Por: Rafael Ielpi
No menores males soportaban los
habitantes de otro conglomerado de pobreza y estrechez habitacional en la
ciudad de los primeros años del siglo XX: el conocido como Barrio de las Latas
o Barrio Las Latas rosarino, cuya ubicación correspondía a la zona comprendida
entre las calles Salta, Avenida Castellanos (luego Avda. Alberdi), Bvard.
Timbúes (después Avenida Francia), los grandes talleres del Ferrocarril Central
Argentino, el actual cruce de Avenida Alberdi y Salta y el sector que se
emplaza detrás de las instalaciones de "Minetti y Cía".
Una descripción entre humorística y veraz de aquel
barrio puede rastrearse en aquellas revistas que, como Monos y Monadas, se
especializaban en tener bajo la lupa a la ciudad y sus problemas tanto como a
los gobernantes y sus errores. En 1910, en un informe ilustrado con fotografías
del lugar, se pregunta: ¿Dónde queda?
Aquí cerquita, a la vuelta. Vayan por la calle Salta hasta Avda. Castellanos y
por ésta hasta los talleres: atrás está el famoso barrio. Entren por la avenida
que bordea al ferrocarril y verán el almacén Sucursal del Cometa; el dueño,
hombre práctico, la noche que nos visitó el Halley obsequió a los clientes con
un guindado de aquellos que no se empardan; después hubo jarana y baile hasta
que pasó el susto del anunciado choque que hubo de haber habido... La calle
Córdoba del Barrio de las Latas remata en una plaza de media manzana donde los
lateritos de hasta los 6 años van a respirar el aire microbiano.
Las construcciones eran todas de lata, sin metáforas: hay
preciosos chalets, palacetes art nouveau, todo construido sin economía de
ninguna especie: la lata abunda por doquier, pero los habitantes son como
esfinges, no hablan, señala Monos y Monadas, que remata el cuadro con una
precisión aún más detallista: La gran avenida que bordea la línea del
Ferrocarril Central.
Argentino
es la mas aristocrática, donde viven los magnates del pago. La lata aquí
desaparece bajo la pintura, no al óleo pero sí grisácea: un tono de gran tono
es este color en la sociedad latera. Algunas tienen decoraciones que dejarían
chiquito a Puvis de Chavannes. Recuerdo una :finos crisantemos rojos sobre un
fondo grisáceo...
El barrio, habitado por un
conglomerado de gente humilde, alguna sin ocupación fija, otra empleada en el
ferrocarril, la estiba o alguna de las fábricas de la zona, tenía además una
curiosidad adicional y llamativa: el llamado "Baño de Mandinga", una
laguna de dimensiones reducidas, unos 10 metros de largo por 4 de ancho y 2 de
profundidad, donde los vecinos aseguraban la presencia diabólica.
La revista mencionada chacotea: Las viejas y los chicos
le aseguran que todas las noches de invierno, en cuanto dan las 12, no en el
campanario de la villa pero en cualquier despertador de la vecindad, llega
Mandinga rengueando, mohíno, dando gritos guturales y se zambulle. Durante un
cuarto de hora no se lo ve pero el agua hierve que es un gusto y alza olas de 2
metros de alto. Luego reaparece completamente seco, altivo, gallardo y se va
cantando La donna é móbile según unas y vidalitas según otros. La tradición, o
mejor dicho las viejas, agrega que cualquiera que se ha atrevido a tocarlo ha
sido atraído por una fuerza misteriosa y ha desaparecido sin que jamás se haya
encontrado su cuerpo...
La de "Barrio de las Latas" era en realidad una
denominación genérica que englobaba, a veces, a los barrios de Refinería y
Talleres, y su paisaje, hacia 1900, era de baldíos interminables, vizcacheras y
tupidos yuyales mezclados con cicutales, que formaban parte del ámbito conocido
como "Chacras del Rosario y Cerrillos" entre 1870 y 1880.
Por esos mismos años, y de 1890 en
adelante, algunas edificaciones de cierto porte se destacaban en la chatura
del barrio de casas de lata, como el Convento de la Misericordia, en Avda.
Francia y Urquiza o el edificio de la Enfermería Anglo-Alemana, en Suipacha y
San Lorenzo, una institución encomiable por lo solidario de su tarea en pro de
la atención sanitaria en el Rosario de entonces, disuelta en los comienzos de
la Primera Guerra Mundial, a raíz de los enconos que la misma desatara entre
los representantes locales de las nacionalidades intervinientes en el
conflicto, aun a miles de kilómetros de distancia de los frentes de batalla.
En 1911,1a pintura que en Monos y Monadas
se hace del barrio señala cambios producidos en poco tiempo: Al Barrio Las
Latas lo fundaron indigentes a quienes la existencia en el radio de la ciudad
se les hizo imposible. Con latas y sin pagar el terreno construyeron sus casas
y evitaron el más insoportable de los enemigos: el casero. Poco duró esa
felicidad. Tras de ellos se instalaron los obreros que no podían darse el lujo
de vivir en el centro y tras los obreros, la especulación, con todo su séquito
de malas artes, en el preciso momento en que más tranquilos se creían los
dichosos lateros. Desde entonces, las higiénicas casillas de latas primitivas
comienzan a ser reemplazadas por cuartos de dudosa seguridad, de escasísimas
dimensiones y de relativo elevado alquiler.
Hoy, afirma Monos y Monadas, la población
del Barrio Las Latas es laboriosa: emplea su
vigor en fábricas y talleres de las inmediaciones y se recrea, a falta de
comodidad, con aire puro cuando hay viento, porque momentos desastrosos para
la higiene colectiva se suceden a menudo. El característico barrio es ahora un
pueblecito con todas las de la ley para progresar. Tiene calles delineadas,
alguna que otra casa de material y mucha tendencia a modernizarse. Como en su
seno se especula, existen más arrendatarios que propietarios. Tal causa obliga
a los desheredados en la amplia acepción de la palabra, a cobijarse en coches
de tranvías, ligeramente modificados...
Fuente: Extraído de Libro Rosario del 900 a la “decada infame” Tomo I Editado 2005 por la Editorial Homo
Sapiens Ediciones