La mayor
parte de los obreros instalados en la zona eran, pues, inmigrantes europeos,
que habían tomado parte como tantos otros miles, de una de las oleadas inmigratorias
internacionales que el país recibiera sobre todo a partir de 1880.
El
movimiento inmigratorio integró un vasto proceso socio-económico que estuvo
relacionado con los cambios producidos a nivel mundial a partir de la segunda
mitad del siglo pasado. Una ineficaz política inmigratoria impidió, mientras
tanto, los asentamientos de poblaciones en las zonas donde realmente se
necesitaba importante aporte demográfico para poblar el desierto, como
preconizaban los mentores iniciales Alberdi y Sarmiento. Los inmigrantes se
amontonaron en cambio en las ciudades, en especial en las portuarias, que
ofrecían a priori mayores oportunidades económicas. Buenos Aires, y Rosario
en segundo término, se convirtieron en los centros urbanos de mayor absorción
poblacional.
José
Panettieri, en Los trabajadores, señala: "Rosario constituye el otro
fenómeno de concentración urbana producido en pocos años. De una población de
300 habitantes en 1851, había llegado a 23.000 en 1869 y a 94.000 en 1895.
Contando entonces con una propia zona natural de influencia, su puerto había
adquirido la importancia que manifiestan las cifras de su comercio de
ultramar, en toneladas. Estas señalaban en 1879, 120.000 toneladas de importación
y 140.000 de exportación; en 1884, las mismas habían ascendido a 280.000 y
300.000 respectivamente para alcanzar
cinco años después topes de 610.000 y 460.000 toneladas.
Interesa
sin embargo para este trabajo en particular, la etapa de afluencia que se
produce luego de la
Primera Guerra Mundial, es decir la etapa comprendida entre
1918 y 1930. En ese momento, llegaron a la Argentina centenares de miles de europeos, de los
cuales una proporción menor que en las etapas anteriores radicó en las zonas
rurales pampeanas y otra mayor en Buenos Aires y sus alrededores.
Estos
hombres ampliaron la mano de obra de economías expansivas, ya no destinadas al
sector primario sino, sobre todo al secundario o terciario. Aumentó en este
periodo la proporción de inmigrantes europeos del Este (polacos,
checoslovacos, húngaros, rusos, judíos de Europa Oriental), la mayoría de ellos
de extracción campesina o habitantes de peque-nos núcleos urbanos.
"La Capital" del 26 de
enero de 1928 dejaba constancia de esta circunstancia al señalar: "Dentro
del orden correspondiente al movimiento inmigratorio producido durante el año
anterior, llama a justo título la atención general el sensible aumento
experimentado en el contingente polonés (...) Representa la corriente
inmigratoria procedente de la región central de
Europa,
que ocupa la restaurada Polonia, la apreciable cantidad de 18.000 personas,
cuyas condiciones son en general excelentes para la labor agrícola a que
ordinariamente dedican sus esfuerzos y aptitudes..."
Rosario
tuvo, entonces, un rol protagónico en la atracción de inmigrantes. La
expansión vertiginosa de la actividad agrícola en la región del sur
santafesino —cuyos productos salen naturalmente por el puerto rosarino— y la
formación del sector de servicios, ligado estrechamente a los intereses del
agro, fueron factores que incidieron para que la ciudad se constituyera en
centro de atracción de una inmigración masiva de argentinos y extranjeros que
produjo en pocos años un fenómeno de concentración urbana notable.
Fuente:
extraído de la revista “Rosario, Historia de aquí a la vuelta Fascículo
Nº 15 . De Julio 1991. Autores: Sandra
A: Bembo – Nelly I. Sander de Foster – Marisa Rocha