Ningún centralista de ley reputaría auténtica una
historia de los últimos cincuenta años de la entidad si en ella faltara una
mención muy especial para quien fuera uno de sus más genuinos representantes:
el señor Alfredo Augusto Fogel. Tuvo una vocación, el fútbol, y un destino que jamás
quiso torcer: Rosario Centra!.
Desde la vecina ciudad de Pérez —entonces sólo un
caserío, con talleres ferroviarios y gente humilde y de trabajo— llegó a
Rosario Central a mediados de la década del '30 con la ilusión de vestir la casaca
de Rosario Central en primera
división. A poco de estar y tras haber jugado en la cuarta división, el sueño
se le cumple: debuta en primera y con una gran responsabilidad: Alberto
Espeche, jugador tucu-mano de gran categoría, pero de equívoca conducta
posibilita con sus intempestivas ausencias (lo llamaban "el rey de las
fugas") la irrupción de esc jovencito fornido, a quien de inmediato y por el
color de su cabello la popular centralista bautizó como "el colorado". Ese era Fogel, el chico
de Pérez que supo aprovechar la oportunidad.
Ya en 1939, al editarse la revista del 50?
aniversario del club señalábase que "Fogel es el jugador que se hizo en
base de voluntad, ya que sus primeras actuaciones en primera división no
pasaban de discretas". No sabemos si fue así. Lo que sí sabemos es que muchos
años después, cuando la mayoría de los jugadores entraban enMa curva
declinante de su rendimiento, supimos ver a un colorado fogoso, leal, incapaz
de hacer un lujo innecesario como también imposible de ser sorprendido en un
error. Era el jugador prototípico hecho en el club, por pinta, por presencia,
por respeto de su tribuna, de sus compañeros y de sus propios adversarios,
tanto como de los arbitros, que jamás tuvieron que reprocharle una jugada
brusca o una actitud antideportiva. Fogel lo hacía todo así, de la manera más
sencilla y más derecha. Por eso Ningún centralista de ley reputaría auténtica
una historia de los últimos cincuenta años de la entidad si en ella faltara
una mención muy especial para quien fuera uno de sus más genuinos representantes:
el señor Alfredo Augusto Fogel. Tuvo una vocación, el
fútbol, y un destino que jamás quiso torcer: Rosario Centra!.
Desde la vecina ciudad de Pérez —entonces sólo un
caserío, con talleres ferroviarios y gente humilde y de trabajo— llegó a
Rosario Central a mediados de la década del '30 con la ilusión de vestir la casaca
de Rosario Central en primera
división. A poco de estar y tras haber jugado en la cuarta división, el sueño
se le cumple: debuta en primera y con una gran responsabilidad: Alberto
Espeche, jugador tucumano de gran categoría, pero de equívoca conducta
posibilita con sus intempestivas ausencias (lo llamaban "el rey de las
fugas") la irrupción de ese jovencito fornido, a quien de inmediato y por el
color de su cabello la popular centralista bautizó como "el colorado". Ese era Fogel, el chico
de Pérez que supo aprovechar la oportunidad.
Ya en 1939, al editarse
la revista del 50? aniversario del club señalábase que "Fogel es el jugador que se hizo en base de voluntad, ya que sus primeras actuaciones en primera división no pasaban de discretas". No sabemos si fue así. Lo que sí sabemos es que muchos años después, cuando la mayoría de los jugadores entraban en curva declinante de su rendimiento, supimos ver a un colorado fogoso, leal, incapaz de hacer un lujo innecesario como también imposible de ser sorprendido en un error. Era el jugador prototípico hecho en el club, por pinta, por presencia, por respeto de su tribuna, de sus compañeros y de sus propios adversarios, tanto como de los arbitros, que jamás tuvieron que reprocharle una jugada brusca o una actitud antideportiva. Fogel lo hacía todo así, de la manera más sencilla y más derecha. Por eso vergüenza, por pudor centralista.
Fuente:
extraído del libro de la historia de Rosario Central . Autor Andrés Bossi