por Javier Felcaro
El sello de un de un intendente
Fue una marca registrada en la política local. Su impronta de avanzada, caracterizada por el dinamismo,radig se enfrentó sin embargo con numerosos frentes de conflicto. Sus dos activas gestiones de gobierno han quedado en la agradecida memoria de los rosarinos
Luis Cándido Caballo encara una figura controvertida y, a su vez paradigmática lo que se pensaba en una época". La frase de Myriam Stanley, historiadora y docente de la UNR, sintetiza el perfil de ese ex intendente desarrollista que, a partir de mayo de 1960 dejó un sello indeleble en la ciudad.
A cien años de la creación de Rosario, Carballo ostentó una impronta de avanzada que, sin embargo, contrastó con déficit inocultables. Uno de los problemas centrales pasó por el transporte de pasajeros. Por eso, a la adquisición inicial de cuarenta troles le siguió otra durante su segunda administración. También encaró el armado de una comisión de estudio con miembros del Ejecutivo y de la Empresa de Transportes Rosario. El objetivo, analizar el compromiso asumido por las firmas encargadas de brindar el servicio.
Otro foco de disputas fue la leche. Tras ordenar inspecciones para mejorar la calidad y evaluar los costos, Carballo optó por fijar el precio.
Confronto con la Sociedad Cooperativa de Tamberos, señalada por sobrevaluar su producción y alterarla con agua.
No obstante, fue por más: fijó requisitos para que la leche llegara a la ciudad, supeditando su precio a la calidad del producto. La embestida oficial implicó compras a los tamberos independientes, llegando a instalar puestos municipales de venta.
Pero la acción de gobierno más contundente fue la demolición del Mercado Central, en 1961. Carballo había decretado la caducidad de los permisos de los puesteros, que recurrieron a la Justicia. El intendente no reculó y el 2 de diciembre llegó la clausura con el argumento de que el predio, actualmente la plaza Montenegro, se encontraba en paupérrimas condiciones edilicias y de higiene (estaba plagado de ratas).
Los puesteros lo acusaron de dictatorial, mientras la opinión pública pareció inclinarse por el municipio. Finalizada la desratización, las topadoras hicieron lo suyo, la mayoría de los puesteros afectados fueron reubicados y la Suprema Corte resolvió a favor del intendente.
También se caracterizó por los roces con el personal municipal: el horario de trabajo pasó a ser de 12 a 20. Y ofreció la posibilidad de hacerlo de 12 a 16, aunque cobrando el 60% del sueldo. La tensión fue extrema.
Durante su segundo mandato (julio de 1961 a enero de 1962), Carballo mejoró la estación de ómnibus, declaró de uso público numerosos terrenos baldíos y tomó posesión de la Sociedad Rural y los clubes del parque Independencia, aunque no pudo hacer lo propio con el Hipódromo por la férrea oposición del Jockey Club.
Afines de 1961, Carballo se impuso en la puja electoral por la Gobernación. Renunció a la Intendencia, pero la caída de Frondisi frustró su sueño de apoltronarse en el sillón del brigadier López.
Fuente: Extraído de la Revista del diario “ La Capital” 140 aniversarios del 2007