Aquel
año, pródigo asimismo en acontecimientos deportivos, iba a incluir
entre éstos otra hazaña aeronáutica: la de Eduardo Bradley y Angel
Zuloaga, que el 24 de junio concretan su viejo sueño de cruzar la
cordillera de los Andes en globo, entre Santiago de Chile y Mendoza,
elevándose a una altura de 8000 metros sobre los altos picos nevados
y sumando otro hecho casi heroico a la gesta de los pioneros de la
aeronavegación en la Argentina. Dos muertes, por razones disímiles,
consiguen también impacto en los rosarinos: la de Rubén Darío,
numen del modernismo americano, y la del moreno Gabino Ezeiza,
prototipo casi legendario del payador repentista, quien actuara en
Rosario en circos y escenarios parecidos, entre 1890 y los años del
Centenario.
Poco
tiempo después, la inminencia del nuevo año haría que el asesinato
de Netri pasara poco a poco a segundo plano, no obstante la impresión
que su muerte causara en la ciudad. Con el inicio de 1917, los
rosarinos iban a encontrar otros motivos de atención, como la
formidable ola de calor con que comenzara el año, con
temperaturas que en enero oscilaban entre 33 y 42 grados, o la
condecoración que, en febrero, otorgara el rey de España, Alfonso
XIII, a José Arijón, que recibiera la de Comendador de número,
con
placa de la real y distinguida Orden de Isabel la Católica, que
ratificaba la notoriedad que alcanzara aquel inmigrante gallego en
una ciudad donde sus connacionales se contaban por millares.
El
mismo mes se reiterarían en Rosario las apariciones de los
intrépidos aviadores de la época pionera.
Al comenzar la segunda quincena,
Virgilio
Mira, uno de aquellos arriesgados, consigue levantar vuelo al alba
desde el Parque Independencia, intentando llegar a Venado Tuerto. La
travesía tuvo como aliado a un cielo límpido, con ausencia de
vientos, lo que le permitió volar a una altura media de 600 metros y
descender, por problemas en el aparato, en la localidad de Elortondo,
después de casi una hora y media de viaje, con el consiguiente
asombro y entusiasmo de sus habitantes, desprevenidos ante
semejante e inesperado visitante que, además, llegaba volando...
Virgilio
Mira (en realidad Carlos Virgilio Mira d'Ercole), nacido en Taino
(Como) en septiembre de 1890, había llegado a Buenos Aires en 1915 y
se convertiría en poco tiempo en un personaje apasionante: en su
taller, diseñó y construyó su propio avión, el "Golondrina
I", una máquina voladora "atada con alambres"
literalmente, y que según expertos como Domenjoz, no sería capaz
siquiera de levantar vuelo.
No
sólo voló sino que, a partir de allí, ese aeroplano se
convertiría en antecesor del "Golondrina II", con el
que Mira ganó cuanta carrera aérea se organizara y con el que
realiza acrobacias que asombran al público en Buenos Aires y en
Rosario, llegando a rechazar el avión italiano que en 1919 le ofrece
como regalo la misión militar que visitaba la Argentina. El aviador,
conocido por sus vecinos de Témperley, donde vivió y murió, como
"El hombre-pájaro", "El loco Mira" y "El de
las bicicletas voladoras", abandonó la construcción de aviones
al entrar en vigencia las normas nacionales que reglamentaban
esa industria.
Los
rosarinos, pasadas esas novedades, volverían a ocuparse de los
problemas derivados del crecimiento de su ciudad, que demandaba, era
visible, obras públicas acordes con ese desarrollo urbano. El
cambio del entarugado de muchas calles, pavimentadas con madera,
era una de las demandas ciudadanas, cansados como estaban los vecinos
de que las lluvias copiosas lo destruyeran con regularidad. Sobre
fines de marzo, un ingeniero agrega otros datos en una nota en La
Capital al
afirmar: También
son causa de la destrucción del entarugado los malos materiales y el
descuido en el trabajo: ordenan la reconstrucción de los
adoquinados de madera que se destruyen después de una tormenta
y ¡a tarea es ejecutada sin tomar otra medida que reponer las cosas
como estaban antes de la tempestad...
Para
entonces, este tipo de pavimentación era aún mayoritario en la
ciudad, y el levantamiento de los adoquines terminaba con los mismos
en el río, aunque
permitiendo además que los necesitados se provean de leña abundante
para su cocina, como
denuncia el mismo diario. El profesional quejoso propone, por lo
menos, alguna salida, como la concreción de obras de desagüe
suficientes para permitir el escurrimiento de las aguas luego de las
grandes lluvias: A
no ser así, (el
adoquinado) flota
y es desarticulado y trasladado; así se observa en calle Entre Ríos,
de Tucumán hacia el río, donde el agua sube a las veredas, aunque
generalmente la destrucción se produce frente a las bocas de
desagüe, como en Catamarca y Mitre.
Ese
año se reinician también las idas y venidas del finalmente
frustrado proyecto de monumento a la bandera, encargado a Lola
Mora. El gobierno nacional gira en 1917, a la orden de la
Municipalidad de Rosario, dieciocho mil pesos destinados al
levantamiento del embargo que pesa sobre las distintas esculturas de
la artista, depositadas en caución en la Aduana rosarina, con
lo que se renuevan las esperanzas de que luego de ese aporte no
surjan más dificultades para concretar el famoso proyecto. Pero unas
semanas después, en agosto, La
Capital anuncia:
El
monumento a cargo de la escultora Lola Mora de Hernández sufre
nuevas demoras. Nadie
imaginaría entonces que aquellas estatuas no constituirían nunca el
Monumento a la Bandera; que éste sería proyectado finalmente
por Alejandro Bustillo y Angel Guido e inaugurado en junio de
1957 y que las obras de Lola Mora, después de peregrinajes por
distintas zonas de la ciudad y de sufrir el vandalismo de los propios
rosarinos, terminarían formando parte, desde 1998, del Pasaje
Juramento.
Si
no faltaban quejosos por los vaivenes del proyecto de la artista,
eran muchos más los que se irritaban por los incumplimientos del
gobierno respecto de los jubilados, un tema recurrente en la
Argentina. En julio de 1917, se advierte una fuerte inquietud en el
sector de los pasivos municipales, a los que se les adeudan para
entonces cuatro meses. No son los únicos postergados; en septiembre,
un maestro jubilado escribe al diario de los Lagos: Si
es verdad que la correspondencia llega a esta ciudad por vía
fluvial, como asegura este diario, ¿cómo y por qué razón no llega
la planilla para el pago de enero a los jubilados del Rosario. De
enero a septiembre, según se sabe, median nada menos que nueve
meses: todo un parto...
Por
los mismos días, la prensa recoge denuncias sobre un nuevo modo de
perpetrar robos en los comercios rosarinos: El
ladrón penetra a un negocio y adquiere alguna mercadería y
abona la misma con un billete de regular valor al que va adherido un
pelo casi imperceptible o un hilo que sin poner atención no puede
notarse mayormente. Al ponerse el billete en el cajón, por lo
general dicho pelo o hilo queda afuera, y entonces el ladrón distrae
al comerciante, y tirando de aquél vuelve a apropiarse del billete,
que sale fácilmente por la abertura entre la tabla superior del
mostrador y el borde del cajón...
Pero
la ciudad, más allá de las minucias de la vida diaria, crecía
también en lo cultural ese año con la creación de la ya mencionada
Comisión de Bellas Artes, que iba a tener relevancia en el apoyo a
muchos artistas importantes surgidos en la ciudad en las dos primeras
décadas del siglo. Su primer presidente, entre 1917 y 1919, sería
uno de los infaltables hombres de la clase que Alicia Megías
denomina de "notables-dirigentes", que manejaría el poder
en Rosario: Fermín Lejarza (1917-1919,1925-1927 y 1930-1931), a
quien sucederían otros no menos conocidos como Nicolás Amuchástegui
(1919-1920), Magín Andrada (1921), Mario Goyenechea (1921), Juan B.
Castagnino (1924-1925), Alfredo Guido (1927), Juvenal Machado Doncel
(1928) y Antonio F.
Cafferata (1928-1930). Otro de los prohombres, Calixto Lassaga,
ocuparía la presidencia de una de las instituciones fundadas ese
año, el Colegio de Abogados, cuya actividad se iniciara el 4 de
junio de ese año.
Fuente:
Extraído de Libro Rosario del 900 a la “decada infame” Tomo II
Editado 2005 por la Editorial Homo Sapiens Ediciones.