Enérgicas medidas de saneamiento urbano
emprendidas por el dinámico intendente Lamas a comienzos de siglo fueron
adecentando # zonas como la comprendida entonces por las calles La Plata (a partir de 1915 designada como Ovidio Lagos) y
Bvard. Timbúes (desde 1904 Avenida Francia) y Salta y Güemes, dejándolas aptas para la radicación de viviendas y el consecuente
progreso que ello implicaba. Lo que fuera un enredo de ranchitos, caballos,
perros y pastizales bravios, como los llamados Ranchos de Pereyra, en Güemes y Suipacha, o
La Ciudad Perdida, que detrás de su poético nombre encubría un verdadero dédalo de
callecitas de tierra y viviendas pobres, en Vera Mujica y Brown, quedaría como
sector marginal de un nuevo barrio, en el que campearían los prostíbulos: el barrio de Pichincha.
Entre 1913 y 1915 un batallón de trabajadores de
oficios diversos, desde albañiles a carpinteros y desde electricistas a
plomeros, decoradores y fontaneros, tomarían parte de la construcción del nuevo
barrio. Los prostíbulos de Pichincha contarían aquí con sus carteles o con un
nombre (lo que no ocurría en la 4ta.), que los identificaría para siempre. Así,
en calle Suipacha, en la cuadra que va de Salta a Jujuy, se sucedían tres: el Marconi o Carlos Drago, por el apellido de su propietario o testaferro; el Royal, y a su lado El Gato Negro, llamado primeramente Tori-no. Un quilombo de existencia fugaz, el Tripolitaliano, en Güemes entre
Pichincha y Suipacha; el Moulin Rouge y el Internacional, en Jujuy entre Suipacha y Pichincha; el España, en calle Suipacha y El Elegante, en Pichincha y Jujuy, eran otros prostíbulos
concurridos en el apretado radio que comprendía ese efímero imperio de pupilas
y rufianes. En esa conjunción de perfumes, luces, penetrante olor a
per-manganato (utilizado para la higiene sexual previa de los clientes), tufo
de comidas y ruidos diversos, todos encontraban alguna manera de satisfacer su
ansiedad sexual, que era en última instancia el motivo principal de la
presencia de tantos hombres en la zona. Para los que apenas llegaban a juntar
un peso, Pichincha tenía también sus prostíbulos con nombre: el Venecia, en Brown entre Pichincha y Suipacha, y el Sevilla, en Pichincha entre Brown y Güemes.
De esa galería de locales han quedado incólumes los nombres de algunos
de los más famosos: el Petit Trianón, con sus bancos blancos en los patios interiores y la pintura de una
abundosa dama desnuda, de espaldas, apoyada en una bicicleta, en Pichincha
entre Jujuy y Brown, en la misma cuadra y vereda de dos de sus competidores: el
Chantecler, que seguía la tradición de los nombres franceses, y el Italia. De
parecida y heterogénea clientela eran sus vecinos cercanos: el Armenonville. el Charleston, el Chabanée, el Gloria, el Norteamericano y, especialmente, el Mina de Oro, uno de los más populares y concurridos y también uno de los que
contaba con mayor número de mujeres.
Fuente: Extraído de la Colección
“Vida Cotidiana de 1900-1930 del Autor Rafael Ielpi del fascículo N• 12