El centro este de la ciudad comenzó a escuchar las campanadas del reloj del Palacio Fuentes en el año 1923. Dos años después el centro oeste experimentó lo propio cuando quedó instalado el imponente reloj de la torre de los Tribunales Provinciales. Con su carillón de diez campanadas pasó a ser una de las principales atracciones de la ciudad.
La siguiente crónica del diario La Capital, publicada en 1954, poco más de medio siglo atrás, permite reconstruir en parte la atmósfera especial creada en el mundo de los viejos tribunales...
"RELOJ. Son las 11.10. Dentro de poco ha de promediar el día. En el viejo Palacio de los Tribunales vive un mundo de jueces, abogados, funcionarios, litigantes. Es un mundo extraño, en absoluto distinto al mundo de la calle, al mundo de la plaza vecina, donde el sol da en los rostros de chicos y ancianos. Y mientras aquellos juegan, indiferentes al tiempo que pasa, éstos, pensando en los largos años vividos y también en los que falta vivir, miran el reloj, clavan en el cuadrante los ojos ya cansados, tratan de adivinar el ángulo de las agujas, y siguen así, junto con las travesuras del nieto, la muerte de cada minuto y cada hora. Y recuerdan. Recuerdan su juventud, cuando paseaban por la plaza San Martín, sin tener en cuenta ellos tampoco que el reloj de la torre de los Tribunales estaba señalando el paso por la vida. Y es entonces cuando surgen en la mente de los que añoran las estampas del pasado, más de medio siglo de la historia rosarina, largo lapso que vio los azares de la ciudad, sus triunfos y sus derrotas, sus esperanzas y sus fracasos, que se sucedieron sin que el viejo reloj variara jamás su marcha".
Fuente: Extraído de la Revista “Rosario y su Historia”. Fascículo Nº 39 de Marzo de 2006.-