El magistrado
e historiador rosarino, Juan Álvarez, presidente de la delegación local de la
filial de la Academia Nacional de la Historia en Rosario, integro e plantel de
profesores fundadores, en 1920, de la FACECYP, desempeñándose durante años al
frente de la cátedra de Economía Política hasta su radicación en Buenos Aires a
mediados de la década del 30 para desempeñarse como Procurador de la Corte
Suprema de Justicia de la Nación. En 1940 publicó una pequeña nota "Sobre
la conveniencia de escribir la historia de nuestros ríos", destacando que
si bien abundaban estudios sobre la influencia que determinados personajes o
partidos ejercieron sobre el cierre y apertura de los ríos Paraná y Uruguay al
comercio mundial, resultaba "rarísimo hallarlos respecto de las facilidades
u obstáculos que en cada época iban ofreciendo a esa navegación los ríos
mismos”, y explicaba: "Absortos en la observación del hombre, nuestros
investigadores prescinden de la obra de la naturaleza como si tal factor
físico, por momentos decisivo ninguna atención mereciera. Conocemos así la
historia política de nuestras vías fluviales harto mejor que su historia
geográfica; y a causa de ello, la construcción de obras hidráulicas suelen
causar inesperadas sorpresas a los ingenieros... No pocas de las catástrofes
producidas por inundaciones en nuestros días, proceden de edificar sobre
terrenos que una vez se garon en el pasado".37
En 1943
publicó su Historia de Rosario, en cuyo último capítulo efectuó una visión
crítica de la dirección que en materia económica estaba tomando el país y la
situación de abandono que se encontraba la ciudad por parte del gobierno
nacional en materia de transporte y comunicaciones: No había logrado que la
empresa concesionaria del puerto ampliara sus instalaciones, ni construido
"la gran estación fluvial para pasajeros”, ni dragado los ríos
establecidos por ley del Congreso como para que pudieran subir hasta Rosario
los grandes buques de ultramar, ni disminuido las tarifas portuarias que
mientras perjudicaban al comercio rosarino beneficiaban al de Buenos Aires, y
piedra basal de la gran estación central de ferrocarriles sólo había quedado en
ello.38
Sin embargo,
Álvarez consideró que "el rapidísimo desarrollo de los transportes a motor
abría nuevas perspectivas y permitiría organizar un sistema nacional de
comunicaciones sobre bases más lógicas que las utilizadas para construir
ferrocarriles", preparando mientras tanto "paraderos de
ómnibus", afluyendo por distintos caminos de acceso camiones hacia el
puerto, y funcionando empresas que prestaban servicios de transporte en caminos
pavimentados o no. Se organizaban empresas turísticas en coches pulman, y
pasarían por Rosario grandes rutas panamericanas. Todo esto produciría el
abaratamiento de los fletes de ferrocarriles. Y si bien no se habían podido
organizar con éxito servicios aeronáuticos regulares, "y fracasan los e se
ensayaban a Buenos Aires y Montevideo", existía una actividad aeronáutica
local firme.39
Junto al
mencionado Dante Ardigó, Álvarez se situó en el sector de catedráticos
liberales que no ocultaron su oposición a la economía dirigista en ciernes, que
según él perjudicaba especialmente a Rosario por la cantidad de trabas y
restricciones impuestas al desarrollo local, obstaculizando el ejercicio de
iniciativas individuales sobre las que había cimentado su prosperidad.
"Ahora hay poca, muy poca libertad económica, y mucha economía dirigida,
muchísima intervención de funcionarios públicos en los negocios privados. Para
conjurar trastornos transitorios producidos por las crisis periódicas, fruto
del libre juego de ofertas y demandas, habrá ahora médico obligatorio, recetas
inacabables y, en fin de cuentas, crisis crónica. El gobierno quiere remediarlo
todo, inclusive las imprudencias de quienes aturdidamente se cargaron de deudas
y desean que les ayude a salir del paso para seguir 8astando"40, escribió.
Un modelo
económico que iría en detrimento del espíritu mismo de la ciudad como bastión
de las libertades y el federalismo: "Economía dirigida.., hacia la
metrópoli: eso parecía ser. Además, por obra de tan excesiva intervención del
Estado, en todos los órdenes de la producción va creciendo un sentimiento de
irresponsabilidad que hace esperar muchísimo de la ayuda oficial y muy poco del
esfuerzo propio".41
Sin embargo,
más allá de todo esto, Rosario había crecido como centro cultural y científico,
con universidades con desatacada labor académica; con prestigiosos
establecimientos de enseñanza secundaria y normal; con el florecimiento de los
grupos de artes plásticas y de teatros y flamantes museos. Por eso concluía que
si bien cada una de las diez generaciones que habían construido Rosario desde
su fundación doscientos cincuenta años atrás, la última se destacaba
especialmente por su esmero "en elevar el nivel intelectual y artístico,
mientras tendría vastas redes de caminos pavimentados"42, una combinación
de la que quizás ni siquiera el propio Juan Álvarez pudo dimensionar en su
verdadera magnitud, aunque sí asoció al correr de la pluma en los últimos
renglones de su Historia de Rosario: la simultaneidad de la expansión de las
redes intelectuales y culturales con las redes de caminos.
Notas
37 JUAN ÁLVAREZ, "Sobre
la conveniencia de escribir la historia de nuestros ríos", p. 11. En
Anuario de Historia Argentina, 1940, Sociedad de Historia Argentina, imprenta
de Domingo Viau y Cía, Buenos Aires, 1941, p. 11.
38 JUAN ALVAREZ, Historia de
Rosario, ob. cit, p450.
39 Ibídem, p. 652.
40 Ibídem, p659.
41 Ibídem,p.660.
42 Ibídem, p. 667.
Fuente: extraído del “Libro Ciudad Puerto Universidad
y Desarrollo Regional De Marco, Miguel
Angel De Marco ( h) – Rosario 1919-1968 “ Editado diciembre 2013.