Escudo de la ciudad

Escudo de la ciudad
El escudo de Rosario fue diseñado por Eudosro Carrasco, autor junto a su hijo Gabriel, de los Anales" de la ciudad. La ordenanza municipal lleva fecha de 4 de mayo de 1862

MONUMENTO A BELGRANO

MONUMENTO A BELGRANO
Inagurado el 27 de Febrero de 2020 - en la Zona del Monumento

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miércoles, 4 de junio de 2014

EL PIBE ERNESTO



-Rancagua-Y el gotán, ¿dónde lo dejan? ¿Dónde lo dejan al gotán, el de las dulces notas rezongonas y armoniosas? Don Antonio- ¡No me hable de lo gotane, per la madona! ¿Qué é eso de lo gotane? Puro caran can cangue. «Tírame co lo baúle»... «Seguime se te parece»... «Spiandá que te pisa Pauto»... e nunca salime de allí. Ma, ¿qué me quiere enter-pretare osté co lo gotane? ¿Me lo quiere analizare?».
Alberto Vacarezza. Tu cuna fue un conventillo.
Buenos Aires, 1929.
«Porvenir-(a Cañonazo) -Che, ¿vos estás seguro q'estos son músicos?
Cañonazo-Sí, son mitad y mitad. ¡Son músicos y asaltantes! Cuando no tienen donde tocar, asaltan... ¿Te acordás de aquel muerto con catorce puñaladas q'encontraron en el hueco? Porvenir-Sí.
Cañonazo-Lo fajaron entre los tres. Porvenir- ¿Y por qué? Cañonazo-No les pagó un baile».
José Ignacio Robles y Alberto S. Puertolas.
La otra noche en un bailongo. Buenos Aires, 1929


Uno de los personajes de avería -por añadidura músico famoso-que recala en Pichincha por aquellos lejanos veintes es nada más y nada menos que Ernesto Ponzio (a) Pibe Ernesto. Violinista excepcional, el hijo de Antonio Ponzio v Casilda Casafú ha nacido el 10 de julio de 1885 en Buenos Aires, en aquel barrio denominado Tierra del Fuego, ubicado entre la demolida Penitenciaría y La Recoleta. Su padre, de origen napolitano, fue arpista y, víctima de un aneurisma, falleció mientras ofrecía un reci­tal. Ernesto, que cursaba estudios de violín en el Conser­vatorio Williams, interrumpió entonces los mismos y, empuñando su violín, presentóse en fondas y cantinas en las que hacía oír piezas del repertorio popular, después de lo cual pasaba el platillo entre los parroquianos.
Con su hermano Eduardo (a) Cabezón, también vio­linista, se gana la vida como puede en los célebres tríos de Hansen, El Tambito, El Velódromo, La Batería y tam­bién en los bailes de María La Vasca y de Concepción Amaya («Mamita»), mujer esta última que poseía un lugar de esparcimiento en la calle Lavalle 2177 de la Capital Federal. En esta casa, según el investigador Vat-tuone, Ponzio estrenó en el año 1900 su famoso tango Don Juan, que habría compuesto en 1898 y cuya segun­da edición incluye letra de Ricardo J. Podestá. Seis años después del estreno de aquel tango contrae enlace con Adela Savino (1).
Dice Rene Briand: «El Pibe Ernesto tenía larga fama por su cartel de «pesado» y, entre los músicos, por los pizzicatos que marcaba con su violín, urticante efecto que estimulaba a los bailarines a esforzarse en cortes y que­bradas para no diluir la atención que el público les brin­daba y que disminuía poco a poco cuando tocaba Pon­zio, quien pronto terminaba por ser el centro de atrac­ción de los asistentes.
«Allá por el 99 ya se hacía notar desde La Batería, lugar ubicado en Retiro, vecino al Hotel de los Inmi­grantes, acompañado por el viejo guitarrista Genaro Vázquez. Entonces Ponzio no contaría más de quince años. Luego lo vio actuar en el mentado Hansen, de Palermo, formando un trío con Vázquez y el flautista Luis Teisseire, otro maravilloso desgranador de notas compadritas, Hamelín del tango. Narraba el profesor que allí se produjo un episodio que cimentó públicamen­te la fama de guapo del violinista:
«El Pibe Ernesto era un muchacho muy apuesto, de estatura mediana, luciendo eternamente una sonrisa que destacaba sus grandes dientes superiores. Más que sonri­sa, muchos la interpretaban como un gesto socarrón que en muchos casos llegaba a parecer sobrador. Algo habría de eso: su apostura varonil era muy apreciada por las mujeres y ello le habría hecho adoptaruna  pose de taura la cual evidentemente- llegó a formar parte de su perso­nalidad, aunque también podría haber sido, en el fondo, una previa reacción de autodefensa para impresionar de entrada a quien fuera, ante cualquier improvisada even­tualidad. De  todas maneras, de sobra probó el Pibe Ernes­to que llevaba los pantalones bien puestos más de una vez en que se viera obligado a reverdecer su cartel de guapo de ley ante algún incrédulo que se atrevió a dudarlo.
«Quizás haya sido por 1903: irrumpió en el Hansen una de aquellas bravas patotas de niños bien -o «indios bien», como se les calificaba-. Espléndidos exponentes de la juventud dorada, más dorada por la prudencia de sus familias que por brillantez intelectual o social; grupos de inadaptados que se habrían encontrado profundamen­te resentidos por no poder adquirir lo que el dinero no compraría jamás: la fidelidad de un amigo; una noche de bohemia; el amor puro de una prostituta (no sus favores tarifados); el goce de estrenar una lamparita en un míse­ro cuarto de conventillo, alumbrado a velas por semanas; poder componer un tango con el estómago vacío; e infi­nitas otras sutilezas que nunca podrían gozar.
«Entró la patota al local de Palermo y con sus gritos destemperaron desde ya el ambiente que, por rara casua­lidad, era plácidamente amable en ese momento. Comen­zaron las pullas a los fortuitos bailarines que, discreta­mente se fueron retirando. Muy discutido es si en lo de Hansen se bailaba o no. En contra de las opiniones de algunos testigos, existen referencias acreditables de que por lo menos ocasionalmente se lo hacía. Excitados por el triunfo, decidieron que no tocaran más tango en ese lugar y en ese lapso. Se dirigieron a los músicos exigien­do que pararan y tocaran, probablemente, algún vals. Hubo una pequeña vacilación orquestal.
«Pero en el palco se encontraba Ponzio y a él no le iban a exigir nada, con toda seguridad. Extrajo veloz­mente su revólver -el célebre «bufo» que nunca se le cayó de la cintura, según dicen que él mismo decía- y rompió a tocar un tango (hasta puede haber sido su «Don Juan»), sosteniendo el arma que apuntaba a los malcria­dos con la misma mano que sostenía el arco y ordenando secamente a sus compañeros que lo siguieran. Alguno o varios de los inadaptados habrán pensado en sacar a su vez el arma y hacerle frente a aquel insolente malevo pero parece que lo pensaron mejor. Se quedaron unos instan­tes acechando alrededor del palco para retirarse luego hasta su mesa. Muy silenciosos.
«Un rosario de tangos engalanó la noche de Palermo, uno tras otro, hasta que los patoteros optaron por irse. La orquesta terminó la vuelta y el público prorrumpió en aplausos mil. Es seguro que más aplaudían la actitud de coraje de ley del Pibe Ernesto que la interpretación del conjunto. Al día siguiente, se supo en todo Buenos Aires aquel gesto de Ponzio y el local hizo su agosto por varios días dada la nutrida concurrencia que acudía a aplaudir­lo y a oírlo desgranar sus notas compadres.
«No fue esa la única anécdota que corrió de boca en boca sobre Ponzio, pero si quizás la más repetida» (2).
Se presentaba acompañado, generalmente, por el flau­tista Vicente Pecci (el Taño) y por un músico de color y ciego, Eusebio Aspiazú, que tenía una guitarra de once cuerdas, de la que era habilísimo ejecutante y al que Pon­zio dispensaba entrañable afecto. Además de Don Juan, Ernesto Ponzio tiene en su haber alrededor de treinta tangos célebres, como Ataniche (trastrueque de «Che, Anita»), Quiero papita, Don Natalio, De quién es eso, 18 Quilates, Culpas ajenas, Avellaneda, Contámela que te escucho, No te lo puedo decir, y otros. Tenía una modali­dad muy festiva para ejecutar las piezas en su violín, en ese tiempo del tango picarón, acelerado y compadrito.
«El sábado, Pepe fue uno de los primeros en llegar al Luna Park que ese día se inauguraba...». «Recorrió dos inmensos salones bajo techo y llegó por fin a la pista al aire libre. La noche se prestaba para bailar afuera pues la temperatura ambiental era muy elevada. Las mascaritas seguían acudien­do a la fiesta de tango alegre y la pista rebosaba de colores. Unos cuantos niños corrían y patinaban por las amplias tablas de madera. Había cerca de 300 personas cuando los músicos se ubicaron en el estrado. Pepe reconoció a Ponzio v a Bazán de inmediato. Al Pibe Ernesto por su prestancia de varón, la célebre sonrisa y el sempiterno moñito negro. iCIaro, si vestían de smoking*. El veterano clarinetista sobre­salía excesivamente entre los otros músicos por su impor­tante aspecto. Ponzio entró -además- con su instrumento en la mano izquierda. En la derecha llevaba el arco, vertical-mente sostenido por el índice extendido y ligeramente doblado. No sólo se destacaba de Ponzio su viril apostura sino que su vestimenta denotaba una excesiva preocupación en el planchado: no había dónde descubrir una arruguita en su traje, diferencia que en los otros músicos saltaba a la vista. Pepe no los conocía en aquel entonces, pero más tarde se enteró que el flautista era «el Taño» Vicente Pecce; el ban­doneón, «el Yepi»; Eusebio Aspiazú «el Ciego», que porta­ba una enorme guitarra de once cuerdas y el segundo violín, «el Pardo Alcorta». Así se componía el sexteto. Rompieron a tocar. Pepe se sobrecogió emocionado al ver ruino el Pibe Ernesto interpretaba su música. La acompaña­ba con un movimiento de hombros que parecía conferirles más ritmo a las melodías que escapaban de su ancestral ins­trumento.
Los dedos de su mano derecha parecían asir apenas el arco cuyas intensas elipses surcaban el aire con capricho de vuelo de abeja. No podía adivinarse su próxima intención, ora un volteo, ora un pizzicato, ora una apoyatura. De pronto sus notas rememoraban una cuna mecida por una mano amoro­sa v firme, y, enseguida, un trapecista hendiendo el espacio en un sobrecogedor salto mortal. Los demás músicos no desmerecían en nada la calidad del conjunto, pero, evidente­mente, el astro de la noche era El Pibe Ernesto» (3).

Pero El Pibe Ernesto aunará siempre a sus excepcio­nales cualidades de intérprete y compositor la condición de guapo, deslucida a veces por acusaciones de robo. I Lista 1906 ha sido detenido dos veces: la primera, el 29 de setiembre de 1902 por lesiones en un antológico bai­letín de Coronel Suárez, y la segunda el 29 de noviembre de 1906 por idéntica causa y disparo de armas.
El 3 de febrero de 1909 será apresado nuevamente por lesiones y otro tanto habrá de ocurrir el 18 de octubre del mismo año. El 4 de febrero de 1913 es culpado de robo, actividad que cinco años mas tarde vuelve a traerle pro­blemas con la policía aunque esta vez sólo se trata de hurto. Encontrándose en Chubut hacia agosto del 18, es detenido el 4 de ese mes en averiguación de antecedentes. Dura poco su estada en Chubut; se traslada a Trelew y el 16 de agosto cae preso por lesiones.
Parecería que la gira más accidentada del Pibe Ernes­to fuera aquella nunca historiada de su paso por el sur de la República: el 22 de octubre de 1919 registra una entra­da por robo en Río Gallegos y el 8 de setiembre de 1920 otra por homicidio y robo -también en Río Gallegos-, mientras que el 8 de marzo de 1922 es apresado por homicidio y robo en Rawson.
Y así llegamos al fatídico 18 de enero de 1924 en el que Ernesto Ponzio produce un hecho de sangre en el barrio Pichincha, de Rosario, cuyos pormenores da a conocer el diario La Capital al día siguiente con estos titulares
ENTRE GENTE MALEANTE OCURRIO AYER UN GRAVE HECHO
Un tenebroso fue muerto de un balazo
El trágico final de un asado con cuero y jugada de taba
Los adherentes de un comité político

La crónica transcripta fielmente dice: «En jurisdic­ción de la comisaría 9a ocurrió ayer en las primeras horas de la madrugada un grave hecho del que resultó muerto un hombre. La información que acerca del suceso facili­tara la Jefatura a la prensa dice textualmente: «En el inte­rior de un galpón cuya puerta de acceso está señalada con el número 172 de la calle Pichincha, a raíz de un alterca­do por cuestiones del momento, el sujeto Ernesto Pon­zio (a) El Pibe Ernesto, le descerrajó un tiro de revólver a Pedro Báez, argentino, soltero, de 33 años de edad, con domicilio en la avenida Ovidio Lagos 216. El proyectil penetró en el pecho de Báez y le ocasionó la muerte instantánea. En el primer momento, el autor del hecho se dio a la fuga pero más tarde, aproximadamente a las 8 y 50, lograron detenerlo en el Mercado Modelo los emple­ados Domingo Raggio (4) y Horacio Chumbita de la sec­ción Seguridad Personal de Investigaciones. Tanto Báez i orno Ponzio registran antecedentes como tenebrosos».
«Ante la gravedad de lo ocurrido -prosigue diciendo La Capital-, nos trasladamos inmediatamente al lugar del hecho con el propósito de dar cumplimiento a nuestra i área informativa. En primer término varias personas nos manifestaron que el galpón de referencia es propiedad del conocido tahúr Pedro Mendoza, frente al cual, en una finca de la acera opuesta, funciona el garito pertenecien­te a este mismo sujeto, a donde concurren entre otros, iodos los tenebrosos del barrio y muchos profesionales del delito.
«Desde las primeras horas de la madrugada de ayer todos los individuos que asistían a la referida casa de juego iban siendo invitados a participar de un asado con cuero que ofrecía, a las 7, el Partido Radical Unificado en el galpón cedido por Mendoza. La finalidad de la comida era fundar un subcomité político. Como postre, los participantes, después de inscriptos previamente, podrían luego iniciar una partida de taba. A pesar de haber sido invitados a la reunión numerosos franceses y polacos, ello debía tener, por lo menos, características criollas.
«Así las cosas, aproximadamente a las 6 comenzaron a afluir al galpón muchos invitados siendo desde entonces cada vez más nutrida la concurrencia. Como la vaqui­llona sacrificada no estaba todavía lista, se comenzó a servir mate hasta que a las 7 y 20 se inició la comilona. Minutos después, mientras unos comían y bebían, otros principiaron a jugar a la taba.
«Entre estos últimos, se dice, encontrábanse Báez y Ponzio. Parece ser que los nombrados, transcurridos algunos instantes, sostuvieron a raíz del juego un vio­lento cambio de palabras. Y como no llegaran a enten­derse, se trabaron en pelea, aplicándose recíprocamente fuertes puñetazos. Como es de suponer, los concurren­tes, en vez de separarlos, hicieron enseguida rueda a los contendores.
«Poco después Ponzio, que en el transcurso de la riña habría rodado por tierra, extrajo de entre sus ropas su revólver y desde el suelo habríale hecho a Báez el dispa­ro que le causó la muerte. Inmediatamente lo mismo que todos los participantes de la reunión, Ponzio emprendió la fuga y luego lograron detenerlo como ya se ha dicho, los empleados de Investigaciones antes citados.
«Instantes después de haberse producido el disparo, en compañía de varios agentes arribó al lugar del suceso el oficial inspector Pedro N. Romano, que en esos momentos recorría la sección. En el galpón no había nadie y en medio del galpón yacía de cubito supino el cadáver de Báez, que manaba todavía abundante sangre por la boca.
«Ante la gravedad del suceso, dicho empleado requi­rió enseguida la presencia de sus superiores, habiendo concurrido poco después el comisario don Héctor Perazzo y el auxiliar de servicio señor Carlos Corbella, quienes ordenaron se adoptasen las providencias del caso. El cuerpo de Báez fue transportado al local de la comisaría y se procedió a practicar averiguaciones ten­dientes a esclarecer lo ocurrido. Horas mas tarde, encon­trábanse detenidos en la seccional 9a en averiguación del hecho más de treinta individuos. Cuando se produjo el suceso había en el galpón alrededor de setenta.
«Para completar nuestra información nos trasladamos en la tarde de ayer a aquella comisaría. Allí nos manifes­taron varios empleados policiales que el homicidio había sido involuntario. Por lo menos -nos aseguraron-, así se desprende de las declaraciones prestadas por los sujetos que se encontraban en el galpón: Ponzio, que se hallaba ebrio, hizo un disparo de revólver con el propósito de
I. lu.ii la comilona y en lugar de hacer blanco en la |. o. d, lo hizo en el cuerpo de Báez.
“Del grave hecho tiene conocimiento el juez de instrucción, doctor Carlos J. Díaz Guerra, y se inició enseguida el sumario correspondiente. Por disposición de dicho magistrado el cadáver de Báez fue entregado ayer a las 13  a su amante, habiéndolo reconocido previamente uno de los médicos forenses. A estar en el informe del mismo, el proyectil que recibiera Báez le atravesó el .  corazón y luego salió por el costado izquierdo.
«El autor del hecho, Ernesto Ponzio (a) El Pibe Ernesto, es argentino, soltero, de 41 años de edad, de profesión músico, con domicilio en la calle Pichincha 153. Actualmente formaba parte de la orquesta típica delincuente - Mitre que está situado en la esquina formada por aquella arteria y la de Jujuy. Registra antecedentes pési­mos, sabiéndose que ha cometido ya otros dos o tres homicidios en la provincia de Buenos Aires. La última condena la cumplió en el presidio de Ushuaia. En cuanto a Báez, que era tenebroso como Ponzio, también registraba además de estos antecedentes, otros por diver­sos delitos. Respecto al arma que empleara Ponzio, la policía no ha logrado secuestrarla todavía.
•Olvidábamos decir que en el interrogatorio que la policía sometió hoy a Ponzio, éste ha declarado que como estaba ebrio no recuerda nada de lo ocurrido. A hora bien, acerca del grave hecho circula otra versión, la exacta según se nos asegura.
«Desde que comenzó la partida de taba, Ponzio notó que se hacía mal el juego. Para desplumar a los tontos uti­lizábanse las llamadas «mellizas». Una de ellas es una taba buena y la otra está cargada. Al principio se tira con la primera para inspirar confianza, y luego, cuando se cree conveniente, es cambiada por la «melliza», que pro­porciona ganancia segura.
«Convencido plenamente de la combinación, Ponzio exigióle poco después participación en el «negocio» a un sujeto apodado el Paisano Díaz pero, como éste se opu­siera terminantemente, aquél se exasperó y acto continuo extrajo entre las ropas un revólver y le descerrajó un balazo. Simultáneamente el Paisano Díaz, para ponerse a salvo, se colocó de un salto detrás de Báez que se hallaba cerca, haciendo entonces blanco el proyectil en el cuerpo de este por aquella causa» (5).
Dos días después de ocurrido el hecho, comentaba aún La Capital:
«EL GRAVE SUCESO DE LA CALLE PICHINCHA «Libertad de que gozan los elementos maleantes «En nuestra edición anterior hemos informado con ampli­tud de detalles acerca del grave hecho ocurrido entre male­antes en las primeras horas de la mañana de anteayer en jurisdicción de la comisaría 9". Respecto al suceso casi nada hay que agregar, fuera de la libertad que tan pronto como prestaron declaración recuperaron todos los detenidos, excepto, por supuesto, de Ernesto Ponzio (a) el Pibe Ernes­to, autor involuntario de la muerte de Pedro Báez. Aparte de ello se dice que como consecuencia del trágico final de la jugada de taba ha sido clausurado definitivamen­te el garito de Pedro Mendoza, que funcionaba, como ayer lo dijimos, en una casa de la misma cuadra de la calle Pichin­cha, sita la finca en la acera opuesta a la del galpón donde ocurrió el hecho.
Muchas personas -tal vez están en lo cierto- aseguran que la clausura es momentánea, que sólo se trata de unos días de duelo en memoria del caído.
En cuanto a la libertad de que gozan en jurisdicción de la seccional de referencia los tenebrosos y otros profesionales del delito, hasta anoche no se había notado ningún cambio. En los distintos cafés y negocios del barrio estaban reunidos todos, comentado el suceso a vista y paciencia de la policía» (6).

Abundando lo informado por Manzuoli -el cronista policial de La Capital-; un testigo presencial de lo ocu­rrido en el dichoso galpón ha dado para Prostitución y Rufianismo la siguiente versión: «-El Pibe Ernesto fue a jugar una noche a la taba, en la timba de Pedro Mendoza, y allí se encontró con otro jugador conocido: el Paisano Díaz. Se trenzaron los dos en una par­tida muy brava. El Paisano le ganó lo que llevaba encima v, al final, le dijo: Yo con gente sin plata no juego. Entonces se armó la trifulca, en la que estuvo metido también un levan­tador de juego al que decían Aparato, que cayó baleado. El Pibe Ponzio fue a parar a la cárcel de Rosario y ahí fue donde compuso «Culpas ajenas», un tango que fue bastante conocido» (7).

En Buenos Aires circulan versiones bastante aproxi­madas sobre el sino que envolviera a Ernesto Ponzio: «Posteriormente -dice Rene Briand-, don Domingo supo que en el transcurso de una actuación en el interior, el Pibe Ernesto tuvo un enfrentamiento con el guardaes­paldas de un caudillo zonal, un compadrito llamado Díaz. La topada fue en serio y ambos sacaron armas. Ponzio disparó con tanto infortunio que hirió de muerte a un inocente. La época, un músico de tango, la política... Las influencias se ensañaron en su contra y fue condena­do a 16 años de prisión. Don Domingo lo oyó por boca del propio Bazán (8), gran amigo del violinista. Y nunca más se supo del Pibe Ernesto» (9).
Tomás de Lara e Inés Leonilda Roncetti de Panti recogen una especie sublimada acerca de aquel retiro for­zoso del Pibe Ernesto a cuarteles de invierno: «Era hom­bre de duelos criollos. La mala suerte quiso que matara, según se dice en buena ley, por defender el honor de una mujer. Pero estuvo preso por ello más de diez años en la cárcel de Coronda» (10).
Lo cierto es que Ponzio es guardado celosamente, pri­mero en la seccional 9a de policía, luego en la Alcaidía de la Jefatura de Rosario, más tarde en la Cárcel de Encau­sados y luego en la prisión que aún existe en la localidad santafesina de Coronda.

«-Yo lo conocí al Pibe Ernesto Ponzio, que era medio atropellador, cuando le puso el revólver a Julio De Caro y le dijo: «Soréte, dame diez pesos». Cuando estuvo acá en la cár­cel lo fuimos a ver con Pedro Mafia y se puso a llorar. Por ahí se dio cuenta de que estaba yo: «¿ Y este pibe?», dice. «Es un amigo mío: Mantequita», contestó Mafia. "No lo conoz­co...» respondió El Pibe Ernesto. «Bueno», le digo, «yo a usted lo be ido a ver muchas veces y conocí al baterista de su orquesta". El asunto es que habló con Mafia y éste no le dio mucha bola. Parecía que le tenía miedo...
A pesar de que El Pibe Ernesto estaba preso? -Es que se hacía respetar mucho. Aquí vino un día al cine Nacional a tocar y de prepo se llevó a todos los mejores músicos de Rosario con él. Me parece que le pidió a Mafia ropa y plata, que Mafia le mandó porque era derecho. Yo fui por cumplir. Después no lo vi más al Pibe Ernesto» (11).
La fama de Ponzio es tan notoria por esa época en Buenos Aires que, a poco de ser detenido, la policía rosarina recibe junto con un telegrama de la madre del Pibe Ernesto preguntando si su hijo se encontraba detenido, otro cursado nada menos que por el famoso jefe de Investigaciones porteño Eduardo Santiago redactado en estos términos:
«Encarézcole nos informe si encuéntrase detenido en esa Ernesto Ponzio v por qué causa. Saludóle atentamente. San­tiago. Jefe de Investigaciones» (12).

La respuesta, lacónica, no deja margen para ninguna solicitud de excarcelación,
«Ernesto Ponzio encuéntrase detenido Penitenciaría acusa­do homicidio...» (13).

Cuatro días antes de cumplir los primeros seis meses de su detención, o sea el 14 de julio de 1924, el tribunal dicta sentencia condenando a Ponzio «a sufrir la pena de veinte años de reclusión, accesorias legales y costas, debiendo ser recluido por tiempo indeterminado una vez cumplida dicha pena en un paraje del territorio del sur de la República». Pero el PE por un decreto que fecha el 25 de mayo de 1925 sustituye la pena fijada por la de 14 años de prisión y confinamiento. Ponzio no llegará a cumplir su condena, cuyo término expiraba el 12 de enero de 1938. Indultado con fecha aún no precisa, aparece en 1932 con Juan Carlos Bazán.
El 24 de junio de 1933 el diario La Tribuna, de Rosa­rio, da cuenta de la actuación de Ponzio en esta ciudad con la publicación de un suelto que no deja lugar a dudas de que el hombre ha conseguido el indulto
«EL PIBE ERNESTO EN EL NACIONAL 14 «B. Bianquet y la bailarina San Miguel». «Con franco éxito, como se descontaba, ofreció ayer nuevas audiciones al público del Nacional la orquesta que dirige y encabeza el Pibe Ernesto. De la impresión causada por la orquesta y la pareja de baile que integran el bailarín B. Bian­quet -conocido también por el Cachafaz- y la bailarina y actriz Isabel San Miguel dice, más q' cualquier referencia q' quisiera comentar medidamente el hecho, el aplauso de los auditorios que han desfilado por la sala de la calle San Mar­tin desde el debut de este conjunto musical. Tal hecho anti­cipa a esta temporada el más halagüeño suceso. «Hoy, en familiar y noche, volverá a actuar la orquesta del Pibe Ernes­to, que revela su especialidad en la ejecución de viejos tan­gos que poseen un fiel sabor de época y que el Cachafaz y su compañera saben destacar con su desempeño correcto y ajustado» (15).

Con el título «El Pibe Ernesto y el Tango», el mismo ejemplar dedica grandes elogios a la personalidad de Ponzio y a sus tangos «Don Juan», «Quiero papita» y \ Ataniche». En los ditirambos prodigados generosamente también se encuentra el tango «El Entrerriano» que, al parecer, el croniquero atribuye a Ponzio aunque sin adjudicárselo directamente (señalemos, de paso, que dicha composición es de Rosendo Mendizábal). El suelto termina así:
«...Ha reaparecido El Pibe Ernesto -Ernesto Ponzio- en Rosario. Es también un pasado que revive, una historia que renace para hacernos acordar un poco lo que fuimos. Y se podría explicar todo con esto: «Para no perder la línea». Para que el tango sea siempre tango, sin «grupos». Para que sean el taita «Don Juan» con «La Morocha» los que com­pongan la pareja que no pueda olvidarse. El Pibe Ernesto demuestra su estilo de siempre, al sesgo de una escala com­padre, e impone su vieja muñeca al caprichoso arco del vio­lín que arranca notas y notas para eternizarse en su música».

Pero estaba escrito que estos serían los arrestos fina­les de aquel gran músico de la Guardia Vieja.
«Cuando logró el indulto, volvió a la música, como otros después de la ruina. Dirigió entonces, con Juan Carlos Bazán, una exitosa orquesta, que intervino en diversos espectáculos teatrales. En la última etapa de su vida Ponzio residió en la localidad de Lanús, donde tenía un almacén de comestibles que atendía con su mujer. Falleció a los cuaren­ta y nueve años, de resultas de un aneurisma, como su padre, el domingo 21 de octubre de 1934» (16).

Como expresión de arrepentimiento algo tardío por sus errores de juventud; como una reafirmación mas de su alma bohemia y musical, y hasta como un testamento legado a la posteridad, sobresale entre la producción de Ponzio aquel tango compuesto luego de haber purgado su falta en Rosario: Culpas ajenas, cuyos versos pertene­cen al autor de Corrientes: Jorge Curi.
Volvió de nuevo a mi barrio
tal vez condolido y un poco más viejo,
aquel que entre los muchachos
era el más querido, era el más travieso;
pero hay congojas en su alma
su acento es sombrío
se ve que sufrió,
y trae para los amigos consejos muy sanos que solo aprendió.
Recitado: La cárcel maldita lo hundió entre sus sombras cuando en su defensa esa noche mató.
II
Porque, provocado e injuriado sin razón
lo hirió la vergüenza y a conciencia lo ultimó.
I (bis)
¡Salió!, ya está entre nosotros,
cumplió su condena, está en libertad
y piensa formar un nido
de gloria y ternura
de amor y de paz;
y echar un manto de olvido
al tiempo pasado de su perdición
luchar y reivindicarse
con todas las fuerzas
de un bravo varón.

NOTAS
(1)Tomás de Lara e Inés Leonilda Roncetti de Panti. El tema del tango •'" literatura argentina. Págs. 38/39. 2" Edif. Ed. Culturales Argentinas. Sei  de Estado de Cultura y Educación. Bs. Aires. 1969.
(2)Rene Briand. Crónicas del tango alegre. La 1 listona Popular. N° 95. Págs   s a 77. Centro Editor de América Latina. Bs. Aires. 1972.
(V) Rene Briand, op.cit. Pág. 80.
(4) «Rosario, enero 18 de 1924. Al señor Jefe de la sección Seguridad Peí sonal don Hilario Albarracín. Cumplo en comunicar a usted que sien-•I" las 9.30 lloras en el interior de los altos del Mercado Modelo procedí a I' detención juntamente con el empleado Horacio Chumbita, del sujeto ril ito Ponzio en virtud de tener su captura por estar acusado de homici­da en la persona del sujeto Pedro Báez, hecho ocurrido en la jurisdicción de la sección 9* en la mañana de hoy siendo las 7.40 horas en el interior de la casa de la calle Pichincha 172. En consecuencia hágole saber que el expre­sado sujeto ha sido entregado a la sección 9* y a disposición de la misma. Fdo.: Domingo Raggio».
«Rosario, enero 20 de 1924. Señor comisario de órdenes don José Brig-nardiello: Comunico a usted que en la fecha he elevado a consideración del señor Juez de Turno, doctor Carlos G. Díaz Guerra, el sumario preventi­vo compuesto de 24 fojas útiles incluso un croquis, una ficha dactiloscópi­ca, y dos informes médicos expedidos por el doctor Emilio Solari, que fue instruido en esta dependencia con motivo del homicidio perpetrado en la persona de Pedro Báez por el sujeto Ernesto Ponzio, hecho ocurrido el día 18 del actual siendo las 7.40 y del cual se dio cuenta a la superioridad opor­tunamente, en el cual se establece que en la fecha indicada se habrían reu­nido unas diez personas en el interior de un galpón que existe en los fon­dos del inquilinato que está ubicado en la calle Pichincha 172 con el pro­pósito de comer un asado, en cuyas circunstancias, sin mediar palabras algunas Ponzio, algo alcoholizado, extrajo de entre sus ropas un revólver e hizo un disparo pues el proyectil dio en el blanco de Báez produciéndole la muerte instantánea. Ponzio después de consumar el hecho se dio a la fuga pero una hora más tarde fue detenido en los altos del Mercado Mode­lo por el empleado de investigaciones Domingo Raggio, habiéndose remi­tido a la Alcaidía de Policía en calidad de incomunicado...» «... Por orden del juez citado el cadáver del extinto fue entregado a los deudos para su inhumación. El revólver empleado para la ejecución del delito no ha sido posible secuestrarlo no obstante las diligencias que al respecto se efectua­ron». Firma ilegible. Ambas documentaciones son inéditas.
(5)La Capital, 19 de enero de 1924.
(6)La Capital, 20 de enero de 1924.
(7)Rafael O. lelpi-Héctor N. Zinni. Prostitución y Rufianismo, op. cit. Pág. 155.
Juan Carlos Bazán. Músico, n. en 1888, m. el 10 de mayo de 1936. Fue célebre clarinetista del tango primitivo, en los tiempos de las glorietas de Palermo, en Buenos Aires. Integró el primer trío de Firpo y fue autor de los famosos tangos La chiflada, Pampa, El brujo, La timba, Club Pueyrredón, etc. Se constituyó, sin duda, en uno de los personajes fabulosos del tango y fue larga su actuación. Tomás de Lara y ot, op.cit. Pág. 40 // «Dicen que a Bazán lo llamaban «La Banda» porque él equivalía por una. No sólo musi­calmente, aunque tocara de oído, sino por su exhuberante físico: medía cerca de un metro
(8)noventa y era bastante obeso, por lo cual en cualquier palco se imponía su presencia. Por 1899 tocaba su clarinete en dúo formado por Vicente Ponzio, Ernesto Ponzio -ambos violinistas-, Tortorelli en arpa y el propio Bazán en clarinete, animando las milongas de Palermo y Bajo Bel-grano. Poco después tormo un nuevo conjunto para actuar en «La Fazenda» de los cuales formaban parte El Pibe Ernesto, El Ciego Aspiazú en guitarra y Félix Riglos, flauta...». Rcné Bnand. op.cit. Pág. 77.
(9)   Rene Briand, op.cit.
(10)Tomás de Lara y otr, op.cit Págs. 38/39.
(11)Julio Schiavone, id.id.
(12)Documentación inédita de fuente inobjetable existente en Rosario y suministrada ai autor para la confección de este libro.
(13)Documentación inédita de fuente inobjetable existente en Rosario y suministrada al autor para la confección de este libro.
(14)F.n la década del 20 la sala denominada Nacional, ubicada en la calle San Martín 1139 de la ciudad de Rosario, comenzó siendo teatro. Luego, denominada Cóndor funcionó como cine, cediendo su solar en 1944 al cinematógrafo Gran Rex que continúa hasta el presente. Ver artículo del autor, Vida y pasión del cinematógrafo rosarino, en Revista de Historia de Rosario.Año XI.N° 25.1973.
(15)José Ovidio Bianquet, el mas famoso de los bailarines de tango, conocido también como Benito Bianquet, célebremente apodado «El Cachafaz», fue presentado en ese año de 1933 en el cine teatro San Fer­nando, de Buenos Aires, a Carmencita Calderón quien sería su tercera compañera de baile -Olga San Juan e Isabel San Miguel habían sido las pre­decesores- y con quien llegaría a filmar algunas secuencias de «Carnaval de Antaño». Las actuaciones de la pareja se prolongaron hasta el 7 de febrero de 1942 cuando después de una actuación en el Rancho Grande de Mar del Plata, el rey de los bailarines cayó muerto de un síncope a los 56 años de edad. Curiosamente, el último tango que bailó «El Cachafaz» fue Don Juan, de Ernesto Ponzio. Carmencita Calderón fue luego compañera del excelente bailarín Juancito Avena. Cfr. Raúl E. Lotitto, Habla la pareja de El Cachafaz, Clarín. Bs. Aires. I'\7.1976 // Horacio Ferrer: El Libro del Tango. TI. Págs. 75/76. Bs. Aires. 1971 // Constantino Sobri no: Manual, guia, enciclopedia, crónica y diccionario del tango. Pág. 109. Bs. Aires. 1971.
(16)Tomás de Lara y otr. op.cit. Págs. 38/39.

Fuente; Extraído de Libro “El Rosario de Satanas” Autor Héctor Nicolás Zinni. Tomo I Editorial Fundación Ross. 3ra. Edición 2000.