En la historia del virreinato del Río de la Plata la primera referencia es de 1804, cuando el portugués Juan Silva Cordeiro fundó en Buenos Aires la logia San Juan de Jerusalén de la Felicidad de Esta Parte de América. Hacia 1810, Julián Alvarez presidía otro grupo de masones porteños; muchos de ellos se sumarían más tarde a la logia Lautaro que formaron Carlos María de Alvear, José Francisco de San Martín, José Matías Zapiola y Eduardo Kannitz apenas llegados de Europa.
Albañiles del Gran Arquitecto del Universo, los masones rosarinos se destacaron por su práctica de la solidaridad y su compromiso social: entre 1860 y 1870, la logia Unión se ocupó de rescatar cautivos de los malones que caían sobre el sur santafesino y de asistir a los enfermos durante la epidemia de cólera de 1867. El templo de calle Laprida fue hospital de sangre en la revolución que, en 1893 y desde Rosario, lideró el radical y masón Leandro Nicéforo Alem contra el presidente liberal y también masón Miguel Juárez Celman.En su libro Bicentenario de la Revolución Francesa (edición de la Comisión Rosarina del Bicentenario, 1989), Lelio Pugliani subraya algunas contribuciones que los masones locales hicieron al progreso de la región. Las logias locales estudiaron, planificaron y operaron a favor de la inmigración, de la explotación racional de los recursos, de la integración de capitales con los métodos modernos de producción y de la educación universal y obligatoria.
Muchos masones, apenados o asustados por los graves conflictos laborales que atravesaba la sociedad rosarina de comienzos del siglo XX, se ocuparon de atenuar sus consecuencias con acciones de ayuda solidaria. También hubo logias que apoyaron la Reforma Universitaria de 1918 y aseguraron que la constitución provincial de 1921 tuviera la orientación liberal y progresista que se plasmó en su texto.
Entre muchos otros masones notorios, Aarón Castellanos, Zenón Pereyra y Lisandro Paganini trabajaron en el desarrollo de colonias agrícolas; Tiburcio Benegas y Melquíades Salvá, en la integración de capitales con destino al crédito; Francisco Henzi, Benjamín Tamburini, Luis Pinasco y Luis Rosenthal fueron masones que empujaron la industria y el comercio. En la educación popular se destacaron Isidro Alliau, pedagogo español; Tesandro Santa Ana, Francisco Monguillot, Pedro Rueda y el periodista y educador Eudoro Díaz, rector del Colegio Nacional I. Desiderio Rosas fundó la primera biblioteca pública; Luis Lamas, la primera escuela industrial, y Elías Fernández de la Puente, la Escuela Normal II.
Lisandro de la Torre, Nicasio Oroño -gobernador que impulsó la ley de matrimonio civil y la secularización de los cementerios- y Ovidio Lagos también trabajaron en logias masónicas, lo mismo que el inglés Williams Wheelwright, administrador del Ferrocarril Central Argentino, y su compatriota Isaac Newell, educador y patriarca del club de fútbol del Parque de la Independencia.
Por estos días, la logia General San Martín Número 186 se prepara para honrar al Libertador el próximo 17 de agosto. Vendrá Jorge Alejandro Vallejos, Gran Maestre de la Gran Logia de la Argentina de Libres y Aceptados Masones; habrá reunión abierta al público en el templo de calle Laprida, y un acto de homenaje en el Salón de las Banderas de América. Tal vez no sea inoportuno recordar a don José en estos días aciagos, barruntan los libres y aceptados masones rosarinos que, una vez por semana, cuando la noche que los junta es más discreta, trajinan el pasillo interminable que los lleva hasta la casa, hasta sus letras, hasta su lámpara.
Fuente: Anonina