El gobierno de Ortiz mantiene la neutralidad en la Segunda Guerra Mundial. Por otra parte, el fraude sigue dando que hablar; tal es el caso de los comicios para gobernador de Buenos Aires, en febrero de 1940, en los que triunfa el conservador Alberto Barceló, quien sucede al profascista Manuel Fresco.
Ese mismo año Ortiz enferma y deja el gobierno en manos del vicepresidente, Ramón F. Castillo, que cuenta con las simpatías liberales y nacionalistas, y jura enfáticamente que los radicales nunca volverán al poder. Castillo encuentra la situación económica algo más desahogada a raíz de que la guerra comienza a afectar a los países beligerantes y aparecen señales positivas en la balanza comercial argentina. No pasa inadvertido que algo está cambiando en el país, donde la clase obrera crece considerablemente en este período por el aporte de la migración del interior a las grandes ciudades, esa avalancha de cabecitas negras que vienen a trabajar en las nuevas industrias, levantadas ante la imperiosa necesidad de sustituir las importaciones de los países en guerra.
En Rosario, las alternativas de la conmemoración del 1 de Mayo constituyen un buen indicador de la inserción de las organizaciones gremiales en la comunidad. La celebración se desdobla en dos actos: uno organizado por el Comité Pro 1° de Mayo en la bajada Sargento Cabral, al que adhiere la mayoría de los sindicatos y partidos políticos, y otro organizado por el Partido Socialista, que se realiza en la plaza Sarmiento. En 1939, por primera vez, la Acción Católica Argentina organiza un acto, en el que los oradores son dirigentes de instituciones eclesiales y líderes obreros. Estos actos se repiten en los años posteriores, siempre en la plaza Sarmiento, y en 1942 el obispo de Rosario es quien cierra la sucesión de discursos. El mismo año, la oficina regional del Departamento del Trabajo gestiona juntamente con el Sindicato de la Construcción la libertad de activistas gremiales detenidos. Meses después, una delegación de obreros de Rosario es recibida por el gobernador Joaquín Argonz, quien se compromete a interponer sus buenos oficios para que los patrones industriales abandonen su intransigencia con respecto a las reivindicaciones planteadas por los trabajadores.
De 5.600 establecimientos industriales ubicados en Santa Fe en 1937, en 1941 suman 6.500; en 1943, 7.046, y en 1946, 10.500. A su vez, cerca del 50 % de la industria santafesina se halla ubicado en Rosario; el rubro metalúrgico está a la cabeza, con 639 establecimientos.
Por otra parte, las teorías alemanas que tienen gran difusión en el ejército incentivan el autoabastecimiento y hacen de las Fuerzas Armadas un pilar del desarrollo industrial autónomo. Fábricas militares de armas como la "Domingo Matheu", de nuestra ciudad, aparecen por esos años. Ya bastante tiempo atrás se había creado el arsenal militar en la localidad que hoy lleva el nombre de Fray Luis Beltrán.
Según J. C. Cernadas Lamadrid el golpe de Estado del 4 de junio de 1943 tiene un carácter especial que lo distingue sustancialmente de los otros planteamientos militares, y está asentado, fundamentalmente, en dos sectores sociales que recién ahora se incorporan con plenitud a la vida económica y política del país: los industriales y la clase obrera. Los diarios de la época relatan que rante el 4 de junio del '43 en Rosario reina la calma, y que recién en los días posteriores se advierten las diferentes reacciones: los partidos políticos —excepción hecha del desalojado antipersonalismo santafesino— manifiestan una cautelosa esperanza; la actitud de la Bolsa de Comercio, la Sociedad Rural y la Federación Gremial de Comercio e Industria es de franca adhesión y los sindicatos, por su parte, se limitan a recordar cuáles son sus aspiraciones y reivindicaciones.
Mientras en Santa Fe se suceden los gobiernos provinciales —Manuel María de Iriondo, desde abril de 1937 a abril de 1941; Joaquín Argonz, desde esta última fecha hasta los sucesos revolucionarios del 4 de junio de 1943, a partir de los cuales se originaron breves mandatos del teniente coronel Benito Oiz, del capitán de navío Julio Cárrega, del ingeniero Manuel Argüelles, del coronel Arturo Saavedra y de Alfonso Aldrey, quien estuvo hasta los comicios de 1946—, nuestra ciudad, resignada, ve desfilar por el Ejecutivo municipal a 21 jefes comunales en apenas cinco años.
Fuente: Extraído de la Revista del diario “La Capital 125 años ” de 1992