Por Rafael Ielpi
También humilde origen tendría otro de los
barrios netamente populares del Rosario de principios de siglo, el
de San Francisquito que desaparecería hacia
1918, englobado en el posterior Barrio Bella Vista y por la extensión hacia el
sur del denominado Barrio 5 Esquinas. El pequeño conglomerado urbano se
formaría alrededor de un humilde oratorio, al levantar sus viviendas los
obreros de los hornos de ladrillos de dicha zona, en un radio de unas seis
manzanas.Wlacumir Mikielievich recuerda a sus parientes viajando en tílburi desde ¡a residencia familiar de Bella Vista,
caserío que existió en el cruce de los caminos La Plata y 14 Provincias, actuales
avenidas Ovidio Lagos y Uriburu, respectivamente.
Culminando ya el siglo XIX, aún perduraban las quintas y los hornos
de ladrillo rodeando al pequeño poblado, y en 1902,1a inauguración del Parque
Independencia, distante unas pocas cuadras de la Capilla de San
Francisquito y la paralela extensión del recorrido del tramway de la empresa
Anglo Argentino hasta las mismas puertas del hipódromo, propiciarían la
construcción de una serie de modestas viviendas, dispersas sobre Cortada
Independencia, desde la calle La
Plata (hoy Ovidio Lagos) hasta el antiguo oratorio devenido
en capilla.
Luego del Centenario, el loteo de terrenos que antes fueran quintas,
con frente a la Avenida
Godoy, posibilitó también la aparición de viviendas
familiares y de comercios, lo que se reiteraría con la apertura de la
mencionada avenida, por ordenanza de junio de 1902, al aprovecharse el
levantamiento de las vías del Ferrocarril Oeste Santafesino.
Pero si de orígenes modestos e incluso marginales se habla, el antiguo
"Barrio del Matadero", ulterior Barrio Tablada, denominación que
perduraría hasta hoy, es uno de los arquetípicos en ese sentido, surgido en
una zona, la del sur de una ciudad que entonces no tenía límites siquiera, a la
que la intrincada red ferroviaria había dejado afuera de Rosario, y a la que se
condenaría, ya desde el siglo XIX, a servir de ámbito a actividades poco
favorables a la higiene y calidad de vida de quienes la habitaban: el vaciado
de la basura y el faena-miento de animales, fundamentalmente vacunos.
Fue a comienzos de este siglo cuando los terrenos ubicados en el
nacimiento de la actual calle Ayolas y hasta la costa del río Paraná, fueron
condenados a convertirse en basurales, al depositarse en ellos los residuos
domiciliarios. El vaciadero daría lugar a otra irrupción: la de gran cantidad
de pobres que iban a hacer de la búsqueda de huesos, vidrios, metales, etc.,
una actividad cotidiana que, aunque escasamente rentable para ellos, sí lo sería en cambio para otros.
Estos "cirujas" de ayer construyeron en los alrededores del
basural municipal sus precarias viviendas con materiales diversos y dieron
origen a lo que más tarde sería "Villa Manuelita", enclavada en ese
paisaje en el que no faltaban los perros flacos y los cerdos criados al margen
de toda reglamentación en la materia. El nombre reemplazaría al de "La Basurita", con el
que se conociera al lugar en épocas de la instalación del vaciadero. En medio
de ese paisaje sombrío, no faltaron los que lograron acumular, a costa de la
basura y de quienes escarbaban en ella buscando lo que era rescatable (o
reciclable, como se dice hoy) y con un avisado sentido comercial, una
importante fortuna, como Jesús Pérez.
Uno de los que se dedicaba a esta actividad era un inmigrante español
llamado Jesús Pérez, que comenzó siendo
ciruja y con esfuerzo fue progresando convirtiéndose en chatarrero,
comprándoles a los cirujas los metales, huesos, vidrios, etc. hasta conseguir,
en 1915, ser el concesionario elegido por la Municipalidad para
explotar la basura durante 30 años. Paralelamente, era comerciante y exportador
de grasa y huesos. Poseía unas ollas enormes que servían para hervir los huesos
que sacaba de la basura y los animales muertos que traía del Matadero. Les
quitaba la grasa y la colocaba en tambores de 200 litros para la
exportación. Los huesos, después de ser cocinados, eran colocados en una pila
que tendría unos 50 metros
de alto por 130 metros
de largo. Contaba también con una moledora de huesos, materia utilizada para
la refinación del azúcar.
(Jorge Malla: El barrio Tablada y los
orígenes de la
Biblioteca Vigil, Edición de la Vecinal AVROSE,
Rosario, 1995.
Lo cierto es que Pérez explotaría el negocio de la concesión de los
residuos domiciliarios de Rosario desde 1916, obteniendo (se supone que gracias
a sus contactos con el municipio o su connivencia con los funcionarios que
decidían sobre el tema) sucesivas renovaciones de la concesión inicial, pese a
las indignas condiciones en que trabajaban en los vaciaderos de basura de la
zona sus empleados, que no sólo eran hombres y mujeres sino una gran cantidad
de niños que pululaban en medio de verdaderas montañas, las "colinas del
ham bre" de la novela de RosaWernicke, que denunció descarnadaincnie la
inmutable realidad de quienes, ya cerca de 1940, seguían condena dos a un
trabajo degradante, en condiciones y con una paga igual mente indignas.
Más allá de sus aportes solidarios construyendo escuelas en el barrio,
de su militancia católica e incluso de acciones de ayuda a la comunidad, su
nombre ha quedado unido más a la explotación terrible que hiciera de los
"topos" (los que excavaban en su basurales buscando todo lo
aprovechable y vendible) y de los horquilleros, que levantaban y removían con
sus punzantes herramientas las grandes pilas de residuos en busca de los
huesos, grasa, vidrios, metales, trapos que Jesús Pérez convertiría después en
dinero para sus arcas.
Malla, en su valiosa historia del barrio Tablada, recuerda que hacia 1915 esta zona fue conocida como un barrio de terror; se lo
tildaba de "Barrio de la puñalada" porque todas las riñas se arreglaban con armas blancas. La acción
policial debía ser enérgica frente a la conducta de aquellos que estaban
fácilmente dispuestos al uso de cuchillos, facones y armas de fuego para
arreglar sus asuntos. Esta zona registró por mucho tiempo, el mayor número de
defunciones por homicidios de la ciudad.
El barrio, mientras tanto, se había poblado de gentes de condición
humilde, la mayor parte de ellos trabajadores del Matadero, y de toda una serie
de comercios e industrias que relacionaban estrechamente su actividad con el
quehacer de aquél y que eran, por ejemplo, jabonerías como "La Paloma", en Grandoli
3550, "El Cometa",, en Alem y Deán Funes, o "Giriola", en
Villa Manuelita; curtiembres como "La Victoria", en Beruti y Gaboto, la de Serafín
y Antonio Blanco, vecina de la anterior, la de Macario Noguera, en Beruti y
Deán Funes, la de Luis Puig, en Gaboto y Convención, o la de Miguel Cálvente,
en Colón al 3000; barracas como la de Coli y Tibaldi, en Beruti y Gaboto, la Barraca Staud, en la
misma esquina, de capitales alemanes, las de Emilio Rodríguez y Elias Moss, las
dos en Grandoli y Ayolas, una de las esquinas tradicionales del barrio.
Otros negocios de parecidas características eran las triperías como
las de Francisco y Angel Guida y la de Caniggia, ambas en Beruti al 3200 o la
de Risso y Pedro Martínez, en pleno Villa Manuelita, y las fábricas de velas
de sebo, como "La Rosario",
etc., que abastecían de un elemento casi imprescindible para las viviendas
humildes de la zona. Otros operarios se
desempeñaban en aserraderos, en depósitos de materiales de construcción, en el
puerto, en el ferrocarril, en el ministerio de Obras Públicas y luego en el
Frigorífico Swift. La mayoría de su población era criolla, pero también había
italianos, españoles y en menor medida polacos y franceses, puntualiza Malla.
Propietarios de importantes terrenos en la zona de Tablada serían, en
los primeros años del siglo, conocidos nombres de la fuerte burguesía rosarina
como Chiesa, Barraco, Rueda, Aldao, cuando ya se hallaba urbanizado un amplio
sector, el comprendido entre Bvard. 27 de Febrero, San Martín, Rueda, Buenos
Aires,Virasoro y Alem, aunque subsistían todavía algunas quintas y se sucedían
los baldíos, mientras que buena parte de la costa del río Paraná estaba
cubierta por extensas plantaciones de frutales, como la conocida "Quinta
de los perales", o de duraznos, que en algunos casos se extendía hacia el
sur llegando hasta Saladillo.
Vecino, el Barrio Calzada se había gestado a partir del loteo que
realizara Rafael Calzada, propietario de vastos terrenos ubicados entre las
calles Necochea, Gaboto, Convención y Virasoro, con características muy
similares aTablada, ubicado por un aviso de 1911 "sobre el puerto y
edificado en su mayor parte". En la fiebre patriótica del Centenario, el
barrio Calzada pasó a denominarse Barrio Saavedra, aunque mantendría
nomenclatura original por muchos años.
Tres instituciones de similares fines solidarios y asistenciales formaban
parte asimismo de Tablada ya desde el siglo pasado: el Asilo de Dementes del
Sagrado Corazón de Jesús, que se inaugurara en 1889 y se construiría en
terrenos donados por Camilo Aldao, propietario de grandes predios allí, en la
manzana de Ayolas, Saavedra, Necochea y Colón; el Asilo San Vicente de Paul,
también de los últimos años del siglo XIX, en Esmeralda al 2900, hogar para
mujeres ancianas, lo que le valió la denominación popular de Asilo de las
Viuditas, y el famoso Asilo del Buen Pastor, en Laprida y Virasoro, inaugurado
en 1896.
Al mismo iban a parar las mujeres detenidas por distintos delitos o
contravenciones, desde prostitutas clandestinas a menores fugadas del hogar,
etc. para reeducarlas y regenerarlas y devolverlas a
la sociedad. Tarea que, muchas veces con escasa fortuna,
llevaban a cabo las monjas de la congregación francesa de Nuestra Señora de la Caridad del Buen Pastor de
Angers, encargadas de intentar devolver al redil a las que se juzgaba como
ovejas descarriadas.
La estación Central Córdoba, la zona del Matadero, la del Bajo Ayolas, la de las barrancas, fueron lugares propicios, desde 1900 a 193( I, para la proliferación de todo tipo de "boliches" y
"bolichones", fon das, cafés, canchas de bochas, posadas y hoteles,
almacenes de ramos generales con despacho de bebidas anexo, alguno
que otro prostíbulo y una que otra pista de baile, donde toda aquella población
de origen humilde, heterogénea y expansiva se reunía en los atardeceres o los
fines de semana para bailar, jugar y ¿por qué no? desfogarse después de la
rutina del trabajo duro con alguna que otra pelea a cuchillo. Nombres como el
"Café de las Mellizas"; los "boliches" de Pérez, de
Maragato, del "Rengo" Arana;"ElVómito"; el"BoHche de la Machona"; el comedor
"La Mosca"
o el de "Las Tres Hermanas" (todos ellos rescatados por Malla en su
valioso trabajo) eran en esos años conocidos y frecuentados por los habitantes
del barrio.
Con otro sector de la ciudad como protagonista, hacia 1910 un aviso de
la inmobiliaria y urbanizadora"Cerone yViterbo", cuyas oficinas
estaban en San Lorenzo 1197, hablaba de otra propuesta "suburbana":
lo que llamaban La Ciudad
Nueva, para ellos emplazada en el perímetro de Mendoza, 3 de
Febrero, Rodríguez y La Plata,
aclarando: Llamamos la atención de aquellos que deseen
colocar el capital ventajosamente: nada de elogios ni pretensiones; venderemos
terrenos que por su situación importante y progreso expontáneo (sic) son una oferta excepcional.
Fuente:
Extraído de Libro Rosario del 900
a la “decada infame”
Tomo I Editado 2005 por la Editorial Homo Sapiens Ediciones