POTENCIA AMERICANA
Construyó una obra de dimensión continental en los ratos libres que le dejaba su trabajo en el Ministerio de Obras Públicas. Pintó la magia de la tierra sin caer en lenguajes anacrónicos ni retóricas grandilocuentes. Entre la austeridad y el hedenismo plasmó telas para la eternidad.
El
pintor Leónidas Gambartes se lo parangona a Rufino Tamayo,
a Portinari, al guatemalteco Mérida. La obra que lo pone en ese
altísimo catálogo es la que produjo a partir de sus 40 años,
cuando coinciden su madurez artística con el descubrimiento de una
técnica, el cromo al yeso, que resultará clave en la elaboración
de su identidad. Sobre el yeso Gambartes extendía el pigmento,
que luego rayaba para hacer reaparecer selectivamente el blanco.
El
esplendor cromático, el hedonismo visual, la fiesta perceptiva así
logradas, se combinan con el portentoso expresionismo de las
figuras tomadas de la mitología americana. El resultado fundamenta
la talla y la fama de Gambartes. El artista se dio dos líneas de
trabajo en su breve madurez: la primera, formada por figuras
esencializadas de mujeres, envueltas en un silencio hondo, como el
del campo a la hora de la siesta.
La
paleta es aquí limitada y austera, lo que acompaña el gesto grave
de la mujeres, plenas de "pietas" en su maciza
solidez. La segunda línea, la más suntuosa y celebrada, es la
de los payés, las mito formas,
los fósiles. Acá las formas y los colores de la tierra, del agua y
del cielo de América, y de los seres que la pueblan, aparecen con
toda su potencia y variedad. Mucho se ha escrito sobre el indigenismo
americanista de Gambartes, crecido, en contraste con el mexicano
Tamayo, en una ciudad de inmigrantes europeos. La modernidad de su
arte combina con sabiduría la recuperación de las formas de la
mitología animista. Porque Gambartes quiso ser intérprete de la
América escondida sin recurrir a lenguajes anacrónicos y
folklorizantes, ni caer en la retórica didáctica y
grandilocuente del arte de Estado que practicaban los muralistas
Probablemente,
resultar& tal en este paso la doctrina uruguayo Torres García
Gambartes se dio cuenta entonces de que -primitivismo de la
imaginería americana "pedía" el lenguaje plástico del
siglo XX; que ambos, separados por abismos de tiempo, eran de la
misma estirpe “Creo que pinto el sentimiento de la superstición,
de lo mágico, de la memoria de la tierra.. .hablo en el lenguaje en
la pintura, que es universal, pero hablo como sus mitos hombre de
América, de sus m sus mitos: del hombre y de su geográfica de su
vegetal y mineral; con la responsabilidad que significan para mí
espíritu los signos todavía indescifrables de las viejas culturas
nativas y la presencia indudable de la sensibilidad contemporánea",
afirmaba el artista, con una prosa precisa y lírica. Porque
Gambartes tenía claros su plan de trabajo y su estética. Hizo por
todo esto una obra gran
respiro, dimensión americana
en el Rosario de de los años 50
primeros
60,
desde su casa, en el tiempo que
le dejaba el trabajo de el Ministerio de Obras Públicas.
Hace
unos cuantos años 80, en la galería Krass habían expuesto en la
vidriera un superlativo payé. Pasando de noche por la vereda de
enfrente, la figura resplandecía como oro bruñido flotando en la
atmósfera blanco la luz de mercurio del alumbrado público. Uno
cruzaba la calle, inexorablemente atraído por la figura ocre y
dorada, que se apoderaba de todo el campo visual. Tal es la potencia
de la pintura de Gambartes.
Fuente:
Extraído de la Revista del diario “La Capital” 140 aniversario -
2007