El
oeste tiene, sin embargo, también su caracterización de precariedad y
marginación social. Prototipica de un tipo de concentración urbana del
subdesarrollo, la villa miseria (versión argentina de las favelas brasileñas o
los cantegriles uruguayos), Villa Banana forma parte asimismo del paisaje de
esa extensa zona del poniente rosarino.
Parte
de un crecimiento marginal que en Rosario alcanza proporciones alarmantes (el
censo de 1991 señaló más de 200.000 personas viviendo en condiciones de
marginalidad), Villa Banana toma su nombre de la característica geográfica que
otorga al lugar la curva del ferrocarril donde se halla emplazado este
verdadero dédalo de construcciones precarias: desde Avda. Godoy y Felipe Moré,
curvándose hacia el este, paralelamente a las vías del Ferrocarril
Belgrano,
en la línea a Buenos Aires.
Mayoritamente
paraguayos, con aporte de bolivianos y en menor medida chilenos, se calcula
que viven allí aproximadamente unas 15 mil personas. Utilizan luz eléctrica
tomada clandestinamente del alumbrado público y carecen de servicios
sanitarios y de agua corriente, sirviéndose de canillas públicas. El interior
de la villa, pese a su amplitud, no cuenta con calles internas, circulándose
por pasillos que son reales laberintos sin conformación lineal, con laterales
de cercos de madera y alambres.
Se
conforma así una población heterogénea, en real promiscuidad, en la que
conviven por igual obreros y jornaleros con cirujas. vendedores ambulantes y
desocupados, y elementos pertenecientes a la marginalia de la prostitución y a
actividades muchas veces ilegales. El oeste de la ciudad se puebla así de
imágenes que poco tiene que ver con aquella bucólica aunque agrestre geografía
de hace un siglo, cuando el "Bajo Hondo", las vizcacheras, los altos
matorrales y algunas viviendas pioneras constituían las márgenes —hacia el
poniente— de la ciudad que quería y necesitaba mayor expansión. Queda una
certeza: quienes habitan en esas condiciones actuales de marginación y
precariedad no son, por cierto, los culpables de ese dramático contraste...
Nada de aquellos paisajes queda hoy
en toda la extensa zona de estos barrios. Apenas algunas viejas casas, unas
calles de tierra que pronto dejarán de serlo, algunos vecinos memoriosos que
viven allí desde hace 70, 80 ó 90 artos y resguardan del olvido, como un tesoro
familiar compartido por hijos y nietos, la historia del lugar, contada —como
quería José Portogalo— a la sombra de los barrios amados.
Una historia cuyos protagonistas más
notorios no están en las páginas de la historia de Rosario, o por lo menos con la
relevancia que merecen, pero sí en la memoria de quienes, un siglo después o
más, habitan en los mismos lugares.
Fueron
esos anónimos pobladores, extranjeros, criollos, trabajadores, jornaleros,
los que concretaron la epopeya de la consolidación y la fisonomía de esta
vasta zona rosarina. Ellos hicieron, en realidad, la verdadera conquista del
oeste...
Fuente: extraído de la revista
“Rosario, Historia de aquí a la vuelta Fascículo Nº 18 . De Enero 1992. Autor: Alberto Campazas