La crisis de los años 30, dramáticamente reflejada en la literatura y en la música popular de aquella época, también puede ser trasladada hasta Rosario, teniendo como actor a un hombre joven, y una fonda de la calle Ri-vadavia como mudo testigo.
En otros tiempos, el periodismo trataba de reflejar la realidad con un estilo propio y hubo periodistas en Rosario, que hacían gala de sus condiciones literarias,
alejándose del lenguaje neutro y burocrático que suele invadir algunas secciones de los diarios.
La crónica policial apasionaba a los rosarinos, y los judíos de Rosario, seguramente se mostraron muy impresionados con la siguiente noticia:
"Se quitó la vida
en una fonda un hombre sin recursos. En las primeras horas de la noche anterior en una fonda de la calle Riva-davia 2451, se
alojó en una pieza por la modesta suma de 60 centavos, Luis F. Goldenberg, ruso, de 29 años, soltero, empleado,
sin domicilio.
Horas antes, Goldenberg
había almorzado en otra fonda de la sección novena y como carecía de dinero
para abonar el gasto se le hizo arrestar. Más tarde, en razón de las
explicaciones que diera acerca de su afligente situación, las autoridades de
aquella dependencia lo pusieron en libertad.
Cerca de las 19,
después de haber conseguido un poco de dinero -facilitado probablemente por
algún amigo- Goldenberg se alojó en la pieza de la fonda de la calle Rivadavia,
en la que durante la noche o en la madrugada se suicidó,
por hallarse en la indigencia, sin duda, descerrajándose un tiro en la sien
derecha con un pequeño y ordinario revólver... Faltando saber únicamente donde
consiguió Goldenberg el arma empleada. Se supone, sin embargo, que la llevaba
consigo y que tal vez no pudo empeñarla, porque no le daban ni un peso por
ella.
En una tarjeta que dejó escrita, Goldenberg solicita que una canasta
con ropas de su propiedad sea enviada a su padre, domiciliado en la Capital Federal en
el barrio de Floresta, calle Cervantes
4519", finalizaba la trágica crónica del Diario "La Capital" del 20 de
junio de 1931.
Hubo otros suicidios
que impactaron a la sociedad rosarina de la época, que seguramente fueron
generados por dificultades económicas; entre ellos, Salomón Milman y su esposa
se suicidaron en su panadería de la calle Entre Ríos 1999. Milman era muy
estimado en la colectividad judía ya que había sido presidente de la Cooperativa Popular
de Créditos Mutuos. Estos hechos tienen un mero carácter anecdótico, mas allá
de la tragedia" real que reflejaron.
La colectividad judía sufrió las vicisitudes de toda la población
rosarina y afrontó los tiempos difíciles con trabajo y creatividad.
Nuevas oleadas de
inmigrantes llegaron a Rosario después de la primera guerra mundial, y la
comunidad se consolidó llegando a tener un peso que no pasó desapercibido. El
historiador de Rosario, Juan Alvarez, al analizar el censo Municipal de 1926,
dice que "...40% de los vecinos son nativos de Rosario y en materia de
extranjeros hay novedades, pues si los italianos mantienen todavía el primer
puesto y los españoles el segundo, ocupan el tercero los judíos rusos o polacos"
(Alvarez, Juan: "Historia de Rosario" -Imp. U.N.L. Santa Fe-1981).
Rosario tenía en aquel
año 407.000 habitantes, casi el doble de los 220.000 que vivían aquí en 1914.
En aquella ciudad en constante crecimiento, surgen nuevas actividades; algunas
de éstas fueron iniciadas por los pequeños comerciantes que vendían mercaderías
a plazos.
Los vendedores
domiciliarios, los "cuentenikes" como se llamaban en un lunfardo
"idish", recorrieron todos los barrios y todos los rincones de la
ciudad, vendiendo a los sectores más humildes artículos para la familia y el
hogar, a los que de otro modo no hubieran podido acceder. Con el sistema de
venta a plazos, popularizaron la compra a crédito y la necesidad del ahorro.
Los
"cuentenikes" realizaban compras comunes a través de una organización
que fundaron en el año 1924, la Cooperativa Mutual Fraternal. Otra actividad
realizada por el gremio textil, fue la fabricación de gorras. Desde los niños
pequeños hasta los an-cíanos, en invierno y en verano, los rosarinos tenían la costumbre de ir con la cabeza, cubierta. El gremio de los gorreros impulsó la creación del Banco Comercial Israelita, con un espíritu cooperativo. A través de los años mantuvo su conducta y es el puntal de la colectividad en Rosario, destinando sus utilidades a obras de bien público.
En esta reseña, no podemos dejar de mencionar "la calle San Luis". Esta arteria comercial se fue formando con tiendas, mercerías y casas de confecciones, hasta formar un centro de distribución comercial de enorme importancia en el país. En la calle San Luis, árabes y judíos protagonizaron una larga historia de amistad y armonía.
En los lejanos y duros tiempos, muchas cosas se construían en Rosario con el afán de dejar un testimonio de la presencia de hombres humildes en esta ciudad de trabajo, y el símbolo de la comunidad fue el templo y local social de la
Asociación Israelita de Beneficencia en la calle Paraguay 1152. Inaugurado el 12 de marzo de
1933, la construcción del monumental edificio llevó casi ocho años. El empeño
de aquellos pioneros visionarios, pudo más que las dificultades derivadas de
la crisis de los años 30. El presidente de la institución en aquel período,
fue don Salvador Naidich.
Fuente:
extraído de la revista “Rosario, Historia de aquí a la Vuelta. Fascículo nº
24 de noviembre 1993. Autor: Luis
Gerovitch.