El almacén de Lozano, en Laprida 1392, fue el escenario de los primeros encuentros de aquellos diecinueve
castellanos que en los primeros meses de 1920 gestaron al que después sería el Centro Casulla. Pero fue en la casa de Damián Alvarez, en Santa Fe al 900, donde el 20 de agosto de ese año se cristalizó su
creación mediante el acta fundacional de rigor. Desde entonces hasta hoy.
prácticamente sin interrupción, la institución desarrolló sus actividades de
la mano de todas las entidades de origen español.
Cuando sus recursos lo permitieron el Centro alquiló un local en
Corrientes al 900 y muchos de sus asociados recuerdan aún
la realización de grandes bailes y de funciones teatrales en aquel recinto.
En la década del 30 se adquirió un predio en Ruiz Moreno y
Pago Largo, en La Florida —por entonces zona de quintas y descampados—. al que
denominaron Soto La Moncha, y actualmente todas las actividades del Centro se llevan a cabo en esta sede social, que ya forma parte del paisaje y
de la historia de ese centenario barrio rosarino.
Allí se levantan dos grandes construcciones: el viejo salón y el nuevo
e imponente "Cervantes", totalmente vidriado, con el rio Paraná como
presencia inmediata y en cuya costa se construirá próximamente el balneario
propio. En el Soto se hacen deportes, vida social y se accede a la biblioteca
"Pedro Diez", que con sus 1000 volúmenes recuerda con su nombre al
español que donara la mayor parte de dicho patrimonio bibliográfico.
En el año, hay dos fechas importantes para los castellanos y sus
descendientes: el aniversario de la creación del Centro y la que recuerda al
españolíslmo entierro de la sardina. La primera se festeja con una gran paella
a la castellana. La segunda imita a los españoles mediterráneos, que a falta de
sardina para enterrar, queman un muñeco el martes anterior al Miércoles de
Ceniza. Con ello se da por terminado un período de fiesta para comenzar otro
de contricción.
El Centro Casulla cuenta hoy con cerca de 700 socios, de los cuales
menos de un centenar son castellanos, y se enorgullece asi mismo de su cuerpo
de baile, que resguarda y mantiene la tradición de sus danzas populares, las de
la tierra inmortal del Quijote.
Fuente: extraído de la revista “Rosario, Historia de aquí a
la Vuelta. Fascículo nº 13
Junio 1991. Autor: Hilda
Habichayn.