Después de más de ochenta años de vida nadie podría honestamente ignorar o minimizar los grandes hitos históricos escritos por Rosario Central, Eran muchos años de grandes realizaciones institucionales, de notorios ejemplos de entrega y pasión centralista que muchos hombres fueron dejando a través de tanto tiempo. Si nos hemos detenido un poco en los nombres de Federico J. Flynn, Agustín Rodríguez Araya, Roberto Monserrat y Adolfo Pablo Boerio es por- que a ellos les tocó concretar —de una manera u otra— ambiciones muy anheladas, sor. tear momentos difíciles y to- grar metas que siempre estuvieron en la mente de todo buen centralista. La omisión de otros nombres —-o la falta de reiteración de los mismos en idéntica o parecida proporción a los mencionados— no es otra cosa que la consecuencia de la antipática y hasta odiosa obligación de ceñir tamaña historia a la tiránica extensión del papel. Pero figuras como las de don Ernesto Arias Sanz, Adolfo Boglione, José E. Coloris, Rafael J. Babbini o Juan T. Louhau —por citar sólo a unos pocos de los grandes presidentes centralistas— estuvieron siempre en la misma tónica de los dirigentes exaltados en sucesivas entregas, connotados todos ellos por un mismo sueño, una mis- ma pasión: verlo a Central grande.
Vale esta introducción por- que entramos cronológicamente en la década del '70. Que será muy difícil de historiar. Es que no podemos hacer una historia cuando ésta todavía está escribiéndose día a día, minuto a minuto, Esta década del 70 será la que finalmente concilia los sueños tan dispares en el tiempo pero tan comunes en la intensidad y en sus metas de hombres tan distantes en la cronología como los que ya han sido nombrados. Central, esa gran institución que todos soñaron, esa que Boerio no quería ver nunca más peleando el descenso sino - el título de campeón, comienza la década preanunciando la concreción de tan caros anhelos.
En enero mismo, veinticinco días después de nacer 1970 las viejas y remodeladas instalaciones del Estadio Milie — Oroño y Jujuy— marcan un hecho trascendental para Rosario Central: ese 25 de enero fue elegido presidente del club un dirigente que venía prestigiando su gestión como tal al lado de Flynn primero, de Boerio después; un acreditado profesional del notariado, el escribano Víctor José Vesco. lo acompañaron en aquella primera gestión hombres profundamente consubstanciados con el club, la mayoría jóvenes pero con alguna militancia insti. tucional, entre los que estaban Alfonso De Marco, Santiago Bravo, Antonio Osvaldo Rodenas (figura clave en otro hito centralista, que ya narraremos a su tiempo), Pablo Scarabino, Abraham Osatinsky, Gregorio Arranz, Silverio D'Angelo, Santiago Giachino, Juan A. Quilici, Juan F Navarro, Alfredo Mochiutti, Antonio. Messina, Lelio Tineo, José E. Magnani, Domingo Scavone, Carlos Curto, Manuel Diñeiro y Salvador Baio, entre otros muchos.
Comenzó, pues, 1970 y empezó a escribirse otra historia centralista. Vesco —y suscompañeros de gestión— que- rían como Boerio un Central campeón. Y empezaron a trabajar para eso. Los primeros pasos, por supuesto, no fueron fáciles. Enrique Omar Sívori, renegando del estilo que lo erigió en uno de los futbolistas más brillantes de su generación, practicaba un juego muy mezquino, sin vuelo creativo, con más preocupación en su arco que en el del adversario. El Metropolitano del "70, que empezó con la conducción técnica del ex futbolista nicoleño, dejó escasos re- sultados en sus primeros tramos. Apenas una victoria ante River como visitante y ante Boca en Arroyito. Ese “torneo tenía una particularidad los 21 participantes jugaban todos contra todos, pero a una sola rueda. Hugo grandes discusiones en la confección del fixture y Juan Martin Oneto Gaona —un interventor en AFA que confesaba no saber nada de fútbol — pagó un millón de pe. sos de entonces a un particular para elaborar un programa a satisfacción de todos. “Curisamente”, a Central le tocó visitar nada menos que a San Lorenzo y Newell's; de los grandes, sólo vino a Boca por Arroyito.
Para ese torneo Central incorporó a Julio Correa, Agustín Balbuena y Carlos Alberto Colman de Colón; Jorge Carrascosa de Bánfield y Norberto Américo Menutti, de Los Andes; transfirió a Enzo Gennoni a River, a Otto Norberto Sesana a Huracán y a Bedogni, Mateos y Omar Pellegrini a Bánfield (donde estaba lgnomirielo). Además, promovió a Zavagno, H. Díaz, Landucci, Eduardo Solari, “Chupete” Quiroga y Pierucci a la primera división. Una curiosa cláusula del contrato que firmó el año anterior Sívori le permitía ausentarse en junio del '70 para presenciar el Mundial de México (y comentarlo para la televisión italiana). Esa franquicia, que Sívori no quiso renunciar, y la mala campaña del equipo llevó a las partes a una transacción, felicísima para Central: la desvinculación del técnico y su reemplazo por un hombre de formación auténticamente centralista: don Angel Tulio Zcf. Por entonces faltaban seis fechas para finalizar el Metropolitano y la suerte de Central no estaba aún decidida: doce equipos se clasificaban directamente para el Nacional y los cuatro que le siguieran a esos doce debían ir a otro “torneíto”” con otros elencos provenientes de otro “torneíto” para determinar dos participantes más. Y Central estaba en el lote de los que debían ir a ese infierno de segunda competición. Llegó Zof —-con el profesor Rodolfo Arostegui en la preparación física— y Central ganó dos y empató cuatro partidos, completando invicto ese pequeño ciclo que to llevó a ubicarse justamente en la 12ma posición, con lo que pudo ingresar directamente al torneo Nacional de ese año.
La última fecha de ese torneo merece un pequeño párrafo aparte. Independiente y River estaban punteros, con 25 unidades; entre los segundos, estaba Newell's, con 24. Mientras que los rojos debían enfrentar a Rácing en cancha de los académicos, River era local ante Unión. Los rojinegros acariciaban la quimera de un doble traspié y la posibilidad del título. Suponiendo que ambos perdieran, Newell's debía ganar el último encuentro. El mismo debía jugarse en el Parque y su rival era Rosario Central. En la primera etapa del partido, el santiagueño Grama. ic logró un tanto para Central. A duras penas, en el complemento pudo empatar Obberti. Ese día, la parcialidad canalla festejó complacida aquel empate que le dio una doble sa- tisfacción: clasificar para el Nacional y dejar fuera de la conversación por el título a su rival de toda la vida.
Fuente: Extraído de la colección Andrés Bossio