ex boxeador), Bargach, William Boo, Judío Jacobo, Indio Araucano, y muchos otros más. Uno de los ídolos de aquel grupo no solo por sus condiciones técnicas, sino también por ser local, era el rosarino Alberto Amessa a quien el público local alentaba ruidosamente, y de quien se pretendía que repitiera la trayectoria de Antonino Roca. Justamente Amessa, debió competir en su debut con William Boo, un luchador irascible y espectacular, que años más tarde en la época de Titaqes en el Ring se convirtió en el famoso árbitro ya entrado en años y algo pasado en kilos, que siempre favorecía y ayudaba a los luchadores antipáticos y que cometían todo tipo de infracciones.
Uno de los más conflictivos era sin duda Karadagián, uno de los "malos" de la troupe, quien continuamente discutía los fallos, era descalificado por sus actitudes antideportivas, o agredía a los árbitros, y debía ser retirado del ring por la policía. En varias oportunidades Amessa le reprochó su comportamiento al armenio, y lo desafiaba para luchar, actitud por la cual el rosarino conquistó simpatía de los aficionados, y recibió ovaciones.
Normalmente el Estadio se llenaba de bote a bote, y los rezagados quedaban afuera porque no había lugares disponibles.
En 1951 apareció el infaltable luchador enmascarado de todo certamen de lucha; un atleta rosarino de identidad desconocida, que se presentaba con una malla negra enteriza con un león reno bordado sobre ella, y guantes blancos. La Empresa del Estadio Norte había establecido un premio de 500 pesos para quien acertara sobre su identidad, y los diarios ayudaban aventurando nombres. Finalmente después de varias jornadas la incógnita se develó, y el enmascarado resultó ser el Profesor Guillermo Klig, un yudoka que fuera uno de los originadores de ese deporte en Rosario. Klig, un hombre dedicado al deporte, había sido entrenador del equipo de futbol de Central Córdoba en las temporadas 1948 y 49.
Las notas de color
Aparecían nuevos ingredientes para atraer al público, como por ejemplo poner en juego la barba de los luchadores, la que en caso de perder debía ser afeitada en el mismo ring por el vencedor. Así perdieron sus "chivas" Olguin y Freddy que fueron rasuradas por el incorregible Karadagián.
Muchas damas y niños concurrían a las reuniones de catch, y una de las notas distintivas la daba el Sailor (marinero) Johnny, que habitualmente obsequiaba a alguna de sus admiradorás con un clavel rojo.
"Licuadora Ochoa" empleando toda clase de recursos prohibidos, dirimía sobre el ring una vieja rivalidad con el locuaz Urquiza. El tema era que una bella dama de apellido Carotenutto, había donado un banderín de la divisa de Rosario Central, y como ambos luchadores eran hinchas fanáticos del club de Arroyito, a la disputa del gallardete agregaba un nuevo estímulo para ganar la lucha. Urquiza el ganador, consiguió el banderín y el preciado beso de la dama en la mejilla, mientras que Ochoa, se retiró del ring casi con lágrimas en los ojos.
Los luchadores locales
Ya sobre 1952, el certamen contaba con un grupo propio de luchadores rosarinos que comenzaban a tomar mayor predicamento. Muchos de ellos fornidos atletas, tal el caso de Hassagan, Alberto Amessa, el pintoresco Benvenutto, Zavaletta, el "casacarrabias" Viruta, La Saeta, el zurdo Chaycolé, Klig (como enmascarado, y también a cara descubierta), Cucusa Gaite, Volunterio, Urquiza, Ochoa, Racca, anunciado como italiano, a quien los aficionados habían apodado "Ué paisano", en alusión al cantante italiano Nicola Paone que causaba furor en Argentina con una canción que llevaba justamente ese nombre: Ué Paisano.
Las "barras"
Las barras alentaban a sus luchadores favoritos con banderas y cartelones. Por ejemplo el apolíneo árabe Hassagan contaba con la adhesión de sus connacionales de San Luis y Dorrego, Amessa con sus seguidores de Rendoza y Alsina del barrio Echesortu, La Saeta con sus simpatizantes de Rioja e Italia, y El Tigre Libanés con su nutrido grupo del Club Platense.
Vuelve Antonino
En diciembre de 1958, se producía un acontecimiento de extraordinario relieve para el cachascán de Rosario: Antonino Roca, el más grande atleta de la especialidad, un luchador que había salido de nuestra ciudad, y causaba sensación en los Estados Unidos, se presentaba en el Estadio Norte, luchando contra otro coloso: Míster América. Terminada la lucha, Antonino tocó la fibra íntima de los aficionados locales al hablarles micrófono en mano con elocuentes y emocionadas palabras, y finalizó con una sesión de gimnasia. Lo que los aficionados aplaudieron a rabiar, fue cuando boca abajo, arqueando su cuerpo hacia arriba; y apoyándose sobre su estómago, saltó sobre él como si fuera de goma. Al mes siguiente y a pedido de los aficionados volvió Roca a luchar en el Estadio Norte, esta vez con Dan Miller otro gladiador del Madison, actuando en esta oportunidad como árbitro un ídolo lócal del boxeo: Oscar "El chino" Pita ruta Termino con un recuerdo personal de aquellos espectáculos que me retrotraen a la temprana niñez. Quien me hizo conocer aquel fabuloso mundo del Estadio Norte fue mi vecino y amigo íntimo de la infancia Fernandito Sandhagen, a quien consideraba mi hermano. Algunos años mayor que yo, era quien me llevaba a ver a aquellos luchadores. No puedo olvidar la ansiedad que me invadía desde que sacábamos la entrada a la popular entre un gentío de aficionados en el ingreso ubicado sobre calle José Ingenieros, hasta que comenzaban las luchas bajo las luces del ring, y aquel eco sordo que retumbaba en el Estadio cuando los espectadores gritaban a sus favoritos o abucheaban a los contrarios.
Una remembranza final que aún guardo en mi memoria: Uno de los luchadores lucía una melena platinada que nos impresionaba mucho a los pibes; algo desconocido para la época. Se trataba de Renato "el hermoso", quizás un adelantado a su tiempo, de quien se decía provenía de Italia, y por quien las damas se iban en suspiros cuando subía al ring... Recuerdos del cachascan y del Estadio Norte.
*nadurl259gmail.com
Fuente: Extraído de la Revista “ Rosario, su Historia y Región”. Fascículo N.º 143 Agosto 2015