Muchos
años antes, durante el verano 1936, hasta caído ceniza. Durante 15
días un cielo encapotado parecía vaticinar una tormenta de
espectaculares características que no terminaban en desatarse. Pero
un viernes, aproximadamente a las 14 horas, esa capa comenzó a
descender lentamente sobre la ciudad, convertida en un polvillo gris
claro, que cubrió calles y techos, árboles e incluso sombrero, o
cabellos o ropa de la gente que circulaba por las calles. La lluvia
de cenizas, resultó ser ceniza volcánica, duró cinco días y luego
del estupor, pasada la primera sorpresa la gente comenzó a
almacenarla en recipientes. El espíritu práctico de las damas de
casas rosarina, comenzaron a usarla – reemplazando al popular
Puloil- como polvo limpiador de ollas y cacerolas.
Fuente:
Extraído del Libro” Rosario Historia y Desarrollo . Autor Alberto
Campazas. Ediciones Pago de los Arroyos. 2 do. Edicción 1996.