Escudo de la ciudad

Escudo de la ciudad
El escudo de Rosario fue diseñado por Eudosro Carrasco, autor junto a su hijo Gabriel, de los Anales" de la ciudad. La ordenanza municipal lleva fecha de 4 de mayo de 1862

MONUMENTO A BELGRANO

MONUMENTO A BELGRANO
Inagurado el 27 de Febrero de 2020 - en la Zona del Monumento

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domingo, 27 de agosto de 2017

HERNÁNDEZ, Fausto. Poeta ( 1897- 1959)

Por: Eduardo D'anna      
EL CREADO SECRETO
Nació y murió en Rosario, y a pesar de ser uno de los poetas más originales que ha producido nuestra cultura, pocos son aquellos que lo han leído.
Jamás reeditado, pueden encontrarse, como tesoros secretos, algunos libros suyos en las librerias de viejo. Pero uno abre alguno de esos volúmenes e inevitablemente el milagro se produce.


De ser el joven admirado por sus poemas, a loco. Un destino que compartió con muchos en la dura Rosario, pero Fausto no era un poeta común: tuvo que soslayar sus capacidades de líder (dirigente secundario -Nacional N°1- y universitario -Facultad de Medicina de Buenos Aires-), su habilidad como periodista (trabajando con Felipe Moré y con Bertotto, y en LA CAPITAL, y en La Tribuna, y para la Federación Agraria); limitar su actividad como crítico (fue un temprano revindicador de Juan L. Ortiz), y sus dotes de dramaturgo, que sólo cultivó mínimamente, para buscar, y encontrar un camino verdaderamente inédito, original, como nadie más que él tuvo en la poesía rosarina.



Porque, en efecto, Hernández ya se había dado cuenta en aquellos locos años 20 que había que liquidar el modernismo, esa corriente entonces tan popular, para seguir avanzando de algún modo en ese género que no puede quedarse nunca quieto. "Hernández de Rosario" firmó su primer libro, "Hacia afuera", cuyo emblemático título podría metaforizar lo mejor del ánimo rosarino hacia lo artístico.

Pero con la aparición en 1938 de "Pampa" se vio -o debería haberse visto- que Fausto Hernández había encontrado un camino basado en la gran metáfora que forma, para él, el poema. Ella será la que dará la seguridad que la rima y el metro ya no pueden proporcionar : un lugar “ donde se confunde lo real con lo metafísico, lo ideal con el objeto”. Pero esa figura retórica no tiene un fin meramente representativo, sino que vale fundamentalmente como posibilidad de intercambiarse con lo ya existente. Algo que iba bastante más que lo que los ultraístas querían hacer, por cierto, y que hubiera debido merecer alguna reflexión de su coterráneo posterior Nicolás Rosa.

Pero por entonces no había teorías europeas que validaran los logros muy locales por desgracia, de Hernández, y todo eso no fue entendido, salvo, quizás, por su a Macedonio Fernández, quien, sabiamente guardó silencio. Hernández reculó, entonces, hacia la sensibilidad más entendible de la Generación del 40 en su libro posterior"Río", de 1943, y suavizó en una segunda edición al anterior, dejando casi inédito otro volumen (¿para siempre?), "Ensueño"

"Pico verde" (1952) y "El invento del saludo" (1955), sus dos piezas teatrales, jamás representadas, también se refirieron a esto, desde la tangente: "Ya me cansé de esta magia inútil" dice un personaje de la primera, hablando, quizás, del moda modernismo y "yo quisiera ser como aquel hombre que, por primera vez en la historia, saludó a su prójimo" dice otro, en la segunda blando quizás de él.

Y así, después de dejar sembradas sus claves, Fausto se fue hundiendo cada vez más en ese mundo irreal que él había querido integrar con este otro, ese que por pereza solemos llamar real.

Fuente: Extraído de la Revista de la Capital del 140 aniversario – 2007