Por Rafael Ielpi
Mientras el Politeama era
ya recuerdo y melancolía y el Olimpo transitaba hacia su no muy lejana
desaparición, y las grandes compañías líricas espaciaban sus visitas hasta
convertirse también en nostalgia, los teatros rosarinos no cejaban en proponer
recreación a una ciudad ganada poco a poco por otros atractivos como el cine,
los deportes, el turf. Sería una francesa de gran habilidad para el negocio
teatral, de fama legítima en su París natal, donde regenteaba un local reconocido
y concurrido, la que vendría a aportar la mayor novedad de 1922: la legendaria
Madame Rasimi.
El Teatro Colón de
Carpentiero tiene ese año una concurrencia inusual al producirse el debut de la
compañía, que ya había escandalizado y enfervorizado por igual a los porteños,
y que no era otra cosa que una "troupe" de bataclanas que la sagaz
francesa había sacado de la Ciudad Luz y traído a Sudamérica como un
acontecimiento artístico o seudo-artístico. Y lo era, por cierto, sobre todo
si se tiene en cuenta que no eran habituales,
más bien todo lo contrario, aquellas des nudeces y opulencias sobre un escenario, aquellos bailes y canciones
licenciosas y subidas de. tono, entonadas
por un elenco femenino al que podían demandársele además otros favores no artísticos y seguramente costosos, más fáciles de obtener
por los "niños bien" o las patotas de niños bien de la clase
adinerada rosarina.
El modelo parisino marca a fuego a la revista
escénica, que abandona el criollismo de "Ensalada criolla" para
convertirse en un show moderno, de exhibición corporal, con humor liberado y
un encuadre escenográfico y coreográfico que remite al "art-déco"
imperante. En 1929, Josephine Baker enterrará
las últimas timideces desde los escenarios porteños del Empire, Astral y
Florida, afirma Sergio Pujol.
El corte, sin embargo,
se produce en i 922, con el Bataclán de París, capitaneado por Madame Rasimi.
El impacto es muy grande porque tras Rasimi y su troupe hay una tradición
revisteril que se impone en Francia con el Casino de París y el Folies Bergére.
Es la tradición, muy francesa, de la frivolidad de compleja maquinaria. El
equipo se impone, en espectáculos sin texto, según protestan sus detractores, y
con coreógrafo, figurinista y técnico de luces. La presentación y el vestuario
son elementos claves, porque el número central está ocupado por mujeres
semidesnudas, las girls que han suplantado a las tiples del género chico.
(Pujol: op. cit.)
La impresión causada por
aquella compañía fue mayúscula no sólo en Rosario sino en la propia Buenos Aires,
un poco más "adelantada" en lo que respecta a ciertas novedades
escénicas. Viale Paz, poco menos que asombrado, escribe al producirse el debut
porteño del elenco de Madame Rasimi: Sus revistas son deslumbrantes:
el decorado suntuoso; sus mujeres seductoras, cubiertas sus morbideces por
costosas pieles que dejan ver al bailar senos de rosa...
Iris Marga narraría a
Sergio Pujol su inesperado paso por aquella compañía parisina que incluía a la
legendaria Mistinguette, cuando ante una enfermedad de ésta en Brasil se la
convoca para reemplazarla: Triunfó mi inconsciencia: dije
que sí. En realidad había cosas de aquella célebre compañía que no me gustaban
mucho. A diferencia de las del Maipo en los años siguientes, en el Ba Ta Clan las
chicas salían a escena desnudas. Yo
me encontraba incómoda, pero hice mi papel lo mejor posible. Allí conocí al
Vasco Aín, el famoso bailarín que danzó tangos ante el Papa. ¿Usted es argentina?, me
preguntó sorprendido. ¿No quiere que bailemos un tango en medio del espectáculo?
Bueno, le dije.Y así fue como incluimos un tango en medio
del Sa Ta Clan. Luego volvió
Mistinguette y yo me vine para Buenos Aires.
En
Rosario, por su parte le legendaria compañía iba a protagonizar el mismo
revuelo (y las indignadas críticas) en las mujeres y el mismo interés en los
hombres, matizado todo ello con algún episodio entre jocoso y patético, que
Luis Carpentiero tampoco omitiría en sus memorias de hombre de teatro.
Han transcurrido ya varios lustros desde que la célebre Madame Rasimi, con su famosa compañía
francesa de revistas nos trajo la bulliciosa ráfaga
del licencioso ambiente de París. Espectáculo nuevo para el país, tuvo enorme
aceptación, a pesar, o tal vez por ser considerado por muchos como espectáculo
atentatorio contra la decencia y las buenas costumbres. En Rosario, los diez
días de actuación de la compañía fueron memorables en los anales teatrales de
la ciudad. La noche del debut, luego
de la función, una verdadera avalancha de tenorios en busca de aventuras se
estacionó delante de la puerta de salida de los artistas del teatro Colón, por
calle Urquiza, invitando atropelladamente a las bataclanas para que los acompañasen
a cenar y a pasear. ..Y no faltaron atrevidos patoteros que en horas de la
madrugada abandonaron en el Parque Independencia a algunas de ellas,
alcoholizadas y semidesnudas, tiradas profundamente dormidas en el suelo. Hubo
que acudir a una comisión de empleados de investigaciones para que en las
noches sucesivas no se repitiera tan
bochornoso espectáculo...
(Carpentiero: op. cit.)
Pero también en 1922, La Comedia mantenía incólume su devoción
hispánica con la compañía Vela-Guiró y La princesa de las czardas más otras operetas
ilustres, en tanto el "Parque Argentino", al aire Ubre, competía con
las operetas, zarzuelas y revistas del elenco liderado por Rosario Granados. La
Ópera probaba con la colectividad italiana trayendo a Alfredo Mosca y una
compañía de "teatro de arte" dirigida por el crítico Folco Testena,
quien más tarde sería el traductor del Martín Fierro a la lengua del Dante.
El
teatro español seguiría copando la ciudad pese a todo. Un botón de muestra de
ello es el mismo año 1922, en el que recalan en Rosario la compañía de
zarzuelas de Mariano Casas en La Opera; la de revistas, operetas y zarzuelas
cuyo primer actor y director era el famoso comediante Miguel Ligero, luego
"partenaire" de Imperio Argentina en numerosas películas, en La
Comedia; la de Enrique Rambal, que reincide con su "teatro policial"
y El teléfono de la muerte;
la
de comedias de Manuel Salvat, con Antonia Herrero, que llega con Los intereses creados, de Benavente a La Ópera;
la de dramas y comedias de Concepción Olona; la dramática española de Rosario
Pino. Y así de seguido, como dirían justamente los españoles.
Los recuerdos de las bataclanas francesas iban a perdurar mucho tiempo
en la ciudad, y aunque con menos plumas, vestuario y desenfado, no tardaron en
aparecer algunos remedos de las "revistas" de la Rasimi, junto a
obras que, directamente, se burlaban de los escándalos que aquellas
provocaran. En 1923, por ejemplo, La Comedia presenta a la aplaudida compañía
Palmada-Quintanilla-Menta en Buenos
Aires embatada-nado, revista en la que, curiosamente, se lleva las palmas el por entonces
ignoto (y luego famoso) Narciso Ibáñez Menta, que se gana las simpatías de nuestro público, y que
hace de Narcisín, el niño mimado, dice Semana Gráfica.
El antiguo y siempre
resucitado Pabellón Argentino, de Paraguay y Avda. Pellegrini, se convierte en
teatro de verano ese año y siguiendo seguramente el ejemplo de madame Rasimi da
lugar a la compañía de las Hermanas Solsona, de una de las cuales, Lolita, dice
la citada revista en febrero que sigue
levantando la temperatura del lugar. Las hermanas (Lolita y Angelita,
primas de la famosa Chelito, reina
del desenfado en España, según consigna Sosa Cordero) eran
las cabezas dirigentes de las
ba-ta-cla-nerías que se ofrecen en ese Parque; siguen encantadas del éxito
obtenido en este género y del favor que la muchachada rosarina les presta, concurriendo
en nutrida romería a sus dominios.
La obra presentada, comenta Semana Gráfica con sorna, parece ser del agrado de los concurrentes a juzgar
por las veces que se mantiene en cartel, ya que por el lado artístico no vemos
más que las espléndidas "construcciones" de las Hermanas Solsona... Ambas no pasaban de ser,
seguramente, exponentes divertidos del género del burlesque, en boga desde un
año antes, cuando los rosarinos pudieron ver en escena rollizas piernas, nalgas
prominentes y sensuales, y senos deseables envueltos en los tules parisinos.
Las Solsona no eran, por lo demás, artistas ignotas. Sosa Cordero
recuerda que con sus esquicios y
cuplés zafados imperaron como estrellas inmutables en el viejo y porteño
Teatro Cosmopolita, por el que desde principios de siglo desfilarían los
artistas de variedades de todo tipo li.ista su demolición en 1946.
Una noticia, en febrero de 1923, vuelve a traer a la actualidad el
recordado nombre del Politeama desaparecido en 1917. En una nota de Semana Gráfica puede leerse: Se dice que en muy breve será inaugurado un nuevo
teatro al aire libre, en el local del ex Teatro Politeama, con una compañía de
género chico nacional. Efectivamente, el hasta entonces abandonado predio
donde se levantara el teatro de Rafetto se convierte ese año en escenario para
la compañía de saínetes y revistas Sarcione-Almanzor, cuyas cabezas de compañía
no eran de las más renombradas, pero que obtiene sin embargo un enorme suceso.
La revista encuentra una explicación que no pasa por lo estrictamente
artístico: Hay además una condición
que lo favorece: la ubicación de ese parque, que en las noches pesadas del
verano se convierte en un sitio de reunión predilecto.
En esa condición, el
solar se utilizaría esa temporada y algunas subsiguientes hasta la
construcción, allí, del Teatro Odeón. Un año antes, el predio en el que se
levantara el viejo teatro-galpón, servía de escenario al "Edén
Circus", elegantemente instalado
con su cómoda y amplia carpa en el terreno del antiguo Politeama, en Mitre
entre Córdoba y Santa Fe, anunciaba uno de los matutinos de Rosario.
Algunas fidelidades
seguían conservándose empero, como la de la siempre nutrida audiencia de origen
hispano que no fallaba a la hora de pagar su entrada para aplaudir a los
artistas compatriotas. La compañía de Josefina Mari-Esteban Serrador, en la
que actúa asimismo Nora Serrador (de una familia de artistas que incluiría a
Juan y a Pepita Serrador, esta última de reconocidos méritos actorales), es
considerada por la crítica como una
de las más completas que nos hayan visitado, con un repertorio que
incluía varias obras de los por entonces más que renombrados hermanos Serafín y
Joaquín Alvarez Quinteros.
Fuente: extraído de libro rosario del
900 a la “década infame” tomo IV editado
2005 por la editorial homo sapiens ediciones