De ese modo fue
concretándose el derecho de propiedad territorial y conformándose también la
clase dirigente. Y así van quedando registrados en los archivos, planos y
censos catastrales, los nombres y apellidos de generales, capitanes y licenciados
ligados a los parcelamientos de solares, quintas, chacras y estancias. De allí
saldrían, por su parte, los herederos posteriores, caudillos y gobernadores,
jefes políticos, jueces, comisionados municipalidades, legisladores y
gobernantes de todos los niveles, cuyos nombres perduran en la nomenclatura de
pueblos, calles y plazas.
Las franjas que hoy
ocupan estos barrios del oeste, especialmente el aún conocido como Echesortu,
englobado actualmente (junto con los antiguos barrios Arrillaga, La República y La Victoria) en el llamado
barrio Remedios Escalada de San Martín, pertenecieron a muchos de esos
apellidos aludidos anteriormente. Entre ellos, al norteamericano Wheelwright,
concesionario del ferrocarril; a Ciro Echesortu. miembro de la comisión
administradora de la ciudad en 1938. director de los bancos Hipotecario y
Nacional en 1939, miembro fundador del Jockey Club y de la Sociedad Rural,
presidente de la Bolsa
de Comercio, del Club Social y de las empresas de tramways Rosario del Norte y
del Oeste.
Se contaron asimismo entre los
propietarios Casiano Casas, al que recuerda una avenida y un barrio de la
ciudad; Santiago Buwatovich, de nacionalidad austríaca, que actuara en la Campana del Desierto de
Julio A. Roca con el grado de mayor; Julián Bustinza, al que pertenecieron
8788 cuadras cuadradas en el departamento Iriondo, en la localidad que hoy
lleva su nombre; Ramón Casas, Manuel Navarro, Esteban Lando, y avanzando
hacia el oeste todavía más, en lo que es actualmente la zona de los barrios
Azucuénaga y Belgrano, a Eloy Palacios, quien en 1889 vendió 91 hectáreas de esas
tierras a Maña Echagüe de Vila.
A medida que aumentaba la población
y se producía el visible desarrollo de la ciudad en la zona céntrica, a
orillas del río Paraná, ésta buscaba ampliar sus limites avanzando
paulatinamente en una especie de conquista del oeste, ganando con ello en
extensión pero también asistiendo a un florecimiento inmobiliario sin precedentes.
Desde el límite de la calle del
Carril (actual Dorrego), Rosario se extendió primeramente hacia el Boulevard
Santafesino, hoy Oro-ño, luego a la calle del Plata (Ovidio Lagos) y después
hasta la actual calle Paraná, o sea, unos cinco kilómetros hacia el oeste,
contando desde el río Paraná. Luego, esos límites todavía convencionales se
irían extendiendo hasta la
Avenida Vila (Provincias Unidas) y por último hasta sus
actuales límites con la localidad de Funes, y la parte suroeste con la de
Pérez.
Aquella zona suroeste aludida era,
hacia finales del siglo pasado y primeras décadas del actual, lugar de
instalación de numerosos hornos de ladrillos, cuyas permanentes excavaciones
en esas tierras fueron originando los llamados bajos inundables.
El sector, sin embargo, aún dentro
de ese cuadro general de engrandecimiento que produciría la "conquista
del oeste" rosarino, no dejó de caracterizarse por la condición marginal
de su desarrollo. La burguesía portuaria, comercial y exportadora, que
comprendía las llamadas clases altas de la sociedad, se estableció en el
valorizado territorio que abarcaba las zonas aledañas al río Paraná, tanto en
el Saladillo, con su elegante Avenida Arijón —nombre de uno de sus principales
propietarios— como en Alberdi y La
Florida, con su Bvard. Rondeau y su Bajada Puccio, extendiendo
la zona céntrica y residencial hasta el aristocrático Bvard. Oroño, realizado
al estilo parisino. El oeste, mientras tanto, se limitaría, por mucho tiempo, a
ser asentamiento de establecimientos e instituciones a los que la sociedad
rosarina deseaba ver desplazados a sitios más alejados.
Por ello, en
sucesivas etapas y épocas, el oeste seria destinado a vaciaderos de basura,
propiciado-res del cirujeo, en los que convivirían hombres y niños menesterosos
con cerdos alimentados a desperdicios; a emplazamiento del instituto
Antirrábico Municipal (Avda. Francia al 1900). perrera donde se sacrificarán
los animales abandonados; de una cárcel de tétrica presencia, como la de
Encausados, en Estanislao Zeballos al 2900; de cementerios como Ei Salvador,
en Ovidio Lagos al 1800 (el más cercano al centro, por ser el elegido por la
clase alta), el de Disidentes, en Bvard. Avellaneda al 1800, el Israelita y el
cementerio La Redad,
en Provincias Unidas al 2600, habilitados en 1906 y en la última década del
siglo XLX, respectivamente, cuando la zona era considerada aún como "los
extramuros" de Rosario; de hospitales de enfermedades
infecto-contagiosas, leprosarios y antisifilíticos como el Gabriel Carrasco,
en Bvard. Avellaneda y 9 de Julio, o el de llanura, para tuberculosos, en
Provincias Unidas y Avda. Godoy.
De esa manera, la sociedad ro-sarina
alejaba de sí aspectos poco agradables que eran radicados en el oeste, donde
convivían y conviven en la actualidad importantes sectores de la población
trabajadora de la ciudad: ellos serian, por otra parte, quienes harían mucho
por el crecimiento y desarrollo cada vez más visible de esos barrios, entonces
lejanos y hoy centros urbanos de notoria individualidad y definida fisonomía.
Fuente: extraído de la revista
“Rosario, Historia de aquí a la vuelta Fascículo Nº 18 . De Enero 1992. Autor: Alberto Campazas