Volviendo a la inmigración, italianos y españoles
iban a traer, por su parte, algo más: un sentido gregario que iba a ser
mantenido a través de la fundación de una larga serie de instituciones
asistenciales, de ayuda rhutua o cooperativas tanto como asociaciones de tipo
social y cultural. Relevancia especial en la vida de la ciudad tendrían todas
ellas, aunque algunas obtuvieran mayor notoriedad por la dimensión de su obra,
como en el caso de la
Asociación Española de Socorros Mutuos, cuyo impulsor fuera
José María Buyo, arribado a la ciudad en 1857 con el propósito, justamente, de
fundar una entidad de estas características al servicio de la colectividad, que
sería la primera de ese tipo en el país.
Buyo convocaría a sus compatriotas a reuniones celebradas en la casa de otro
connacional, José María Arteaga, hasta obtener el apoyo necesario y fundar, el
27 de junio de 1857, la institución que hallaría luego sede definitiva hasta nuestros días en el monumental edificio de la esquina sureste de Santa Fe y Entre Ríos y tendría decisiva influencia en la concreción de otra
institución generada por la colonia hispánica: el Hospital Español.
La Asociación había adquirido un predio con ese objetivo, con sus propios aportes y
otros provenientes de españoles generosos, como José Arijón y José Piñeiro, y
de un matrimonio de eximios actores. Una donación de terrenos, realizada por
Rafael Calzada, haría posible apresurar el proyecto, ya que con la venta del
predio original se obtuvieron los fondos para el comienzo de la construcción
del centro de salud, en la manzana comprendida por las calles Gaboto, Garay,
Mitre y Sarmiento.
Fue en un bar. Unos
españoles apasionados y discutidores, enzarzados en fogosa controversia se
hallaban en el bar que había en el local que fue de la Bolsa. Eran don José Arijón y don José Piñeiro. El arbitro, don Antonio
Ferrer, el cual, usando la cordialidad y amistad que los unía impuso, entre
bromas y veras, mil pesos de multa a cada uno, a condición de que dicha suma
sirviera para base del capital de la sociedad que se formase más tarde para el
Hospital Español. Y otros gestos tan simpáticos como éste, el de un beneficio
dado por aquellos actores, gloria de nuestro teatro, María Guerrero y Fernando Díaz de Mendoza, unido a la generosidad
de los esposos Calzada que cedieron los terrenos y a la liberalidad de doña
Rosa y doña María Piñeiro, constituyen los cimientos de lo que al correr de los
años se transformara en una magnífica institución, honra del núcleo hispánico
de Rosario.
(Eduardo Miraglia - Francisco Solari: Los españoles en Rosario de Santa Fe. Su influencia en el progreso de
la ciudad,
La Cervantina, 1934)
La idea de la
construcción del hospital comenzó a germinar en 1905, en las habituales
reuniones que se celebraban en el Centro Español, y la condición solidaria de
aquella institución nacida del empuje de los españoles de Rosario se vería
reflejada incluso en el discurso inaugural de Juan B. Quintana: Al doliente que llame a sus puertas no le será preguntado cuál es su
patria ni cuál su religión. Será atendido en la medida de nuestras fuerzas para
que alivie sus dolores y refuerce su moral; y si con ello podemos dulcificar horas amargas de la vida
de nuestros semejantes, habiónos cumplido con el precepto divino: "Amaos
los unos a los otros".
Los italianos contarían asimismo, ya desde el siglo XIX, con instituciones de similar carácter. Sería el caso de la Sociedad de Socorros
Mutuos Unione e Benevolenza, cuya fundación data de abril de 1861 y se originó en el espíritu
solidario de inmigrantes republicanos, con mayoría de ligures (como Boglione,
Questa, Lando, Rivarola y otros), cuyas simpatías se inclinaban por Mazzini. En
sus salones se reuniría la colectividad italiana ante los eventos más
disímiles, desde las protestas colectivas a los actos patrióticos, y desde su
entrada principal solían partir los desfiles y las manifestaciones, según los casos.
La sociedad, que en el siglo XX contaría con sus propios servicios de salud,
daría origen dos décadas después, a raíz de un desprendimiento de
asociados, a otra entidad perdurable: la Mutual Giuseppe
Garibaldi, de 1881. En ella se enrolarían, asimismo, italianos provenientes de la Liguria, como los
impulsores Ricardone, Pinasco, Castagnino, Recagno, Copello,Tiscornia y otros.
En su seno germinaría, años más tarde, el
proyecto de construcción de un hospital destinado a la atención de los
connacionales, cuya inauguración se produciría el 10 de enero de 1892, bajo la
denominación de Hospital Italiano Garibaldi, en el primigenio edificio de
calle Virasoro. También en este caso serían importantes apellidos de la burguesía
rosarina, de origen itálico, quienes contribuirían desde el comienzo con sus
aportes económicos y su integración a la conducción inicial del por entonces
flamante centro de salud, como Luis Pinasco, José Mangiante, Esteban Frugoni y
José Castagnino. El ciclo del hospital, cuyo primer director fuera el médico
Agustín De Negri, se mantiene vigente en nuestros días.
El hospital, como su vecino el Hospital Rosario
(actual "Clemente Alvarez"), se emplazó en realidad en los terrenos
que durante buena parte del siglo XIX correspondieran a la llamada "Quinta
de los Álamos", un predio de cerca de diez hectáreas que sirvió de lugar
de expansión a varias generaciones de rosarinos de esa zona de la ciudad, por
entonces escasamente poblada.
Otras instituciones italianas que habían sido constituidas ya en el
siglo XIX, se ocupaban de actividades que iban desde la defensa de los derechos
de las mujeres trabajadoras, como la
Societá
degli Operad Italiani, de 1872, a la actividad social y cultural, como el
Círcolo Italiano, fundado una década
después y que en 1901 se fusionó con el Casino Italiano Campidoglio, surgido en
1870, constituyéndose en una de las instituciones relevantes de la ciudad de
los primeros treinta años del siglo XX y de cuyo imponente edificio subsiste
aún la planta alta (ganada por el abandono) en la esquina sureste de Mitre y
Córdoba.
Su primer presidente sería Humberto Guerzoni,
gerente del Banco de Italia, y en sus comisiones directivas iniciales pueden
hallarse los apellidos de rigor: Copello, Queirolo, Pusterla, etc. El Club
Italiano, fundado el 14 de diciembre de 1914, con sede en Buenos Aires 1052
concentraría, desde 1922, las actividades recreativas de la colectividad, y
allí recalaría, al fusionarse ambas entidades, la valiosa biblioteca del Círcolo Italiano. También dedicada a la
ayuda a los connacionales, ya fuera económica o de trámites ante los poderes
públicos, estaría (y lo está hoy, cien años después) la Societá
Italiana
Umberto Primo, en cuyos salones se celebraron asimismo, en los
primeros años del siglo pasado, conferencias y encuentros de diversas
características.
Este tipo de asociaciones no sería extraño por cierto a otras
colectividades extranjeras de Rosario.Ya en el siglo XIX se habían constituido
varias de ellas: como el Stranger's Club, en 1871, que nucleaba a ingleses y alemanes; la Sociedad Austro-Húngara
de Socorros Mutuos, fundada en 1882, la Anglo-Norteamericana
de Socorros Mutuos, de 1890; la
Israelita de Beneficencia, de 1892, la Sociedad de Beneficencia
Francesa, de 1854,1a Sociedad Filantrópica Suiza, de 1868, y otras.
Al espectro de la sociabilidad corresponderían, a su vez, las decenas
de asociaciones y centros recreativos de italianos y españoles, que mantenían
vivos en ellos los sentimientos de nacionalidad y el amor al terruño, y servían
para que el extranjero encontrara mucha otra gente como él, necesitada de
cierto grado de contacto social, ávida de escuchar voces amigas en una lengua
común, deseosa de cantar las canciones de su infancia y de bailar las danzas
populares nunca olvidadas, desde la tarantela a la jota o la ceremoniosa
sardana.
En el caso de los españoles, algunos ejemplos, entre muchos, son los
del Centre Cátala, que uniría a lo expresado una intensa tarea en lo cultural, a partir
del 2 de marzo de 1901, cuando se funda como el primer "casal" de
Cataluña fuera de España, en todo el mundo; el Centro Asturiano, también el
primer núcleo institucional de ese ori-gen en América Latina, fundado el 1° de
noviembre de 1904 como (¡entro Recreativo Asturiano, con la presidencia
honoraria de Rafael ( lalzada y la efectiva de Cornelio Peláez, y constituido
definitivamente como Centro Asturiano en septiembre de 1907, con sede inicial
en Corrientes 852.
No menos relevante sería la presencia en la ciudad del Centro Vasco,
inicialmente nacido como Euzko Batzokija
Zazpirak Bat en julio de 1912 y cuya primera sede se
emplazaría, al año siguiente, en Córdoba 679; el Centro Navarro, de 1913,
instalado entonces en una vivienda de Balcarce al 100, o el Centro Andaluz, que
en septiembre de 1915 se constituiría en los altos de Rioja y San Martín. Otra
connotación mucho más vinculada a los sentimientos democráticos de buena parte
de los españoles de allá y de aquí tendría otra entidad cara a esos sectores:
el Centro Republicano Español, nacido simultáneamente con el ascenso del
autoritarismo de Miguel Primo de Rivera en 1923. En él, el pensamiento liberal
y republicano encontraría amparo y fuente generadora de actividades de
difusión, de la mano de algunos de sus más decididos defensores como J. Daniel
Infante, Eugenio Fornells, Agustín Benítez de Castro, Modesto Pujol, Emilio
Salvat y muchos otros. Similar tinte "político" tendría su antecesora,
la Asociación
Patriótica Española (1899).
De definida connotación política, como la anterior, serían también
instituciones italianas nacidas la mayoría de ellas ya en las primeras décadas
del siglo XIX, cuando la división entre republicanos y monárquicos tenía plena
y ardorosa vigencia, como la Societá Príncipe di Nápoli o la Societá
Fratellenza
Repubblicana, contemporánea de aquélla.
Fuente:
Extraído de Libro Rosario del 900
a la “decada infame”
Tomo I Editado 2005 por la Editorial Homo Sapiens Ediciones