Estrecha relación con otro de los barrios del
norte de la ciudad tendría, como se dijo, el apellido Escauriza,
perteneciente a una de las familias tradicionales de La Florida, continuación del
barrio de Alberdi, aun cuando no tuvo, como éste, condición
previa de pueblo constituido. Comenzó a organizarse hacia mediados de 1889 al
aprobar el gobierno santafesino el proyecto de urbanización elevado entre otros
por Castagnino, Papaglioni y Frugoni.
El inicial pequeño poblado tenía su centro
geográfico en el predio ocupado hoy por la plaza Ovidio Lagos y comprendía los
terrenos que iban desde la
Avenida San Martín, actual Bvard. Rondeau, a la costa del río
Paraná, de oeste a este, y desde calle Buchanan a Buenos Aires (actual Martín
Fierro). Hacia el sur, desde Buchanan a la actual Ricardo Núñez, se sucedían
predios agrestes sobre los que se emplazarían rudimentarios hornos de
ladrillos, como en los barrios del oeste rosarino. Era, en verdad, un
conglomerado que abarcaba unas pocas manzanas urbanizadas, a cuyas dieciséis
calles se les daría el nombre de las catorce provincias argentinas, a las que
se agregaron dos con connotaciones patrióticas: 25 de Mayo y 9 de Julio, actual
calle Ingeniero Laporte.
Una segunda urbanización en 1924 posibilita
nuevos loteos de terrenos que habían pertenecido a uno de los pioneros, Esteban
Frugoni, cuya sucesión optó por la venta de los mismos. La casa de remates de
Fernando Pessan, encargada del loteo, publicitaba en 1924 la venta de predios
en La Florida
como propicia para casas-quinta, chalets, especuladores, etc.,
en la zona más pintoresca del municipio, sobre las admirables barrancas del
río Paraná. Los carteles del loteo advertían a los interesados
que La Florida tiene sus calles
perfectamente trazadas y abovedadas, lo mismo que luz eléctrica, debiendo
dentro de breve tiempo recibir los beneficios del adoquinado en el camino
principal, lo mismo que las aguas corrientes.
Pessan, en su entusiasmo por convencer a posibles
compradores, consignaba que la zona sería incluso punto terminal de una avenida
costanera, incomparable por su extensión y hermosura, que bordeando el Paraná uniría el centro de Rosario con el norte de la
ciudad, de acuerdo a un proyecto que, por entonces, había ingresado en el
Congreso Nacional, donde dormiría el sueño de los justos.
Ya en el plano confeccionado por el ingeniero Lucio Bernard luego de
esa división de tierras, puede constatarse como propietarios de viviendas en La Florida a algunos
rosarinos de apellidos reconocidos como Isaac Newell, quien había construido
una vivienda en un antiguo casco de estancia sobre las barrancas. Un hecho
relevante en la cronología del barrio lo constituye, en 1927, la
conformación de una de las asociaciones vecinales pioneras de la ciudad,
responsable del primer operativo de forestación en la zona.
Ese año se plantaron cerca de 1.000 árboles, y aquella sucesión de
verdes, sumado al de las quintas que poblaban el sector y a la flora que
naturalmente coloreaba el sitio, puede muy bien ser el origen de la
denominación "La Florida"
que llevaría hasta nuestros días. Contemporánea a ello sería la construcción de
la primera escuela, en un solar especialmente asignado a ese fin: la
"Escuela Gobernación de La
Pampa", actual Escuela Ovidio Lagos, en Martín Fierro
461, que al ser inaugurada en 1929 contaba con sólo dos maestros.
En realidad, fue a partir del comienzo mismo del siglo XX cuando el
incipiente núcleo urbano comenzó un poblamiento intensivo que modificaría sus
características iniciales al sumarse poco a poco a las modestas viviendas
construidas por trabajadores y obreros, algunos de los importantes chalets que
familias inglesas, alemanas y francesas (más algunas de la burguesía rosarina)
levantaron en esa zona suburbana que ofrecía algunos rasgos similares a los del
pueblo de Alberdi.
Aquellas construcciones, varias de las cuales
sobreviven aún, se alzarían entre 1910 y 1930, otorgando una fisonomía peculiar
a esa zona en la que tampoco faltaban extensas plantaciones de frutales de
vigente recuerdo, como la que perteneciera al ex vicegobernador y caudillo
radical santafesino Juan Cepeda.
En el año 30, cuando La Florida era un barrio de
quintas y extensos jardines que aromaban el aire en época de floración, ya
había un chalet que tenía un portero eléctrico; era de propiedad del señor Werner, un industrial alemán conectado a los Molinos
Fénix. También tenía en su chalet, que aún perdura, un observatorio
astronómico, ubicado en la actual calle David Peña (antes Santa Fe) y la
barranca del Paraná. En el límite norte del barrio, una ancha y extensa franja
de tierra era propiedad del político Juan Cepeda, quien vivía allí en una opulenta vivienda. Tenía en toda la superficie
de su terreno, desde el río hasta el Bvard. Rondeau, una plantación de mandarineros.
Cuando la fruta maduraba, una gran cantidad de personas, hombres y mujeres,
eran empleados para la cosecha. Camiones cargados con doradas frutas salían de
allí hacia el mercado. A esa quinta se la conocía como La Quinta de Cepeda. La construcción de la Avda. de Circunvalación dio
lugar a la demolición del edificio de la casa y el desmonte de los frutales, (Nelia Dora Muñoz: Testimonio personal recogido en Ilistonas del barrio La
Florida, Ediciones Vivir el
barrio, Rosario, Algunos de aquellos habitantes pioneros quedarían
incluso ligados al barrio a través de la misma nomenclatura urbana, como en
los casos de Escauriza o de Buchanan, cuyos apellidos se ligarían para siempre
a la historia del barrio, tanto como los de otros vecinos, algunos ingleses
como los Gotling o los Brownie, franceses como Battier, italianos como los
Intelisano y criollos como los Villalba, los Roldan o los Córdoba, antiguos habitantes del lugar y
estos últimos también ligados al tambo y hombres de a caballo, como los
británicos que cabalgaban las entonces despobladas calles del pueblo.
Cuando La Florida era casi toda terrenos baldíos, el inglés
Mr. Buchanan hizo construir un
chalet con vista al río, donde vivía con su familia. Los terrenos del mismo
eran una franja desde la barranca hasta el Bvard. Rondeau. En esa espaciosa
área pastaban sus caballos de silla y las vacas que proveían de leche a su
familia y personas de servicio. El inglés Buchanan, que era gerente de Aguas
Corrientes, hizo asfaltar la calle que unía el portal de su casa, sobre la
barranca, con el Bvard. Rondeau; aunque regresó a su patria después de años, su
nombre perdura en la primera calle asfaltada que hubo en La Florida y el chalet sigue
mirando al río... En los atardeceres de los inviernos y las mañanas veraniegas
los ingleses, hombres y mujeres, salían a cabalgar por las calles del barrio
luciendo sus trajes auténticos de jinetes. Las amazonas cabalgaban con las
riendas en una mano y la fusta en la otra. Era una nota pintoresca que ha de
perdurar en el recuerdo de todos los que la presenciábamos...
(Muñoz: Op. cit.)
Otra de las atracciones permanentes del barrio,
el hoy Balneario Municipal, tuvo también origen sobre los finales de la década
del 30, cuando Carlos Escauriza proyectó en terrenos de su propiedad la instalación
de "La Peña",
un emprendimiento recreativo a orillas del Paraná, emplazado en la actual
Bajada Escauriza. Posteriormente, el propietario donó dichas tierras para la
construcción de un balneario de grandes proporciones que pudiera ser
aprovechado por toda la población, acompañando incluso un proyecto propio de
obra en reemplazo de la modesta construcción original. Recién en 1933, la Municipalidad
concretó un proyecto de balneario que no tenía vinculación alguna con la
propuesta de Escauriza, que había gozado de la aprobación y el apoyo de sus vecinos.
La conexión de La Florida con el centro
rosarino era posible a través del tranvía y de lanchas que salían de lo que es
hoy la zona de Estación Fluvial con punto de arribo en el paraje denominado
"Punta Barrancas", actual finalización de la calle Martín Fierro, la
primera en abrirse en el barrio. La idea de la formación del pueblo inicial
había surgido como consecuencia de la legislación santafesina que en el 80
eximía de impuestos a quienes donaran terrenos para urbanizar. Era el caso de La Florida, donde se habían
cedido tierras para una plaza, la comuna, una iglesia y una escuela, aunque
sólo dos de ellos cumplieron el destino prefijado: los destinados a la plaza y
al establecimiento escolar.
A partir de 1930, y en las dos décadas siguientes
sobre todo, el barrio consolidaría su trazado, aumentaría la población regular,
se construirían viviendas populares que le darían características urbanas distintas
a la de Alberdi, sin perder por ello el encanto de su proximidad al río, sus
espacios verdes y jardines que siguen haciendo honor a la nomenclatura original
del barrio y de uno que otro chalet, testimonio de esplendores y nostalgias
del pasado.
Uno de los primeros chalets, que data de los años
20, está situado en la esquina de Gutiérrez e Marte (antiguamente Entre Ríos y
Santiago). En él vivía la familia Gotling, un matrimonio de ingleses de edad madura, cuya hija era profesora del
Colegio Inglés. Tenía su caballo de silla y cuando éste llegó a viejo lo
llevaba a dormir a la galería cubierta para que no tome el rocío de la noche.
Juntamente con el chalet de la familia Gotling se constniyó el de Brownie, en calle Santiago entre
Buchanan y Entre Ríos (actualmente Marte entre Gutiérrez y Buchanan), sobre la
barranca, y el chalet El Refugio, en la esquina. Eran todas familias de ingleses que tenían una compleja
servidumbre y sus autos con chofer. Eran los únicos autos que había en La Florida, además del de Battier, un francés cuyo chalet
estaba situado en calle San Luis (hoy Galicia) y las barrancas del Paraná...
(Muñoz: Op. cit.)
Fuente:
Extraído de Libro Rosario del 900
a la “decada infame”
Tomo I Editado 2005 por la Editorial Homo Sapiens Ediciones