-Rancagua-Y
el gotán, ¿dónde lo dejan? ¿Dónde lo dejan al
gotán, el de las dulces notas rezongonas y armoniosas? Don Antonio- ¡No me hable de lo gotane, per la madona! ¿Qué é eso de lo gotane?
Puro caran can cangue. «Tírame co lo baúle»... «Seguime se te parece»...
«Spiandá que te pisa Pauto»... e nunca salime de allí. Ma, ¿qué me quiere
enter-pretare osté co lo gotane? ¿Me lo quiere analizare?».
Alberto Vacarezza. Tu cuna fue un
conventillo.
Buenos Aires, 1929.
«Porvenir-(a Cañonazo) -Che, ¿vos estás seguro q'estos son músicos?
Cañonazo-Sí, son mitad y mitad.
¡Son músicos y asaltantes! Cuando no tienen donde tocar, asaltan... ¿Te acordás de
aquel muerto con catorce puñaladas q'encontraron en el hueco? Porvenir-Sí.
Cañonazo-Lo fajaron entre los tres. Porvenir- ¿Y por qué? Cañonazo-No les pagó un baile».
José Ignacio Robles y Alberto S. Puertolas.
La otra noche en un bailongo. Buenos Aires, 1929
Uno de los personajes
de avería -por añadidura músico famoso-que recala en Pichincha por aquellos
lejanos veintes es nada más y nada menos que Ernesto Ponzio (a) Pibe Ernesto. Violinista excepcional,
el hijo de Antonio Ponzio v Casilda Casafú ha nacido el 10 de julio de 1885 en
Buenos Aires, en aquel barrio denominado Tierra del Fuego, ubicado entre la
demolida Penitenciaría y La
Recoleta. Su padre, de origen napolitano, fue arpista y,
víctima de un aneurisma, falleció mientras ofrecía un recital. Ernesto, que
cursaba estudios de violín en el Conservatorio Williams, interrumpió entonces
los mismos y, empuñando su violín, presentóse en fondas y cantinas en las que
hacía oír piezas del repertorio popular, después de lo cual pasaba el platillo
entre los parroquianos.
Con su hermano Eduardo (a) Cabezón, también violinista, se gana la
vida como puede en los célebres tríos de Hansen, El Tambito, El Velódromo, La Batería y también en los
bailes de María La Vasca
y de Concepción Amaya («Mamita»), mujer esta última que poseía un lugar de
esparcimiento en la calle Lavalle 2177 de la Capital Federal.
En esta casa, según el investigador Vat-tuone, Ponzio estrenó en el año 1900 su
famoso tango Don Juan, que habría compuesto en 1898 y cuya segunda edición incluye letra de
Ricardo J. Podestá. Seis años después del estreno de aquel tango contrae enlace
con Adela Savino (1).
Dice Rene Briand: «El Pibe Ernesto tenía larga fama por su
cartel de «pesado» y, entre los músicos, por los pizzicatos que marcaba con su
violín, urticante efecto que estimulaba a los bailarines a esforzarse en cortes
y quebradas para no diluir la atención que el público les brindaba y que
disminuía poco a poco cuando tocaba Ponzio, quien pronto terminaba por ser el
centro de atracción de los asistentes.
«Allá por el 99 ya se hacía notar desde La Batería, lugar ubicado en
Retiro, vecino al Hotel de los Inmigrantes, acompañado por el viejo
guitarrista Genaro Vázquez. Entonces Ponzio no contaría más de quince años.
Luego lo vio actuar en el mentado Hansen, de Palermo, formando un trío con
Vázquez y el flautista Luis Teisseire, otro maravilloso desgranador de notas
compadritas, Hamelín del tango. Narraba el profesor que allí se produjo un
episodio que cimentó públicamente la fama de guapo del violinista:
«El Pibe Ernesto era un
muchacho muy apuesto, de estatura mediana, luciendo eternamente una sonrisa que
destacaba sus grandes dientes superiores. Más que sonrisa, muchos la
interpretaban como un gesto socarrón que en muchos casos llegaba a parecer
sobrador. Algo habría de eso: su apostura varonil era muy apreciada por las mujeres y ello le habría hecho adoptaruna pose de taura la cual evidentemente- llegó a formar parte de su personalidad, aunque también podría haber sido, en el fondo, una previa reacción de
autodefensa para impresionar de entrada a quien fuera, ante cualquier improvisada eventualidad.
De todas maneras, de sobra probó el Pibe Ernesto que llevaba los
pantalones bien puestos más de una vez en que se viera obligado a reverdecer su
cartel de guapo de ley ante algún incrédulo que se atrevió a dudarlo.
«Quizás haya sido por
1903: irrumpió en el Hansen una de aquellas bravas patotas de niños bien -o
«indios bien», como se les calificaba-. Espléndidos exponentes de la juventud
dorada, más dorada por la prudencia de sus familias que por brillantez
intelectual o social; grupos de inadaptados que se habrían encontrado
profundamente resentidos por no poder adquirir lo que el dinero no compraría
jamás: la fidelidad de un amigo; una noche de bohemia; el amor puro de una
prostituta (no sus favores tarifados); el goce de estrenar una lamparita en un
mísero cuarto de conventillo, alumbrado a velas por semanas; poder componer un
tango con el estómago vacío; e infinitas otras sutilezas que nunca podrían
gozar.
«Entró la patota al local de Palermo y con sus gritos destemperaron
desde ya el ambiente que, por rara casualidad, era plácidamente amable en ese
momento. Comenzaron las pullas a los fortuitos bailarines que, discretamente
se fueron retirando. Muy discutido es si en lo de Hansen se bailaba o no. En
contra de las opiniones de algunos testigos, existen referencias acreditables
de que por lo menos ocasionalmente se lo hacía. Excitados por el triunfo,
decidieron que no tocaran más tango en ese lugar y en ese lapso. Se dirigieron
a los músicos exigiendo que pararan y tocaran, probablemente, algún vals. Hubo
una pequeña vacilación orquestal.
«Pero en el palco se
encontraba Ponzio y a él no le iban a exigir nada, con toda seguridad. Extrajo
velozmente su revólver -el célebre «bufo» que nunca se le cayó de la cintura,
según dicen que él mismo decía- y rompió a tocar un tango (hasta puede haber
sido su «Don Juan»), sosteniendo el arma que apuntaba a los malcriados con la
misma mano que sostenía el arco y ordenando secamente a sus compañeros que lo
siguieran. Alguno o varios de los inadaptados habrán pensado en sacar a su vez
el arma y hacerle frente a aquel insolente malevo pero parece que lo pensaron
mejor. Se quedaron unos instantes acechando alrededor del palco para retirarse
luego hasta su mesa. Muy silenciosos.
«Un rosario de tangos
engalanó la noche de Palermo, uno tras otro, hasta que los patoteros optaron
por irse. La orquesta terminó la vuelta y el público prorrumpió en aplausos
mil. Es seguro que más aplaudían la actitud de coraje de ley del Pibe Ernesto
que la interpretación del conjunto. Al día siguiente, se supo en todo Buenos
Aires aquel gesto de Ponzio y el local hizo su agosto por varios días dada la
nutrida concurrencia que acudía a aplaudirlo y a oírlo desgranar sus notas
compadres.
«No fue esa la única
anécdota que corrió de boca en boca sobre Ponzio, pero si quizás la más
repetida» (2).
Se presentaba
acompañado, generalmente, por el flautista Vicente Pecci (el Taño) y por un músico de
color y ciego, Eusebio Aspiazú, que tenía una guitarra de once cuerdas, de la
que era habilísimo ejecutante y al que Ponzio dispensaba entrañable afecto.
Además de Don Juan, Ernesto Ponzio tiene en su haber alrededor de treinta tangos célebres,
como Ataniche (trastrueque de «Che, Anita»), Quiero papita, Don Natalio, De quién es eso, 18 Quilates, Culpas
ajenas, Avellaneda, Contámela que te escucho, No te lo puedo decir, y otros. Tenía una modalidad muy festiva para ejecutar las piezas en
su violín, en ese tiempo del tango picarón, acelerado y compadrito.
«El
sábado, Pepe fue uno de los primeros en llegar al Luna Park que ese día se
inauguraba...». «Recorrió dos inmensos salones bajo techo y llegó por fin a la
pista al aire libre. La noche se prestaba para bailar afuera pues la
temperatura ambiental era muy elevada. Las mascaritas seguían acudiendo a la
fiesta de tango alegre y la pista rebosaba de colores. Unos cuantos niños
corrían y patinaban por las amplias tablas de madera. Había cerca de 300
personas cuando los músicos se ubicaron en el estrado. Pepe reconoció a Ponzio
v a Bazán de inmediato. Al Pibe Ernesto por su prestancia de varón, la célebre
sonrisa y el sempiterno moñito negro. iCIaro, si vestían de smoking*. El veterano clarinetista sobresalía excesivamente entre los otros
músicos por su importante aspecto. Ponzio entró -además- con su instrumento en
la mano izquierda. En la derecha llevaba el arco, vertical-mente sostenido por
el índice extendido y ligeramente doblado. No sólo se destacaba de Ponzio su
viril apostura sino que su vestimenta denotaba una excesiva preocupación en el
planchado: no había dónde descubrir una arruguita en su traje, diferencia que
en los otros músicos saltaba a la vista. Pepe no los conocía en aquel entonces,
pero más tarde se enteró que el flautista era «el Taño» Vicente Pecce; el bandoneón,
«el Yepi»; Eusebio Aspiazú «el Ciego», que portaba una enorme guitarra de once
cuerdas y el segundo violín, «el Pardo Alcorta». Así se componía el sexteto.
Rompieron a tocar. Pepe se sobrecogió emocionado al ver ruino el Pibe Ernesto
interpretaba su música. La acompañaba con un movimiento de hombros que parecía
conferirles más ritmo a las melodías que escapaban de su ancestral instrumento.
Los dedos de su mano derecha parecían
asir apenas el arco cuyas intensas elipses surcaban el aire con capricho de
vuelo de abeja. No podía adivinarse su próxima intención, ora un volteo, ora un
pizzicato, ora una apoyatura. De pronto sus notas rememoraban una cuna mecida por
una mano amorosa v firme, y, enseguida, un trapecista hendiendo el espacio en
un sobrecogedor salto mortal. Los demás músicos no desmerecían en nada la
calidad del conjunto, pero, evidentemente, el astro de la noche era El Pibe
Ernesto» (3).
Pero El Pibe Ernesto aunará siempre a sus excepcionales cualidades de intérprete y compositor la condición de guapo, deslucida
a veces por acusaciones de robo. I Lista 1906 ha sido detenido dos
veces: la primera, el 29 de setiembre de 1902 por lesiones en un antológico bailetín
de Coronel Suárez, y la segunda el 29 de noviembre de 1906 por idéntica causa y
disparo de armas.
El 3 de febrero de 1909
será apresado nuevamente por lesiones y otro tanto habrá de ocurrir el 18 de
octubre del mismo año. El 4 de febrero de 1913 es culpado de robo, actividad
que cinco años mas tarde vuelve a traerle problemas con la policía aunque esta
vez sólo se trata de hurto. Encontrándose en Chubut hacia agosto del 18, es
detenido el 4 de ese mes en averiguación de antecedentes. Dura poco su estada
en Chubut; se traslada a Trelew y el 16 de agosto cae preso por lesiones.
Parecería que la gira
más accidentada del Pibe Ernesto fuera aquella nunca historiada de su paso por
el sur de la República:
el 22 de octubre de 1919 registra una entrada por robo en Río Gallegos y el 8
de setiembre de 1920 otra por homicidio y robo -también en Río Gallegos-,
mientras que el 8 de marzo de 1922 es apresado por homicidio y robo en Rawson.
Y así llegamos al
fatídico 18 de enero de 1924 en el que Ernesto Ponzio produce un hecho de
sangre en el barrio Pichincha, de Rosario, cuyos pormenores da a conocer el
diario La Capital
al día siguiente con estos titulares
ENTRE GENTE MALEANTE
OCURRIO AYER UN GRAVE HECHO
Un
tenebroso fue muerto de un balazo
El
trágico final de un asado con cuero y jugada de taba
Los
adherentes de un comité político
La crónica transcripta fielmente dice: «En jurisdicción de la
comisaría 9a ocurrió ayer en las primeras horas de la madrugada un
grave hecho del que resultó muerto un hombre. La información que acerca del
suceso facilitara la
Jefatura a la prensa dice textualmente: «En el interior de
un galpón cuya puerta de acceso está señalada con el número 172 de la calle
Pichincha, a raíz de un altercado por cuestiones del momento, el sujeto
Ernesto Ponzio (a) El Pibe Ernesto, le descerrajó un tiro de revólver a Pedro Báez, argentino, soltero, de 33 años de edad, con domicilio en
la avenida Ovidio Lagos 216. El proyectil penetró en el pecho de Báez y le
ocasionó la muerte instantánea. En el primer momento, el autor del hecho se dio a la fuga pero más tarde, aproximadamente a las 8 y 50, lograron detenerlo
en el Mercado Modelo los empleados Domingo Raggio (4) y
Horacio Chumbita de la sección Seguridad Personal de
Investigaciones. Tanto Báez i orno
Ponzio registran antecedentes como tenebrosos».
«Ante la gravedad de lo
ocurrido -prosigue diciendo La
Capital-, nos trasladamos
inmediatamente al lugar del hecho con el propósito de dar cumplimiento a
nuestra i
área informativa. En primer término varias personas nos manifestaron
que el galpón de referencia es propiedad del conocido tahúr Pedro Mendoza,
frente al cual, en una finca de la acera opuesta, funciona el garito
perteneciente a este mismo sujeto, a donde concurren entre otros, iodos los tenebrosos del barrio y muchos profesionales del delito.
«Desde las primeras horas de la madrugada de ayer
todos los individuos que asistían a la referida casa de juego iban siendo
invitados a participar de un asado con cuero que ofrecía, a las 7, el Partido
Radical Unificado en el galpón cedido por Mendoza. La finalidad de la comida
era fundar un subcomité político. Como postre, los participantes, después de
inscriptos previamente, podrían luego iniciar una partida de taba. A pesar de
haber sido invitados a la reunión numerosos franceses y polacos, ello debía
tener, por lo menos, características criollas.
«Así las cosas, aproximadamente a las 6 comenzaron a afluir al galpón muchos invitados siendo desde entonces cada vez más
nutrida la concurrencia. Como la vaquillona sacrificada no estaba todavía
lista, se comenzó a servir mate hasta que a las 7 y 20 se inició la comilona.
Minutos después, mientras unos comían y bebían, otros principiaron a jugar a la
taba.
«Entre estos últimos,
se dice, encontrábanse Báez y Ponzio. Parece ser que los nombrados,
transcurridos algunos instantes, sostuvieron a raíz del juego un violento
cambio de palabras. Y como no llegaran a entenderse, se trabaron en pelea,
aplicándose recíprocamente fuertes puñetazos. Como es de suponer, los concurrentes,
en vez de separarlos, hicieron enseguida rueda a los contendores.
«Poco después Ponzio,
que en el transcurso de la riña habría rodado por tierra, extrajo de entre sus
ropas su revólver y desde el suelo habríale hecho a Báez el disparo que le
causó la muerte. Inmediatamente lo mismo que todos los participantes de la
reunión, Ponzio emprendió la fuga y luego lograron detenerlo como ya se ha
dicho, los empleados de Investigaciones antes citados.
«Instantes después de
haberse producido el disparo, en compañía de varios agentes arribó al lugar del
suceso el oficial inspector Pedro N. Romano, que en esos momentos recorría la
sección. En el galpón no había nadie y en medio del galpón yacía de cubito
supino el cadáver de Báez, que manaba todavía abundante sangre por la boca.
«Ante la gravedad del
suceso, dicho empleado requirió enseguida la presencia de sus superiores,
habiendo concurrido poco después el comisario don Héctor Perazzo y el auxiliar
de servicio señor Carlos Corbella, quienes ordenaron se adoptasen las
providencias del caso. El cuerpo de Báez fue transportado al local de la
comisaría y se procedió a practicar averiguaciones tendientes a esclarecer lo
ocurrido. Horas mas tarde, encontrábanse detenidos en la seccional 9a
en averiguación del hecho más de treinta individuos. Cuando se produjo el
suceso había en el galpón alrededor de setenta.
«Para completar nuestra información nos trasladamos en la tarde de
ayer a aquella comisaría. Allí nos manifestaron varios empleados policiales
que el homicidio había sido involuntario. Por lo menos -nos aseguraron-, así se
desprende de las declaraciones prestadas por los sujetos que se encontraban en
el galpón: Ponzio, que se hallaba ebrio, hizo un disparo de revólver con el
propósito de
I. lu.ii la comilona y en lugar de hacer blanco en la |. o. d, lo hizo en el
cuerpo de Báez.
“Del grave hecho tiene conocimiento el juez de instrucción, doctor
Carlos J. Díaz Guerra, y se inició enseguida el sumario
correspondiente. Por disposición de dicho magistrado el cadáver
de Báez fue entregado ayer a las 13 a su
amante, habiéndolo reconocido previamente uno de los médicos forenses. A estar en el informe del mismo, el proyectil que recibiera Báez le atravesó el . corazón y luego salió por el costado izquierdo.
«El autor del hecho, Ernesto Ponzio (a) El Pibe Ernesto, es argentino, soltero,
de 41 años de edad, de profesión músico, con domicilio
en la calle Pichincha 153. Actualmente formaba parte de la orquesta típica delincuente
- Mitre que está situado en la esquina formada por aquella arteria y la de Jujuy. Registra antecedentes pésimos, sabiéndose que ha cometido ya otros dos o tres homicidios en la
provincia de Buenos Aires. La última condena la cumplió en el presidio de Ushuaia. En cuanto a Báez, que era tenebroso como Ponzio, también registraba además de estos
antecedentes, otros por diversos delitos. Respecto al arma
que empleara Ponzio, la policía no ha logrado secuestrarla todavía.
•Olvidábamos decir que en el interrogatorio que la policía sometió hoy
a Ponzio, éste ha declarado que como estaba ebrio no recuerda nada de lo ocurrido. A hora bien, acerca del
grave hecho circula otra versión, la exacta según se nos asegura.
«Desde que comenzó la partida de taba, Ponzio notó que se hacía mal el juego. Para desplumar a los tontos
utilizábanse las llamadas «mellizas». Una de ellas es una taba buena y la otra está cargada. Al principio se
tira con la primera para inspirar confianza, y luego, cuando se cree conveniente, es cambiada por la «melliza», que proporciona ganancia segura.
«Convencido plenamente de la combinación, Ponzio exigióle poco después
participación en el «negocio» a un sujeto apodado el Paisano Díaz pero, como
éste se opusiera terminantemente, aquél se exasperó y acto continuo extrajo
entre las ropas un revólver y le descerrajó un balazo. Simultáneamente el
Paisano Díaz, para ponerse a salvo, se colocó de un salto detrás de Báez que se
hallaba cerca, haciendo entonces blanco el proyectil en el cuerpo de este por
aquella causa» (5).
Dos días después de ocurrido el hecho, comentaba aún La Capital:
«EL
GRAVE SUCESO DE LA
CALLE PICHINCHA «Libertad de que gozan los elementos maleantes «En nuestra edición anterior hemos informado con amplitud de detalles
acerca del grave hecho ocurrido entre maleantes en las primeras horas de la
mañana de anteayer en jurisdicción de la comisaría 9". Respecto al suceso casi nada hay que agregar, fuera de la libertad que
tan pronto como prestaron declaración recuperaron todos los detenidos, excepto,
por supuesto, de Ernesto Ponzio (a) el Pibe Ernesto, autor involuntario de la
muerte de Pedro Báez. Aparte de ello se dice que como consecuencia del trágico
final de la jugada de taba ha sido clausurado definitivamente el garito de
Pedro Mendoza, que funcionaba, como ayer lo dijimos, en una casa de la misma
cuadra de la calle Pichincha, sita la finca en la acera opuesta a la del galpón
donde ocurrió el hecho.
Muchas
personas -tal vez están en lo cierto- aseguran que la clausura es momentánea,
que sólo se trata de unos días de duelo en memoria del caído.
En
cuanto a la libertad de que gozan en jurisdicción de la seccional de referencia
los tenebrosos y otros profesionales del delito, hasta anoche no se había
notado ningún cambio. En los distintos cafés y negocios del barrio estaban
reunidos todos, comentado el suceso a vista y paciencia de la policía» (6).
Abundando lo informado por Manzuoli -el cronista policial de La Capital-; un testigo
presencial de lo ocurrido en el dichoso galpón ha dado para Prostitución y Rufianismo la siguiente versión: «-El Pibe Ernesto fue
a jugar una noche a la taba, en la timba de Pedro Mendoza, y allí se encontró
con otro jugador conocido: el Paisano Díaz. Se trenzaron los dos en una partida
muy brava. El Paisano le ganó lo que llevaba encima v, al final, le dijo: Yo con gente sin plata no juego. Entonces se armó la
trifulca, en la que estuvo metido también un levantador de juego al que decían
Aparato, que cayó baleado. El
Pibe Ponzio fue a parar a la cárcel de Rosario y ahí fue donde compuso «Culpas
ajenas», un tango que fue bastante conocido» (7).
En Buenos Aires
circulan versiones bastante aproximadas sobre el sino que envolviera a Ernesto
Ponzio: «Posteriormente -dice Rene Briand-, don Domingo supo que en el
transcurso de una actuación en el interior, el Pibe Ernesto tuvo un
enfrentamiento con el guardaespaldas de un caudillo zonal, un compadrito llamado
Díaz. La topada fue en serio y ambos sacaron armas. Ponzio disparó con tanto
infortunio que hirió de muerte a un inocente. La época, un músico de tango, la
política... Las influencias se ensañaron en su contra y fue condenado a 16
años de prisión. Don Domingo lo oyó por boca del propio Bazán (8), gran amigo del violinista. Y nunca más se supo
del Pibe Ernesto» (9).
Tomás de Lara e Inés
Leonilda Roncetti de Panti recogen una especie sublimada acerca de aquel retiro
forzoso del Pibe Ernesto a cuarteles de invierno: «Era hombre de duelos
criollos. La mala suerte quiso que matara, según se dice en buena ley, por
defender el honor de una mujer. Pero estuvo preso por ello más de diez años en
la cárcel de Coronda» (10).
Lo cierto es que Ponzio es guardado celosamente, primero en la
seccional 9a de policía, luego en la Alcaidía de la Jefatura de Rosario, más
tarde en la Cárcel
de Encausados y luego en la prisión que aún existe en la localidad santafesina
de Coronda.
«-Yo
lo conocí al Pibe Ernesto Ponzio, que era medio atropellador, cuando le puso el
revólver a Julio De Caro y le dijo: «Soréte, dame diez
pesos». Cuando estuvo acá en la cárcel lo fuimos a ver
con Pedro Mafia y se puso a llorar. Por ahí se dio cuenta de que estaba yo: «¿ Y este pibe?», dice. «Es
un amigo mío: Mantequita», contestó Mafia. "No lo conozco...»
respondió El Pibe Ernesto. «Bueno», le digo, «yo a usted lo be ido a ver muchas veces y conocí
al baterista de su orquesta". El asunto es que habló
con Mafia y éste no le dio mucha bola. Parecía que le tenía miedo...
A pesar de que El Pibe
Ernesto estaba preso? -Es que se hacía respetar mucho. Aquí vino un día al cine
Nacional a tocar y de prepo se llevó a todos los mejores músicos de Rosario con
él. Me parece que le pidió a Mafia ropa y plata, que Mafia le mandó porque era
derecho. Yo fui por cumplir. Después
no lo vi más al Pibe Ernesto» (11).
La fama de Ponzio es tan notoria por esa época en Buenos Aires que, a
poco de ser detenido, la policía rosarina recibe junto con un telegrama de la madre
del Pibe Ernesto preguntando si su hijo se encontraba detenido, otro cursado
nada menos que por el famoso jefe de Investigaciones porteño Eduardo Santiago
redactado en estos términos:
«Encarézcole nos
informe si encuéntrase detenido en esa Ernesto Ponzio v por qué causa. Saludóle
atentamente. Santiago. Jefe de Investigaciones» (12).
La respuesta, lacónica, no deja margen para
ninguna solicitud de excarcelación,
«Ernesto Ponzio
encuéntrase detenido Penitenciaría acusado homicidio...» (13).
Cuatro días antes de
cumplir los primeros seis meses de su detención, o sea el 14 de julio de 1924,
el tribunal dicta sentencia condenando a Ponzio «a sufrir la pena de veinte
años de reclusión, accesorias legales y costas, debiendo ser recluido por
tiempo indeterminado una vez cumplida dicha pena en un paraje del territorio
del sur de la República».
Pero el PE por un decreto que fecha el 25 de mayo de 1925 sustituye la pena
fijada por la de 14 años de prisión y confinamiento. Ponzio no llegará a
cumplir su condena, cuyo término expiraba el 12 de enero de 1938. Indultado con
fecha aún no precisa, aparece en 1932 con Juan Carlos Bazán.
El 24 de junio de 1933
el diario La Tribuna,
de Rosario, da cuenta de la actuación de Ponzio en esta ciudad con la
publicación de un suelto que no deja lugar a dudas de que el hombre ha
conseguido el indulto
«EL PIBE ERNESTO EN EL
NACIONAL 14 «B.
Bianquet y la bailarina San Miguel». «Con franco éxito, como
se descontaba, ofreció ayer nuevas audiciones al público del Nacional la
orquesta que dirige y encabeza el Pibe Ernesto. De la impresión causada por la
orquesta y la pareja de baile que integran el bailarín B. Bianquet -conocido
también por el Cachafaz- y la bailarina y actriz Isabel San Miguel dice, más q'
cualquier referencia q' quisiera comentar medidamente el hecho, el aplauso de
los auditorios que han desfilado por la sala de la calle San Martin desde el
debut de este conjunto musical. Tal hecho anticipa a esta temporada el más
halagüeño suceso. «Hoy, en familiar y noche, volverá a actuar la orquesta del
Pibe Ernesto, que revela su especialidad en la ejecución de viejos tangos que
poseen un fiel sabor de época y que el Cachafaz y su compañera saben destacar
con su desempeño correcto y ajustado» (15).
Con el título «El Pibe Ernesto y el Tango», el mismo ejemplar dedica
grandes elogios a la personalidad de Ponzio
y a sus tangos «Don Juan», «Quiero papita» y \ Ataniche». En los ditirambos prodigados generosamente también se encuentra el tango «El Entrerriano» que, al parecer, el croniquero atribuye
a Ponzio aunque sin adjudicárselo directamente (señalemos, de paso, que dicha
composición es de Rosendo Mendizábal). El suelto termina así:
«...Ha reaparecido El Pibe Ernesto -Ernesto Ponzio- en Rosario. Es también un pasado que
revive, una historia que renace para hacernos acordar un poco lo que fuimos. Y
se podría explicar todo con esto: «Para no perder la línea». Para que el tango
sea siempre tango, sin «grupos». Para que sean el taita «Don Juan» con «La Morocha» los que compongan
la pareja que no pueda olvidarse. El Pibe Ernesto demuestra su estilo de
siempre, al sesgo de una escala compadre, e impone su vieja muñeca al
caprichoso arco del violín que arranca notas y notas para eternizarse en su
música».
Pero estaba escrito que
estos serían los arrestos finales de aquel gran músico de la Guardia Vieja.
«Cuando
logró el indulto, volvió a la música, como otros después de la ruina. Dirigió
entonces, con Juan Carlos Bazán, una exitosa orquesta, que intervino en
diversos espectáculos teatrales. En la última etapa de su vida Ponzio residió
en la localidad de Lanús, donde tenía un almacén de comestibles que atendía con
su mujer. Falleció a los cuarenta y nueve años, de resultas de un aneurisma,
como su padre, el domingo 21 de octubre de 1934» (16).
Como expresión de
arrepentimiento algo tardío por sus errores de juventud; como una reafirmación
mas de su alma bohemia y musical, y hasta como un testamento legado a la
posteridad, sobresale entre la producción de Ponzio aquel tango compuesto luego
de haber purgado su falta en Rosario: Culpas ajenas, cuyos versos pertenecen
al autor de Corrientes: Jorge Curi.
Volvió
de nuevo a mi barrio
tal
vez condolido y un poco más viejo,
aquel
que entre los muchachos
era el
más querido, era el más travieso;
pero
hay congojas en su alma
su
acento es sombrío
se ve que sufrió,
y trae
para los amigos consejos muy sanos que solo aprendió.
Recitado: La cárcel
maldita lo hundió entre sus sombras cuando en su defensa esa noche mató.
II
Porque, provocado e
injuriado sin razón
lo hirió la vergüenza y
a conciencia lo ultimó.
I (bis)
¡Salió!, ya está entre
nosotros,
cumplió su condena, está en libertad
y piensa formar un nido
de gloria y ternura
de amor y de paz;
y echar un manto de olvido
al tiempo pasado de su perdición
luchar y reivindicarse
con todas las fuerzas
de un bravo varón.
NOTAS
(1)Tomás de Lara e Inés Leonilda Roncetti de
Panti. El
tema del tango •'" literatura argentina. Págs. 38/39. 2"
Edif.
Ed. Culturales Argentinas. Sei de Estado de Cultura y Educación. Bs. Aires. 1969.
(2)Rene Briand. Crónicas del tango
alegre. La 1 listona Popular. N° 95. Págs
s a 77. Centro Editor de América Latina. Bs.
Aires. 1972.
(V) Rene Briand, op.cit. Pág. 80.
(4) «Rosario, enero 18 de 1924. Al señor Jefe de la sección Seguridad Peí sonal don Hilario Albarracín. Cumplo en comunicar a usted que sien-•I" las 9.30 lloras en el interior de los altos del Mercado Modelo procedí
a I' detención juntamente con el empleado Horacio Chumbita, del sujeto ril ito Ponzio en virtud de tener su captura por estar acusado de homicida en la persona del sujeto Pedro Báez,
hecho ocurrido en la jurisdicción de la sección 9* en la mañana de hoy siendo las 7.40 horas en el interior de la casa de la
calle Pichincha 172. En consecuencia hágole saber que el expresado sujeto ha sido
entregado a la sección 9* y a disposición de la misma. Fdo.:
Domingo Raggio».
«Rosario, enero 20 de 1924. Señor comisario de órdenes don José
Brig-nardiello: Comunico a usted que en la fecha he elevado a consideración del
señor Juez de Turno, doctor Carlos G. Díaz Guerra, el sumario preventivo
compuesto de 24 fojas útiles incluso un croquis, una ficha dactiloscópica, y dos
informes médicos expedidos por el doctor Emilio Solari, que fue instruido en
esta dependencia con motivo del homicidio perpetrado en la persona de Pedro
Báez por el sujeto Ernesto Ponzio, hecho ocurrido el día 18 del actual siendo las 7.40 y del cual se dio cuenta a la
superioridad oportunamente, en el cual se establece que en la fecha indicada se habrían reunido unas diez personas en el interior de un galpón que existe en los fondos del inquilinato que
está ubicado en la calle Pichincha 172 con el propósito de comer un asado, en
cuyas circunstancias, sin mediar palabras algunas Ponzio, algo alcoholizado,
extrajo de entre sus ropas un revólver e hizo un disparo pues el proyectil dio en el blanco de Báez produciéndole la
muerte instantánea. Ponzio después de consumar el hecho se dio a la fuga pero una hora más tarde fue detenido en los altos del Mercado
Modelo por el empleado de investigaciones Domingo Raggio, habiéndose remitido a la Alcaidía de Policía en calidad de incomunicado...» «... Por orden del juez
citado el cadáver del extinto fue entregado a los deudos para su inhumación. El
revólver empleado para la ejecución del delito no ha sido posible secuestrarlo
no obstante las diligencias que al respecto se efectuaron». Firma ilegible. Ambas documentaciones son inéditas.
(5)La Capital, 19 de enero de 1924.
(6)La Capital, 20 de enero de 1924.
(7)Rafael O. lelpi-Héctor N. Zinni. Prostitución y
Rufianismo, op. cit. Pág. 155.
Juan Carlos Bazán. Músico, n. en 1888, m. el 10 de mayo de 1936. Fue célebre clarinetista del tango primitivo, en los tiempos de las
glorietas de Palermo, en Buenos Aires. Integró el primer trío de Firpo y fue
autor de los famosos tangos La chiflada, Pampa, El brujo, La timba, Club
Pueyrredón, etc. Se constituyó, sin duda, en uno de los personajes fabulosos del tango y fue larga su actuación. Tomás
de Lara y ot, op.cit. Pág. 40 // «Dicen que a Bazán lo llamaban «La
Banda» porque él equivalía por una. No sólo musicalmente, aunque tocara de oído, sino por su exhuberante físico: medía
cerca de un metro
(8)noventa y era bastante obeso, por lo cual en cualquier palco se
imponía su presencia. Por 1899 tocaba su clarinete en dúo formado por
Vicente Ponzio, Ernesto Ponzio -ambos violinistas-, Tortorelli en arpa y el propio Bazán en clarinete, animando las milongas de Palermo
y Bajo Bel-grano. Poco después tormo un nuevo conjunto para actuar en «La Fazenda» de los cuales
formaban parte El Pibe Ernesto, El Ciego Aspiazú en guitarra y Félix Riglos,
flauta...». Rcné Bnand. op.cit. Pág. 77.
(9) Rene Briand, op.cit.
(10)Tomás de Lara y otr, op.cit Págs. 38/39.
(11)Julio Schiavone, id.id.
(12)Documentación inédita de fuente inobjetable
existente en Rosario y suministrada ai autor para la confección de este libro.
(13)Documentación inédita de fuente
inobjetable existente en Rosario y suministrada al autor para la confección de
este libro.
(14)F.n la década del 20 la sala denominada Nacional, ubicada en la calle San Martín 1139 de la ciudad de Rosario, comenzó siendo teatro. Luego, denominada Cóndor funcionó como cine, cediendo su solar en 1944 al cinematógrafo Gran Rex que continúa hasta el presente. Ver
artículo del autor, Vida
y pasión del cinematógrafo rosarino, en Revista de Historia de Rosario.Año XI.N° 25.1973.
(15)José Ovidio Bianquet, el mas famoso de
los bailarines de tango, conocido también como Benito Bianquet, célebremente
apodado «El Cachafaz», fue presentado en ese año de 1933 en el cine teatro San Fernando, de Buenos Aires, a Carmencita
Calderón quien sería su tercera compañera de baile -Olga San Juan e Isabel San
Miguel habían sido las predecesores- y con quien llegaría a filmar algunas
secuencias de «Carnaval de Antaño». Las actuaciones de la pareja se prolongaron
hasta el 7 de febrero de 1942 cuando después de una actuación en el Rancho Grande de Mar del Plata, el rey de los
bailarines cayó muerto de un síncope a los 56 años de edad. Curiosamente, el último tango que bailó «El Cachafaz»
fue Don Juan, de Ernesto Ponzio. Carmencita Calderón
fue luego compañera del excelente bailarín Juancito Avena. Cfr. Raúl E.
Lotitto, Habla
la pareja de El Cachafaz, Clarín. Bs. Aires. I'\7.1976 // Horacio Ferrer: El Libro del Tango. TI. Págs. 75/76. Bs. Aires. 1971 // Constantino Sobri no: Manual, guia, enciclopedia, crónica y diccionario
del tango. Pág. 109. Bs. Aires. 1971.
(16)Tomás de Lara y otr. op.cit. Págs. 38/39.
Fuente; Extraído de Libro “El Rosario de Satanas” Autor Héctor Nicolás
Zinni. Tomo I Editorial Fundación Ross. 3ra. Edición 2000.