Escudo de la ciudad

Escudo de la ciudad
El escudo de Rosario fue diseñado por Eudosro Carrasco, autor junto a su hijo Gabriel, de los Anales" de la ciudad. La ordenanza municipal lleva fecha de 4 de mayo de 1862

MONUMENTO A BELGRANO

MONUMENTO A BELGRANO
Inagurado el 27 de Febrero de 2020 - en la Zona del Monumento

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martes, 7 de septiembre de 2021

EL BOMBONERO, CALIOTTI Y SUNCHALES

 


Por Rafael Ielpi

El final de la década llega con penurias, pero también con fascinación perplejidad, misterio. Porque el domingo 20 de julio de 1969 Neil Armstrong ha caminado por la Luna y los nativos -peatones del hambre de los 30 testigos de los ríos humanos del 45 y de los odios del '55, ciudadano ignorados de los golpes militares- ven la huella del Hombre en la Eternidad y acaso sienten que su mínimo destino no lo es tanto ya que hombres como ellos han llegado a las estrellas.

En nuestra ciudad, todavía los bomboneros de los cines circulan por las salas, volviéndonos a la realidad luego de terminada la película y habiéndose encendido las luces. Con su pregón "¡Bombonero! ¡Aero, pastillas, chocolate!"o "jBomboner000! ¡Bombón helado, maní con chocolate¡..”rápidos, atildados y serviciales, jóvenes o maduros, los bomboneros resultan ser personajes característicos e infaltables de los cines del centro y los de barrio, con más brillo quizá, que los acomodadores y los boleteros.

Es una curiosidad -que forma parte del paisaje- la vestimenta de éstos, llamémosle, vendedores ambulantes de golosinas, cuyas chaquetillas galoneadas en los hombros se asemejan a las de los integrantes de las bandas de música, no descartándose que ese fuera su origen. En los barrios mmás lejanos los bomboneros lucen modestas chaquetillas, apenas un saquito blanco a veces y, en lugares como el cine teatro Casino -que ha cerrado sus puertas el 14 de abril de 1962-con público barato y confianzudo, al humilde bombonero se lo ha visto luciendo un saco prestado de mozo de café en invierno y una camisa color lacre, fuera del pantalón en verano, ofreciendo siempre una única mercadería: maní con chocolate.

A veces, algún integrante de barritas cinéfilas y escorchonas, que se envalentona porque anda en grupo, le suele hacer una zanjadilla al bombonero, que va a parar con su humanidad quien sabe dónde junto con sus golosinas -que se desparraman por el piso, al igual que las monedas para el cambio- y al que nadie atiende porque la platea está suspendida en la trama de la película que se está proyectando. El trabajo de bombonero es un codiciado recurso para el desocupado, ya que se hace dinero en el acto con cada función. Un famoso dirigente de la CGT que aparecerá más tarde en esta obra, Ignacio Rucci, ha sido bombonero en el cine Heraldo, de Rosario, y el turquito Wáshington Alé también lo ha sido en los cines de su San Juan natal, antes de transformarse en el archifamoso cantor de tangos Mario Podestá. Muchos ciudadanos que luego se convertirán en
políticos y empresarios, en profesionales y comerciantes, en borrachos consuetudinarios y en honestos padres de familia, han hecho sus primeras armas como bomboneros, peinándose cuidadosamente el jopo y vistiendo el impecable uniforme.


Conocido en Rosario por ser el único sastre que reforma trajes de cruzado a recto, o agranda el ambo para varones que han perdido su soltería ganaron un par de kilos, Salvador Caliotti, tiene su sastrería en la esquina NE de avenida Pellegrini y Maipú. La Sastrería Caliotti es un rincón muy conocido de la ciudad que no acusa recibo del paso del tiempo. Sus carteles recuerdan la estética publicitaria de la década del cuarenta y en sus vidrieras todavía lucen máquinas de coser que son piezas de antología.

Don Salvador ha empezado en 1929, cuando se le ocurriera abrir un bolichito a metros de la tradicional ochava- luego de que se recibiera de oficial y cortador sastre. Su padre había sido albañil yél quería algo menos sacrificado y más redituable. La prueba de que no equivocó el camino fue aquel 5 de abril de 1942, fecha en que su papá cumplía años. Ese día puso orgulloso sobre su mesa 162 pesos tras finalizar su jornada de trabajo. "Mí padre ganaba 4 pesos por día como albañil y se levantaba todas las mañanas mirando al cielo, porque si llovía no podía trabajar", recordará don Salvador en una entrevista que se le realizara para el diario La Capital.1

Su sistema de reformar los trajes le hizo abrir una sucursal en 1944 en Santa Fe, otra en Buenos Aires en 1945 y otra más en esa ciudad. "Los tres locales estarán abiertos hasta la década de los '80." Recuerda aquel día de 1964 en que lo desafiaron a hacer un traje en una hora para un programa que transmitía Canal 5 y se veía en todo el país: La campana de cristal. Caliotti llevó un grupo de ocho personas del negocio, distribuyó las tareas, eligió un modelo delgado para trabajar menos -el jockey Angel Baratucci- y logró su objetivo. La plata que recibió como premio la donó al Hospital de Niños. Por ello recibió felicitaciones hasta de sus colegas como la del Sastre de los Artistas, Anunziatta, alias Mendieta con local en 27 de febrero y Roca primero, y después en Italia y Gálvez.

Don Salvador ha hecho trajes para famosos como Alberto Castillo, Edmundo Rivero y Juan Carlos Mareco -Pinocho-, o para personas con 230 kilos y dos metros y medio de altura. Extraña la moda que le sugirió el dibujante Divito: entallado, cruzado y con cuatro botones, prenda que se cansó de hacer para clientes rosarinos y porteños cuando el furor de aquella moda. Sus avisos en la revista Rico Tipo y otras fueron, precisamente, ilustrados por Divito y Pedro Seguí.

Sus anécdotas podrían llenar un libro, pero hay una que la recuerda especialmente por ser "la más picaresca". En 1930, con sólo 19 años, le tocó hacer un trajecito de marinero a una vedette cubana famosa por entonces, Miss Doily, que venía a actuar en una compañía de revistas en el cine teatro San Martín, de San Martín y San Luis. La mujer llega con un tapado de piel al camarín, mientras que él con el centrímetro, lápiz y papel se presta tomar las medidas de rigor.

La sorpresa viene cuando la mujer se saca el tapado y abajo tiene una bombacha y corpiño "deslumbrante", para lo que se puede ver en la época.

"Temblaba tanto cada vez que le apoyaba el centímetro que no pude una sola medida. Al final la medí a ojo y el traje le quedó una pinturita”.

Comenzamos 1970. Es el año en que se da a conocer un que personaje fabricado con goma y telgopor, tallado con una fina cortaplumas y que para cubrir un ciclo en TV hay que hacer varios modelos. Se trata Topo Gigio, pensado, fabricado, vestido, bautizado y dado vida Por una italiana María Perego. Será también el año en que aparecerán para gran público, los nombres del cantante catalán Joan Manuel Serrat y el de un arquero de Atlanta que usa los pantalones largos como Américo Tesorieri y la gorra caída sobre la frente como aquel personaje del dibujante Mazzone. Afanando antihéroe de las historietas del '40. Se llama Hugo Orlando Gatti y lo apodan El Loco. Internada a raíz de un ataque de hemiplejía y asistida hasta último momento por el eminente neurocirujano Raúl Matera fallece el 16 de enero una gloria del tango: Azucena Maizani, apodada La Nata Gaucha, a quien en el descenso de su vida artística, algún empresario inescrupuloso ha querido presentar en un bodegón de Rosario Norte, en el barrio de Sunchales, del que nos ocuparemos a continuación.

Desde que el Congreso Nacional aprobara, en octubre de 1884, la construcción de una línea férrea desde la estación Rosario Norte hasta la localidad santafesina de Sunchales, la franja no delimitada con exactitud pero que comprende la zona de influencia de la popular estación adoptó el nombre de la población aludida: como la costumbre hace la ley, la tradición oral mantiene vigente la nomenclatura no escrita.

En realidad, primeramente se conoció por Sunchales a Rosario Norte y luego, por extensión, se aplicó al sector donde, abigarradamente, se apiñan negocios de todo tipo, gentes de distintas condiciones y un frondoso anecdotario que mantiene viva la tradición de barrio bravo con que se lo menta, tal vez por la cercanía de la famosa calle Pichincha -hoy Riccheri- donde florecieron otrora los lupanares más famosos de Sudamérica.

Aún están allí -clásicos, vigentes y no todos remozados- hospedajes, fondas y bolichones del pescado frito, la milanesa, el guiso con papas y la buseca. Precisamente, uno de los reductos más renombrados sigue atrayendo por su especialidad gastronómica que fue su distintivo durante años: La Buseca, en la esquina NE de Ovidio Lagos y Whelwright. Otros, empero han caído bajo la piqueta, como La Fonda de Sedda, preferida de contertulios musicantes, polacos o yugoslavos, que entretenían sus ocios entre copiosas libaciones y extensas sesiones de violín y concertina.

Mientras las exigencias municipales abatían, además, La Fonda de Perrone (gran salón, 29 habitaciones de todo tamaño, cocina a plancha y leña), otros establecimientos calafateaban sus frentes y los más se preparaban -tan sólo 15 020 años atrás- para resistir el embate del tiempo: el restaurant El Gallo, de Rufino Cristalino, con su ave de piedra en la cornisa; El Paraíso, Los Vascos, E/ Ferrocarril, Nueva Roma. Bajo el asfalto ante de hoy, la piedra bola -mudo testigo de un ayer nostálgico- ya no percibe la vibración de los mateos o coches de plaza, que en número de veintitantos, y en fila india, se desplazaban a la llegada de los pasajeros brotados de los trenes por toda la ciudad.

Casi por nada podía vérselo al Zurdo Rico, alto, delgado, luciendo su irnponente calva, enhebrar la musa espontánea al compás del instrumento; Ramón Córdoba, peluquero de día y temible verseador nocturno. Don Pedro Garay -el autor de "Pobre mi caballo bayo"., Ignacio López, Colovini / otros, también aprisionaron en sus cuerdas el alma de los viajeros, brindándoles el primer saludo de la ciudad.

Cuando se apagó el canto payadoril se entronizó el varieté. Así surgió el Pan American, luego Panamericano, al que ahora se le ha agregado el exótico rótulo de dancing, estoico rincón tanguero. La prosperidad del local alentó la apertura de alguno similar, como el Bar Mitre -hoy desaparecido-que cobijara, en Avenida del Valle entre Callao y Rodríguez, los sueños de un jovencito llamado Raúl Peralta, actual Raúl Lavié, así como los de Raúl Encina, cantor de Los Poetas del Tango que integraban Antonio Ríos en bandoneón, Antonio Agri como violinista y Osvaldo Murtagh, contrabajista junto a otros muchos que ascendieron después a las carteleras porteñas.

La confitería y bar Los Colonos, de don Pio, frente a la Estación alcanzaba su apogeo con los hermanos Peralta, hábiles guitarristas, el. cantor Jorge Denis y el poeta Nicolás Zinni. De todos ellos, el Panamericano continúa erguido en el corazón de Sunchales, sobre Ovidio Lagos entre Brown y Güemes. Allí hizo sus primeras armas Arsenio Aguirre y sus últimas Amaur Naya, aquel cantor argentino- francés que hiciera estremecer a la concurrencia del viejo parque GoId de Buenos Aires, luego de enloquecer a las mimís de los bulevares parisinos.

Hoy quedan pocos varietés en la zona. En Balcarce y Wheelwright - cerca de La Reina y El Tropezón- La Paloma (ex Los Chivos) anuncia strep-tease permanentemente, y en Ovidio Lagos y Güemes el Premier Dancing en donde estuviera El Pescado Frito atrae a las nuevas generaciones -y a las viejas- con la atractiva figura de la cancionista Elsita Dix, cuyas dos poderosas razones saltan a la vista. En Sunchales al Norte —digamos Pichincha— ya en Jujuy y Riccheri, todavía se alza el edificio del que fuera Cine Teatro Casino, cuyos espectáculos deleitaron a interminables generaciones de ciudadanos de toda condición social.

Enclavado en el epicentro de un corredor de ex casas de "bailes y algo más", el cierre definitivo de dichos establecimientos, producido en 1933, no alcanzó a afectar mayormente a la empresa cinematográfica-teatral, que siguió funcionando casi treinta años más, si bien con algunas interrupciones al final. Todavía parecieran vibrar, en el ámbito de su recinto callado hoy destinado a guardar automóviles, las estruendosas ovaciones que arrancaban los más auténticos personajes del arte popular: músicos insólitos, contorsionistas, equilibristas, lanzacuchillos, malabaristas,bailarines y el consabido cuerpo de muchachas a medio vestir a veces sin el medio otras.

Desde 1890 siguen registrando su paso por este barrio tan Pintoresco personalidades artísticas, políticas, científicas nacionales e importada Entre los que pusieron el pie en los andenes de la Estación y aún recorrieron Sunchales —llegando a comer en La Carmelita— parrilla ubicada en Ovidio Lagos y Jujuy, desaparecida a raíz de un incendio— la memoria rescata a Enrique de Rosas, Hipólito Yrigoyen, Ignacio Corsini, Carlos Gardel, Libertad Lamarque, Agustín Irusta, Elías Alippi, Francisco Canaro, Benito Bianque —"El Cachafaz"—, Enrique Muiño, Luis Arata, Eva Franco, Tomás Simari Agustín Magaldi, Irineo Leguisamo, el doctor Enrique Finochietto y mucho más.

Muchas cosas han cambiado en Sunchales, donde, cada vez más, la arquitectura moderna se va imponiendo. La transformación operada en la propia Estación y en sus calles adyacentes, pareciera haber dado fin a una época. Sunchales ya no es más refugio de guapos ni punta referencial para la trata de blancas, ni campo propicio para el mateo enarbolando en el pescante un elástico de cama. Sin embargo, hay algo más, que sigue perdurando como su nombre: el papel de ex barrio bravo, la baratura de sus hoteles, los incansables vendedores de baratijas, el aguerrido aunque diezmado escuadrón de lustrabotas, los trenes que van y vienen, la caravana de hombres, mujeres y niños norteños rumbo a las cosechas santafesinas del sur, y las mesas de los boliches, propicias para la confidencia, el café y el trago largo.2

NOTAS:

1. Pedro Squfflaci. Con la idea fija del buen vestir. La Capital. 2.11.1998

2. Héctor Nicolás ZInnl. Sunchales. Lo que va de ayer a hoy. Boom. Año 2 N° 20. Rosario, abril 1970.

Fuente: Extraído del Libro “ El Rosario de Satanás” Tomo III. Editorial Fundación Ross. Año 2000