Por. Rubens Bonifacio *
Sin embargo, su malestar crecía pensando
que no habría manera de sincerarse con su mujer, explicarle que no podía jugar
el producto de toda una vida a una sola carta y en un solo y miserable
instante, a pesar de los otros, porque ella, desde luego, se sentiría tan poca
cosa viendo sus palabras caer en el vacío, y seguro que al despedirse, a eso
de las once y pico, lo besaría sin ganas, con cierta reserva que él rumiará con
amargura, acodado en la ventanilla del tranvía, mirando pasar un enjambre de
motonetas rapidísimas. Caminaría cinco cuadras a pasos regulares y sin apuro y
podría descubrir la prisa en los rostros de la gente bajo el mediodía. Las
vidrieras de la calle Córdoba —repletas de objetos multicolores— le producirían
las sensaciones caóticas e indescriptibles que a veces lo anonadaban; un
cafecito en el Sorocabana, apuntalaría las férreas estructuras de la rutina.
Al salir, serían las doce menos cinco en el reloj del Trust y entonces le
acosarían su imaginación los grupos de empleados que aguardaban en cada
esquina, inquietos e inquietantes, arrebatados de su pauta cotidiana para
decirles que no a muchas cosas.
** El
escritor y a la vez dirigente sindical Rubens Bonifacio cuenta las
tribulaciones de un empleado que duda en plegarse a la histórica huelga bancaria de 1959, temiendo tanto el
juicio de sus compañeros como el de su mujer.
Fuente: extraído de la revista Rosario
Ilustrada Guía literaria de la ciudad.
Año 2004. Editorial Municipal de
Rosario.