Así como el radio
céntrico de Rosario iba adquiriendo importancia y desarrollo, sobre todo en
las dos primeras décadas de este siglo, por la extraordinaria actividad de su
puerto, vinculado a los intereses exportadores extranjeros, los barrios de la
ciudad nacían y crecían alrededor de expresiones significativas del
incremento urbano: la erección de una capilla o una iglesia, un hospital, un
núcleo obrero perteneciente a una industria determinada, o las instalaciones
de una estación ferroviaria. Esto último, coincidiendo Rosario, con el tiempo,
en una verdadera tela de araña construida por los rieles que se multiplicaban
en forma incesante.
Muchas de esas
instituciones tuvieron notoria y directa relación con el origen o el desarrollo
de la zona oeste y coincidieron en iniciar sus actividades en la última década
del siglo pasado y primeros artos del presente. Jalones importantes en ese
desarrollo zonal lo constituyen algunas iglesias como la de San Miguel
Arcángel, en 9 de Julio al 3500, sobre terrenos vendidos en 1912 por Santiago
Buratovich a la Diócesis
del Arzobispado de Santa Fe. y frente a la cual se encuentra la plaza que lleva
el nombre del aludido topógrafo de la Campana del Desierto.
La iglesia San
Francisco Solano, en Mendoza y Bvard. Avellaneda,
fue levantada sobre
un predio adquirido por el Benemérito Colegio San Carlos, de San Lorenzo, a
Luis Povina y Compañía, Casas y Ciro Echesortu e inaugurada el 13 de junio de
1890. La escuela que funciona anexa a la misma se fundaría, por su parte,
cuatro artos más tarde, el 17 de setiembre.
La iglesia San
Antonio de Padua, en Provincias Unidas y Mendoza, en las denominadas cuatro
plazas, se construyó hacia fines del siglo pasado y fue inaugurada el 8 de
noviembre de 1890. Hacia el sur, sobre Avenida Godoy, ya en 1931. se
inauguraría la
Parroquia Nuestra Señora del Lujan, perteneciente a la orden
de los agustinos, que también tiene a su cargo la capellanía del cementerio El
Salvador.
Excepción, por su
antigüedad, es la primitiva capilla instalada en el barrio San Francisquito,
erigida inicialmente como un oratorio en 1832, en terrenos de Ignacio Gorosito
Roldan. Destruida por el paso del tiempo hacia 1864 y luego de largas tramitaciones de los vecinos de la zona, se erigió
nuevamente, ya como capilla, en 1899 coincidiendo con la época de erección de
las anteriormente citadas, y dando origen a su alrededor a pequeños
nucleamientos de habitantes.
El crecimiento de los barrios tenia un desarrollo típico. Primero la iglesia-, frente a ella
la plaza, luego escuelas, comisaría en la seccional, residencias destacadas de
los notables de la zona, generalmente comerciantes y profesionales, y luego las
viviendas de obreros y empleados. Y al crecer la población, el club social y
deportivo, el cine, los bares y el comercio...
Hasta ese crecimiento urbano, la zona en general se caracterizó por
sus quintas. En Echesortu, por ejemplo, pueden mencionarse las de Juan Balbi,
Felipe Allegri o Pablo Ansaldi. En barrio Belgrano, las de Luis Reynaldo y
Fernando y Pedro Zucconi.
Existían quintas como la de San Pedro, de verduras, frutas y alfalfa que se extendía desde calle Caste llanos
a Lavalle (penetrando, en algunos sectores, por su trazado irregular, casi
hasta Bvard. Avellaneda) y de Rioja a San Luis, y en cuya esquina de Lavalle y
San Luis se erguía un gigantesco ombú que 1 caracterizó aquel rincón del oeste
rosarino. En sus postrimerias. esta quinta fue escenario de actividades
deportivas y allí se enfrentaban equipos de fútbol de la zona como Atlantic
Sportmen, Lavalle, Arrilla-ga, Colombina, Almafuerte, Seis Corazones, Los
Diablos Rojos y otros. Fue también lugar de reunión del vecindario en los
tradicionales festejos de San Pedro y San Pablo, con sus clasicas fogatas, que
iluminaban las noches con sus resplandores.
Otra quinta, el Prado Español, situada a la altura de Montevideo y Larrea, fue utilizada
durante muchos años para reuniones campestres (los recordados picnics), donde
un grupo musical de larga trayectoria en la ciudad, Los alegres oren-sanos, animaba los bailes.
Para reuniones similares servían otras quintas de la zona como La Nélida, . en Córdoba y Estados Unidos; la Quinta Luclani, actual emplazamiento del Parque Oeste, en
el perimetro comprendido entre las calles Rio Bamba, Pasco, Rouillón y Barra; la Quinta
Sangulnetü, en Provincias Unidas, Pasco e
Ituzain-gó; el Centro Asturiano, en Wilde al 1300, en las inmediaciones del actual
Mercado de Concentración Fisherton, o la quinta ubicada en el predio de Avenida
Godoy, Crespo, Iriondo y La Paz,
en el barrio Triángulo.
Estas quintas fueron quedando como lunares nostálgicos de un entorno
de barrios que se urbanizaron, cuyas tierras fueron loteadas, vendidas y
convertidas en asiento de viviendas, hasta que fueron absorbidas finalmente por
el progreso. En ellas, encontraron los humildes vecinos de esos barrios de
comienzos de siglo y de las primeras décadas del mismo, un lugar de
esparcimiento dominguero, como una contrarréplica colectiva a los
particulares y lujosos fines de semana de los sectores más pudientes de la sociedad rosarina.
El aumento demográfico de la ciudad, con la incorporación de las
corrientes inmigratorias y las migraciones internas posteriores, que darían a
Rosario las características de ciudad gringa: el tendido de líneas de transporte urbano; la construcción de
viviendas; el florecimiento comercial; la radicación paulatina de industrias;
la apertura de escuelas e instituciones bancarias, se manifestaron como una
expresión de crecimiento que exigía mayor territorio para poblar y presionaba
una expansión hacia el oeste todavía mayoritariamente despoblado.
Esta tendencia se produce paralelamente al desarrollo de la ciudad
en su conjunto, con el aumento de la producción agrícola y la intensificación
de las actividades portuarias (para 1880 Rosario ya era el primer puerto
exportador de la Argentina,
y en 1884 había registrado una entrada y salida de cargas de 1.600.000
toneladas).
Mientras tanto, las calles se iban empedrando con piedra traída de la
isla Martín García y adoquines importados que venían como lastre en los
barcos que llegaban sin mercadería; se inauguraba la iluminación a gas; las líneas telefónicas extendían
su comunicación y los ferrocarriles permitían a su vez el nacimiento de
localidades vecinas como Pérez, Zavalla, Pujato, Casilda, Arequito. San José
de la Esquina,
Arteaga, Sanford, Chabás. Villada, Firmat y Melincué, (estación San Urbano).
Fuente: extraído de la revista
“Rosario, Historia de aquí a la vuelta Fascículo Nº 18 . De Enero 1992. Autor: Alberto Campazas