Las
denuncias de irregularidades parecen ser la carta de
presentación en cada comicio, y no desentonan con los casos
generalizados de fraude electoral que vive la Nación toda en
plena década
infame, como
suele recordársela.
Más
allá de las denuncias presentadas sobre irregularidades (doble
y triple inscripción de los padrones, robo de urnas y secuestro
momentáneo de autoridades de la mesa, entre otros casos
publicados desde el '35 al '40), tanto en Rosario como en la ciudad
de Buenos Aires el fraude no adquiere características
notorias pues las evidencias hubieran sido más fáciles de
detectar; cobraba sí importancia en las pequeñas poblaciones
del interior, especialmente en los departamentos más alejados.
Años después Arturo Jauretche recordaría que "lo que ocurrió
después de la revolución del '30 ya no fue fraude, porque era
una cosa
desembozada: simplemente, no votaba. O, mejor dicho votaba otro por
uno.
Bajo
este marco de sospecha se realizan en 1937 las elecciones generales
que designan para la presidencia de la Nación
a Roberto M. Ortiz, ex ministro de Obras Públicas de Alvear y
de Finanzas
del
gobierno anterior del general
Justo,
y candidato esta vez
de
la
Concordancia.
Por
primera vez
ocho
años un civil vuelve a vestir
la
banda presidencial, aunque sospechado
de triunfar gracias a una elección manipulada por el gobierno
saliente.
Fuente:
Extraído
de la revista
“ Diario La Capital de los 125 años de 1992