Rosario fue declarada ciudad en 1852, pero el cambio radical de la
misma no se produciría hasta después de
la batalla de Caseros, al proclamarse la
libre navegación de los ríos Interiores, lo que Incrementaría notablemente la
actividad portuaria, que se convertiría en la llave de su crecimiento e
importancia ulterior.
Otro cambio, no menos importante, fue el
advenimiento del ferrocarril, nuevo medio de transporte que reducía las
distancias y permitía mayores cargas. Entre 1880 y 1890 se produjo una expansión
de la red ferroviaria, acompañada por inversiones de capitales, en especial de
origen británico.
En Rosario, el crecimiento de la
población y el desarrollo urbano crearon, a poco, una demanda que permitió la
instalación de industrias de consumo. A ello se sumó el aporte inmigratorio,
que produjo a su vez cambios en la composición ciudadana. Aparecieron nuevos pueblos en territorio
santafesino, con el paralelo incremento de la producción agropecuaria y la instalación
en la ciudad de diversas industrias. En la periferia, mientras tanto, se
fundaban centros poblados, incorporados más tarde como barrios (sobre finales
del siglo XIX y primeros años del XX se los denominaba aldeas), entre ellos Fisherton y el Saladillo.
El barrio Saladillo —hoy Roque Saenz Peña en la nomenclatura oficial, aunque se siga utilizando mayoritariamente
la antigua denominación para mencionarlo en la conversación cotidiana de los
rosarinos— se halla limitado por las calles San Martín y Lamadrid, el río Paraná
y el arroyo Saladillo.
Su historia puede enmarcarse claramente en tres momentos: el de su fundación, que
definiría el sitio poblacional; el de su expansión,
de carácter residencial y veraniego, y el del entrecruzamiento de su historia
con la del frigorífico Swift.
Durante la primera etapa, el Saladillo
se vinculó con los orígenes mismos de Rosario, si se recuerda que las tierras
que abarcan la mayor parte de la ciudad fueron cedidas en merced real al
capitán Luís Romero de Pineda, tratándose de las comprendidas entre el arroyo
Salinas —hoy Ludueña— y el paraje de La Matanza, siendo su frente al este "el río
Paraná y su fondo, todo lo que
estuviera vacío..."
Pero referencias de la zona del Saladillo
como tal aparecen recién a mediados del siglo pasado cuan do la Municipalidad crea
las aldeas de Saladillo, en el sur, la de Lu dueña en el norte y la de San Fran cisquito, en el oeste. El pueblo Saladillo, con esa denominación, data en cambio de 1880, cuando Manuel Arijón funda el pequeño poblado en lo que constituye la parte más densamente
poblada del barrio Roque Sáenz Peña. Arijón era propietario, además, de las
tierras aledañas al río Paraná, con una extensión realmente importante.
Wladimir C.
Mikielievich, en su inédito y valiosísimo Diccionario enciclopédico de Rosario,
aporta otros datos referidos a la zona, al mencionar que en 1886 se instalaron
sobre una de las márgenes del brazo norte del arroyo Saladillo unos baños
públicos, aprovechando la creencia popular en las propiedades supuestamente
curativas de sus aguas. "En 1887 —consigna Mikielievich— los baños fueron
ampliados, se construyó una pileta revestida de cemento portland de 100 varas
de extensión por 30 de ancho, la que recibía el agua por una compuerta del
arroyo y una vez llena se desbordaba con estrépito de una cascada en la continuación
del arroyo. También se construyeron 51 camarotes con piso de cemento, con
galerías en su frente, y al otro lado de la pileta se levantó un murallón que
la dividía formando un segundo depósito de agua para alimentar dos departamentos
de baños de Inmersión".
Mientras las tierras aledañas eran cultivadas con
alfalfa y divididas en potreros para la invernada de ganado vacuno, el emprendedor
Arijón continuaba empeñado en la promoción de su establecimiento de baños,
logrando la habilitación de un transporte desde el matadero, hasta donde
llegaba el tranvía que unía a éste con el centro de la ciudad.
Una nota evocativa
publicada en el diario Rosario en 1984, menciona vivencias donde Saladillo tiene
un protagonismo con sabor a pasado lejano: "Ir en el tranvía 17 era ir a la Luna; tomar el 5 era una
aventura en las pampas, tomar el 8 era despedirse llorando porque se iba al
Saladillo, o a otro mundo. Salías vos de la calle Ayolas —a la que ahora le han
puesto otro nombre— y ya se acababa la tierra... Después de aquello, venía el
mar, el mar con alas. Navegaba el tranvía, subía, bajaba, hasta que llegaba a
la calle Lamadrid y entonces embalaba por entre un empedrado viejo y entraba
ya en las tierras donde los señores capitos-tes tenían los grandes chalets... y
entonces se llegaba al lugar de la ilusión. Era como llegar a otro país, porque
el lugar de la ilusión era el balneario del Saladillo..."
Fuente: extraído de la revista
“Rosario, Historia de aquí a la vuelta Fascículo Nº 15 . De Julio 1991. Autores: Sandra A: Bembo –
Nelly I. Sander de Foster – Marisa Rocha